Un tribunal argentino condenó ayer a prisión perpetua al ex capitán de navío Alfredo Astiz, conocido como el “Ángel de la muerte”, por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el principal centro clandestino de detención y torturas de la última dictadura militar en Argentina.

En el mayor juicio de su tipo en la historia del país, Astiz fue sentenciado por los delitos de secuestro, torturas, privación ilegítima de la libertad, homicidio y sustracción y ocultación de identidad de menores de edad.

Durante su declaración ante el tribunal Astiz dijo: “Los organismos de derechos humanos son grupos de persecución y venganza. Nunca voy a pedir perdón”.

La misma pena recibió Jorge Eduardo Acosta, apodado Tigre, otro emblemático represor de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), situada al norte de la capital argentina y que albergó a más de 5 mil detenidos.

La mayoría de los disidentes que fueron alojados en la ESMA figuran entre los 30 mil desaparecidos del régimen de facto que gobernó de 1976 a 1983, según organismos humanitarios. La cifra oficial calcula unos 8 mil en total.

Sobrevivientes, familiares de víctimas y militantes de organismos de derechos humanos celebraron el fallo contra Astiz mientras seguían la lectura del veredicto por una pantalla gigante ubicada afuera del tribunal.

Los jueces aplicaron penas de entre ocho años de prisión a cadena perpetua a otros 18 represores. El tribunal continuaba leyendo las sentencias contra el resto de los acusados, 54 en total.

La investigación judicial sobre lo ocurrido en este centro de torturas, que tomó impulso a partir de la derogación de las leyes de amnistía y que protegían a los miembros de las Fuerzas Armadas hace más de un década, se dividió por la cantidad de implicados y la complejidad de los delitos.

El máximo responsable de la ESMA, el ex jefe de la Armada Emilio Massera, murió en 2010.

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