Por tener tatuajes en la mayor parte de su cuerpo y por su religión, María ha sufrido discriminación, en especial a la hora de pedir que se investigue la desaparición de su hijo. “Yo no pensaba tener hijos; tampoco creí que mi hijo fuera a desaparecer y que los tatuajes me iban a traer tantos problemas”, relata la mujer de 50 años.
El penúltimo tatuaje que María puso en su piel fueron las letras IYCIS que significan Iván Yan Carlos Ibarias Soria, el nombre de su hijo menor que fue raptado el 9 de septiembre de 2016 en la colonia Juanita Tejeria, en Veracruz; se lo llevaron en una camioneta negra.
Cuando María fue a poner su denuncia la hicieron esperar más de 72 horas a pesar de que le contó a la policía lo sucedido; por los tatuajes, le dijeron que ella era una delincuente y que tal vez su hijo también y por eso lo habían desaparecido.
Ante la falta de respuesta de las autoridades correspondientes, la mujer inició una investigación para dar con el paradero de su hijo de 21 años. María ha buscado en hospitales, centros de rehabilitación y en centros penitenciarios de varias partes de la República Mexicana.
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La visita a estos espacios se conoce como búsqueda en vida, porque permite a las familias de personas no localizadas obtener información sobre sus seres queridos. En México se han realizado diversas movilizaciones bajo este modelo de búsqueda representadas por madres mexicanas y centroamericanas. La primera Caravana Internacional de Búsqueda de Desaparecidos en Vida fue en 2017 y a la fecha se hace anualmente; también se llevan a cabo representaciones nacionales y estatales.
Cuando María visitó un penal por primera vez para obtener información sobre la localización de Iván recibió miradas provenientes de los custodios que la hicieron sentir incómoda. Observaban sus tatuajes y la revisaban de pies a cabeza.
Por cuestiones de seguridad, se omiten muchos detalles sobre la población penitenciaria y los centros que participan se tienen que apegar a diversos protocolos de actuación, así como evitar que se violen los derechos humanos de los reclusos.
Algunos de los penales no son nuevos en el tema y operan bajo una logística. Se ha intentado concientizar sobre la desaparición forzada al personal y a los individuos privados de su libertad.
En una de las visitas a estos centros, María cargaba algunas piedras para evitar que las lonas con fotos volaran con el aire y un recluso se acercó a ella:
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—Démelas, jefa. Yo le ayudo —le dijo.
—No, gracias. Yo puedo —contestó María.
—Déjeme ayudarle, somos del mismo. No se preocupe, jefa.
—¿Qué somos qué? ¿De qué me estás hablando?
—Que somos del mismo equipo, del cártel. Ahí dice en su brazo.
—Nosotros no somos ni madres, pendejo. Aquí dice: Iván Yan Carlos Ibarias Soria. Estas son las iniciales de mi hijo, al que se llevaron.
Tras esa experiencia, María recurrió a la ropa con manga larga y a la cintas de micropore para tapar sus tatuajes. Años atrás también había tenido que ocultar su cuerpo. Lo cubrió cuando Yan le dijo que se avergonzaba de que ella fuera su mamá porque los niños en la escuela lo molestaban y le decían “el hijo de la tatuada”. Sin importar el clima de Veracruz, María iba a recoger a su hijo a la escuela usando manga larga.
“Un día Yan se puso muchas chamarras y me dijo que saliéramos a caminar, y que si yo me tenía que cubrir, él también. A las pocas cuadras ya estaba todo sudado y caminando con la cabeza agachadita. Le dije que él no tenía que hacerlo y me dijo que yo tampoco, que ya no quería que me tapara, que me amaba y no sentía vergüenza”, recuerda.
María tiene 21 tatuajes en su cuerpo. El primero fue una cruz, una paloma y un corazón en una pierna, a los 12 años. Se tatuó porque vivía en la calle y en el lugar donde encontró apoyo y aprendió a defenderse la regla era tatuarse lo mismo que traían los demás.
De los 11 a los 15 años María vivió en las calles de la Ciudad de México. Fue abandonada por su madre junto con sus dos hermanos menores. Se quedaban en la explanada de San Lorenzo, en Tlalpan. “Yo enterraba en los montones de arena a mis hermanos. Les destapaba la carita y ahí los dejaba para salir a la calle a conseguir de comer”. A raíz del abandono que sufrió, María no quería tener hijos porque pensaba que les haría daño y sería como su madre.
A los seis meses de su primer tatuaje lo volvió a hacer, pero esta vez fue un ancla en la pantorrilla; la razón fue para recordar a un marino que los cuidaba y defendía en un refugio donde sólo había tres mujeres y 36 hombres. “Para mí se volvió mi familia”, cuenta María. Más tarde, las tres mujeres se tatuaron en el hombro una cruz.
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“En la Ciudad de México es más libre traer tatuajes y no está tan marginado; luego llegan a decir que estuviste en el reclusorio”. El dibujo de una mariposa fue para cubrir la cicatriz de su mano luego de evitar que una persona del refugio le cortara el rostro con una navaja. Después fue una cruz con una calavera en el brazo. “Fue cuando empezaba a creer en la Santa Muerte”, dice.
Cuando investigaban la desaparición de Iván, los peritos fueron a la casa de María. Ella no había movido nada de lugar desde que se llevaron a su hijo. Tomaron algunas fotos y cuando vieron un altar con la Santa Muerte uno de ellos dijo: “Ah, ya entendí, con razón”, y se fueron.
Recientemente la Comisión Estatal de Búsqueda (CEB) puso en marcha un diplomado piloto en búsqueda de personas para servidores públicos que pretende formar profesionales que sepan canalizar, orientar, planear estrategias y evaluar riesgos en las tareas de búsqueda.
El diplomado se basa en las leyes General en Materia de Desaparición de Personas y General de Víctimas, y a petición de la CEB fue Veracruz el primer estado en recibir esta capacitación, pero faltan los demás.
María no sólo ha sufrido discriminación por parte de las autoridades penitenciarias y fiscalías, también otras madres que buscan a sus hijos desaparecidos han criticado su lucha por no compartir la misma religión o porque ven mal la forma en la que luce.
“Un tatuaje no es para etiquetarte o para etiquetar a un hijo. Yo se lo acabo de decir a una señora: yo estoy tatuada, pero tengo más sentimiento que usted, que tiene el cuerpo limpio pero el alma podrida, porque margina, señala y no sabe la realidad. Ustedes vienen a unirse porque buscamos, no para estar criticando al prójimo ni señalando al que no está para defenderse”.