En octubre de 2021, el caso de Fátima, una menor de 12 años que fue asesinada en 2015 en el Estado de México, volvió a cobrar vida. Después de un proceso de seis años, uno de los fue condenado a cadena perpetua. Las lesiones que le infringieron a Fátima fueron desgarradoras, sus agresores la sometieron en la calle, a tan sólo 100 metros de su casa.

Suena aterrador, pero la realidad es que en las niñas no están seguras en las calles y tampoco en sus hogares. De 2015 a 2020, más de 700 menores de edad fueron asesinadas en la vía pública y 558 en sus propias viviendas, de acuerdo con un análisis hecho a las cifras del Inegi.

Al analizar las cifras del Inegi se encontraron más de una veintena de formas que muestran el nivel de violencia al que son sometidas más de 300 niñas al año en el país. Y hay un patrón revelador: las niñas de cero a dos años y las menores de entre 13 y 17 son las más vulnerables; entre más pequeñas son las víctimas, la mecánica de muerte es más cruel.

Este incremento en la violencia tiene tres elementos que lo caracterizan: la guerra que se vive en México desde hace más de 15 años, la resistencia cultural que existe para reconocer a las niñas y, uno de los más relevantes, el mensaje político que se ha dado desde el más alto poder de que el tema no interesa, explica el director de Redim. “Es central asumir que tanto las autoridades sigan siendo cómplices machistas esto no va a cambiar”, sentencia.

El Estado de México, considerado como el escenario más dramático del país, es un claro ejemplo. Ahí corre el mismo riesgo una adolescente de 17 años que una bebé con meses de edad, de acuerdo con el análisis de EL UNIVERSAL, un lugar en el que “a la violencia se le tiene que añadir la total impunidad que existe”, asegura Juan Martín.

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