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Ante la insistencia de su madre y a regañadientes, Kenia Hernández abre los ojos; apenas son las 7:00 de la mañana. Su mamá amorosamente la conduce a la ducha y le indica que sólo tiene 10 minutos para bañarse.
Ya fresca y despierta, la pequeña se viste con su uniforme escolar, baja a tomar el desayuno y se dirige al espacio que le acondicionaron sus padres con todo lo necesario para poder tomar sus clases virtuales.
Desde ayer Kenia inició el cuarto año de educación primaria. Está inscrita en un liceo privado y parece estar más que lista para el arranque, pues la semana pasada los maestros y directivos de la escuela le fueron dando indicaciones técnicas, horarios y recursos tecnológicos que debía usar para arrancar el curso.
A todos los miembros de la familia Hernández los sorprendió la “nueva normalidad”. Entre la zozobra y el desconcierto arrancan el ciclo escolar 2020-2021 e intentan seguir la rutina que mantenían otros años el primer día de clases.
Todos se prepararon para sus actividades desde muy temprano, sólo que no saldrán de casa, excepto el padre, quien se despidió apresurado de su esposa e hijos, y partió al trabajo.
Para lidiar con la rutina del primer día de clases, Beatriz, su mamá, pidió en su trabajo que la jornada de este lunes se la descontaran a cuenta de vacaciones. Es supervisora en una compañía de envíos y trabaja en casa desde que inició la emergencia sanitaria a causa del Covid-19.
Y el esquema de clases a distancia es distinto, ya que no es vía internet, sino por televisión.
“Hablé con mi jefa, le pedí el día, no sabía lo que iba a pasar, tengo tanto por hacer. Con una niña en primaria tomando clases toda la mañana en la computadora y a cada rato solicitando ayuda. Por otra parte, un joven de secundaria pegado a la televisión y además la bebé, pues no iba a poder estar al pendiente del trabajo. Iba a enloquecer”, expli-có Beatriz.
Asegura que han sido tiempos muy difíciles, pues su hijo mayor tuvo que pasar de escuela privada a una pública porque tuvieron que elegir a cuál de sus hijos le podían pagar la colegiatura.
“Mi esposo se quedó sin trabajo al principio de la pandemia y, aunque hace unas semanas consiguió uno, no es permanente, le harán contratos temporales. Decidimos dejar a la niña en el liceo porque ofrecieron un pequeño descuento de 10% al ver que íbamos a sacar a los dos”, refirió.
Agregó que en el caso de Diego no saben nada de sus maestros, pues el único contacto que tuvieron en la secundaria fue cuando recogieron los libros de texto gratuitos, por lo que la comunicación con las autoridades de la escuela es a través de los anuncios generales que colocan en el portal electrónico del plantel.
Las primeras horas de esta jornada le bastaron a Beatriz para cuestionarse sobre cómo va a empatar su vida laboral desde casa con la exigente rutina que debe aplicar para dar atención a sus hijos en edad escolar entre actividades y tareas, además de hacerse cargo de una bebé y las labores domésticas. Así inició clases esta familia en el ciclo escolar de la pandemia.