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A Juan Manuel Trujillo le dijeron en el IMSS que sólo que llegara desangrándose o muriendo lo podían operar. El hombre, de 48 años, trabaja en un importante grupo restaurantero. Tiene una fractura y desviación de huesos de la nariz a causa de un accidente en bicicleta. Le cuesta mucho trabajo respirar bien. Por momentos, siente que se asfixia.
“Hay días que ando por la calle como un zombie”, comenta.
Desde enero, él esperaba que lo operaran en el Hospital General La Raza, pero con la pandemia todo se canceló. Por la angustia que provoca la sensación de ahogo y por la imposibilidad de dormir a causa de un cornete desviado, él insistía en que lo ayudaran ahí, en su clínica local, la 98 de Coacalco, pero nada. Incluso, en varios momentos lo maltrataron: una doctora un día le espetó que era obsesivo-compulsivo y que debería ver a un siquiatra.
“Yo sólo he estado estresado por no poder respirar”, dice con mirada triste, que por momentos parece desesperada.
Otro médico le dio una medicina para el vértigo, lo que sólo empeoró sus condiciones de mareo, fatiga y somnolencia. Juan Manuel, frustrado, ha optado por empezar a juntar dinero para ver si lo operan en un hospital privado.
Él es uno de los cientos de miles de mexicanos, víctimas adicionales del coronavirus, que no han podido ser operados, ya que sus cirugías tuvieron que ser pospuestas por la pandemia. Nada más en el IMSS se han diferido más de 300 mil operaciones “no urgentes [cifras hasta agosto pasado]”, según datos obtenidos por EL UNIVERSAL.
Pero hay muchas más cirugías canceladas en todo el país adicionales a las del IMSS: al menos otras 330 mil, según estima el doctor Juan Roberto Torres Cisneros, presidente de la Asociación Mexicana de Cirugía General.
Eso da, al menos, 330 mil cirugías, además de las del Seguro Social, pospuestas en seis meses de pandemia en todo el país. Son un mínimo de 330 mil personas que requieren una cirugía y que no han podido ser operadas.
“Entonces, estamos hablando de 300, 400 mil...”, se le empieza a decir, pero interrumpe:
“Cirugías que se están cancelando y posponiendo en todo el periodo. Ayer comentaba con algunos de los presidentes de los colegios... Nayarit, por ejemplo, está con cero cirugía electiva en los hospitales públicos. En Colima están con cero cirugía electiva. Michoacán, también, prácticamente no están haciendo nada de cirugía electiva, todas son urgencias nada más”.
En total, contando las cirugías pospuestas en el IMSS, son más de 630 mil las operaciones necesarias que hasta ahora no se han efectuado en todo México a causa del Covid-19, un promedio de 108 mil al mes. “Estimaciones matemáticas publicadas en el Lancet [publicación especializada en temas de salud] calculan que en México alrededor de 200 mil cirugías electivas fueron canceladas en las primeras 12 semanas, primeros tres meses, de la pandemia”, recuerda el médico.
Eso implicaba un promedio de al menos 16 mil operaciones canceladas por semana al inicio del distanciamiento social. Según el especialista, no había otra opción más que posponer las operaciones a causa del SARS-Cov-2, pero alerta que esta situación ya representa un problema de salud pública, debido a que muchos de los muertos adicionales que ha habido en este año probablemente forman parte de quienes no pudieron operarse y, por tanto, su salud se deterioró:
—Definitivamente, es un daño colateral de la pandemia —dice.
—Y todavía no hay forma de calcularlo, ¿no?
Entrevistado en su consultorio del Hospital Ángeles Lindavista, el doctor Torres Cisneros alerta sobre las consecuencias que ya pueden tener en la salud la posposición de estas operaciones: “El problema de posponer operaciones en un paciente es que requerían una cirugía, es decir, que sí era necesaria la cirugía, y sigue siendo necesaria la cirugía, y que tarde o temprano van a tener que operarse, muchos de ellos probablemente con deterioro en sus condiciones generales”.
Pérdida de la vista
Es el caso de Filomeno Molina, habitante de Otzolotepec, en el Estado de México, un mensajero de 61 años que trabaja en una empresa privada y que a causa de la diabetes asociada con desnutrición desde hace tiempo perdió la vista del ojo izquierdo; este 2020, un derrame empezó a menguar la vista de su ojo derecho.
Él también estaba en una lista de mil 200 personas que esperaban operación en el Hospital La Raza, pero cuando sólo quedaban 30 pacientes delante de él tuvo la mala suerte de que el confinamiento detuviera todo. Sentado en una silla junto a unos pastizales, al lado de su casa, ubicada a 65 kilómetros de Ciudad de México, Filomeno recuerda aquel infausto día en que súbitamente dejó de ver con el ojo bueno que le quedaba.
—De aquí [su casa] me fui al Toreo, de ahí tomé el Metro y por el Metro Tacuba, bajando las escaleras, justamente bajando las escaleras eléctricas, se me borró la vista, me quedé ciego. Y pues empezaba a chocar con la gente y dije: “No, pues no, ya no es posible ir a trabajar”.
—Muchísima angustia, ¿no?
—Sí, sí, sí, claro. Se siente… pues ora sí que se siente horrible, ¿no? De un momento a otro dejé de ver…
Filomeno anda a tientas por su casa. De ahí no puede salir, a menos que alguien más, alguna de sus hijas, lo acompañe por las calles y en el transporte público, como cuando tiene que ir a refrendar su incapacidad para que en su trabajo le sigan pagando. Afortunadamente, tiene un buen patrón que lo apoya. Y él, sigue aguardando a ver si en algún momento esta pesadilla pandémica llega a su fin:
—Tengo la esperanza de que en cualquier momento me llamen, me digan que ya es tiempo, que ya es hora: “Ya te toca”.