Acapulco, Gro.— En la Novena Región Militar, Carlos Esteven Jorge Lara es conocido como el soldado que antepuso su deber de servicio a las afectaciones que sufrió en su casa por el paso del huracán Otis en el puerto de Acapulco.

Como muchos de sus compañeros y acapulqueños, el militar perdió su vivienda de dos edificaciones, una de lámina y concreto y otra de mampostería, pese a ello, decidió unirse a sus compañeros en la aplicación del Plan DN-III-E para ayudar en la entrega de despensas y víveres a los miles de damnificados, así como en labores de limpieza de calles y avenidas.

El elemento narró a EL UNIVERSAL que aquella trágica noche del 25 de octubre de 2023 se encontraba en su casa en la comunidad de Amatillo, Acapulco, cuando los fuertes vientos del fenómeno categoría 5 cimbraron su hogar, en el que intentó resguardarse junto con su familia.

Los vientos, dijo, provocaron que se cortara el suministro de energía eléctrica, por lo que quedaron en completa oscuridad, él y su familia sólo lograban escuchar el ruido de árboles cayendo, las láminas arrancándose y los golpes de algunos objetos que eran arrojados por la fuerza del viento, aunado al llanto de su esposa e hijos por el temor de que algo más pudiera ocurrir.

Detalló que a las 4:30 de la mañana, los vientos disminuyeron e intentó salir del cuarto donde se refugiaba; sin embargo, estaba bloqueado por los escombros y debido a la oscuridad, no avistó la magnitud del desastre.

Con menos de cuatro años de antigüedad en el Ejército, Jorge Lara aseguró que como pudo salió por una ventana y despejó la puerta de entrada para facilitar la salida a su familia e inició su camino a pie a la Novena Región Militar, ubicada a 31 kilómetros de su casa, para ponerse a las órdenes de su mando, ya que no había transporte.

“Agarré unas cosas, las llevé con ellos [su familia], empezó a amanecer y preparé una mochila y me dirigí a mi lugar de trabajo, ya que la prioridad era apoyar a las demás personas, porque si yo sufrí esas afectaciones, me imaginé los demás y mis compañeros también”.

El ahora elemento adscrito al 25 Batallón de la Guardia Nacional, con sede en Acapulco, relató que durante el camino observó demasiados destrozos y negocios saqueados, por lo que estuvo tentado a regresar a su casa para resguardar a su familia, hasta que pudiera asegurarse de que contarían con lo necesario para subsistir.

“Pero recordé todos los valores que nos han enseñado, más que nada un valor en específico, que es la abnegación, que es anteponer nuestros intereses particulares sobre el servicio. Entonces seguí, seguí, seguí y seguí, fue un lapso muy largo, tardé alrededor de unas seis horas aproximadamente en llegar”, refirió.

Recordó que una vez que llegó a su centro de trabajo, se presentó con su inmediato superior, quien le instruyó sumarse al apoyo a la población, primero en la limpieza de caminos y posteriormente en la entrega de despensas en las colonias afectadas, en jornadas exhaustivas en las que estuvo a punto de rendirse.

“Todos los días pensaba que ya no podía más porque eran largas jornadas, había días que no dormíamos. Recepcionar despensas, entregarlas, pero tenía en mente, muy en claro, que mi familia, ellos son el pilar para que yo siguiera adelante y más que nada mi sentido de pertenencia al apoyar a mis compañeros”, indicó el joven militar.

Ante la situación de caos que se vivía en ese momento en el puerto, el soldado Carlos Esteven explicó que tardó una semana en poder comunicarse con esposa y sus tres hijos, con quienes después se reencontró y lo animaron a continuar apoyando a los damnificados.

Aseguró que la experiencia que le quedó marcada durante la emergencia por Otis fue ver la desesperación de la gente que lo perdió todo, que no tenía para comer y deambulaba por las calles del puerto en busca de comida, agua y de tratar de comunicarse con sus familiares.

“Nunca había sentido lo que sentí ese día, todo ese miedo, el temor de que le pasara algo a mi familia. Toda esa desesperación, luego esas jornadas laborales tan largas, todo el apoyo, ver todas esas caras de gente que perdió todo, toda su desesperación y angustia que no tenían para comer. Gente durmiendo en cajeros, ahí fuimos a entregar despensas, víveres. Fue un caos total, pero no nos dimos por vencidos y todavía continuamos las labores de apoyo”, platicó.

En su caso, agregó, ha comenzado en la reconstrucción de su hogar. “Mis cosas las he estado adquiriendo poco a poco. Hemos salido adelante, gracias a Dios. Varios compañeros que perdieron todo nos dicen que ha sido difícil pero no imposible”.

Y añadió: “Mis hijos en cuanto me vieron, corrieron y me abrazaron. Abracé a mi esposa. Derramé una que otra lágrima porque me sentía bien conmigo mismo porque hubo compañeros que no abandonaron a mi familia”.

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