Sin importar si son de izquierda, centro o derecha, los presidentes de México han estrechado la mano de los líderes de Cuba.
La histórica relación de ambos países vivió un gran impulso desde mediados del siglo XX, con un intercambio cultural que llevó a los pueblos de ambos países a cultivar una relación especial.
Y en la política, los mandatarios mexicanos visitaron y recibieron a Fidel Castro sin importar si tenían mucha o poca afinidad ideológica con el gobierno de la Revolución Cubana.
La excepción se dio a inicios de la década de 2000, cuando el presidente mexicano Vicente Fox llevó las relaciones casi a la ruptura.
Andrés Manuel López Obrador llega a Cuba este sábado en una visita oficial a La Habana.
Un viaje que, según el analista mexicano Juan Pablo Prado Lallande, responde a una tradición pragmática de los mandatarios mexicanos: "Cuba es un as bajo la manga del presidente mexicano que esté en turno".
Prado Lallande es doctor en relaciones internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Sussex, vicepresidente de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales y ha sido consultor del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
En conversación con BBC Mundo explica por qué.
México y Cuba han sido países con vínculos estrechos, históricos, que han generado una cierta hermandad. ¿Eso ha influido en el modo de ver del mexicano a Cuba y sus problemas sociales y políticos?
Históricamente siempre hubo afinidad entre Cuba y México a nivel de sociedad. Es una afinidad que se materializa en vínculos personales, interacción cultural, social, científica, geográfica.
Sin embargo, en lo económico no es horizontal. Los mexicanos vamos de vacaciones, y muchos cubanos permanecen en México para estudiar o vivir en un país cercano y con mayores libertades, pero nada más.
Pero hoy México no es el mismo de hace 60, 50 o 30 años.
La sociedad mexicana ha cambiado radicalmente en términos de ser más cosmopolita y tener referentes que en antaño eran negativos, como Estados Unidos o los países europeos, capitalistas.
Y esa percepción del mexicano común a Estados Unidos ha cambiado gradualmente de una visión nacionalista y negativa hacia una percepción más abierta, más empática hacia la integración en América del Norte.
Ese cambio de percepción, y la adopción de sus valores políticos-democráticos y en derechos humanos, ha hecho que parte de la sociedad se haya alejado de esa afinidad con Cuba.
Es decir, Cuba pasó de ser uno de los referentes internacionales más constantes y proximales de los mexicanos, a un país, entre varios, con enorme riqueza cultural, pero con importantes rezagos en materia democrática y de derechos humanos; es decir, cada vez más diferente respecto a México.
¿Pero aún existe una parte de la sociedad mexicana que mira con mucha empatía a Cuba?
En la Guerra Fría, los referentes del mexicano común eran los relativamente cercanos. Estados Unidos, América Latina y Cuba, principalmente.
Durante décadas, Cuba protagonizó un elemento clave en las percepciones del mexicano común respecto al mundo exterior. Pero hoy en día, para el mexicano que tiene más referentes internacionales, Cuba ocupa un lugar cada vez menor.
Y eso le viene muy bien a Cuba, porque es menos blanco de la crítica respecto a su compleja y cuasi estática situación interna.
Últimamente lo fue mucho más Venezuela. La Venezuela de hoy en día es lo que fue Cuba para la derecha mexicana, en términos de fuertes y constantes críticas en materia democrática y de derechos humanos.
Entonces Cuba es mucho menos protagonista en la vida política mexicana y eso le ha venido bien al gobierno cubano porque tiene menos críticas en México que antes.
No por mejoras en cuanto a sus condiciones internas, sino a la luz de que el país caribeño es menos relevante para los mexicanos.
Los gobiernos mexicanos del siglo XX siempre fueron cercanos a La Habana, incluso los no tan afines ideológicamente como el de Carlos Salinas, ¿cómo se explica?
Salinas fue presidente desde luego neoliberal en lo económico, pero cauto en lo político, por lo que respaldó al gobierno de Fidel Castro. Fue pragmático.
Los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) históricamente siempre han apoyado al gobierno cubano por una sencilla razón: México respaldaba a Cuba -en términos políticos, diplomáticos, económicos, comerciales- mientras que Cuba era respetuoso con México y no incentivaba una revolución armada o política.
Ese fue el gran pacto desde la Revolución de 1959 que llega incluso hasta el momento actual.
Fue un pacto tácito, implícito, que fue eficaz para ambas partes. Ambas partes ganaron en una dimensión de pragmatismo.
Felipe Calderón, si bien panista, si bien neoliberal, su política exterior sí se definió por una perspectiva pro Latinoamérica. Fue quien promovió la creación la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC).
Muy distinto al que su predecesor, Vicente Fox, que destruyó relaciones diplomáticas con países clave, sobre todo Cuba. Y Calderón intentó reconducir el camino o sanar las heridas.
Si bien lo anterior es interesante, no hay que olvidar que el gobierno del PRI fue más "generoso" con el régimen de La Habana. El presidente Enrique Peña Nieto condonó una deuda de US$350 millones que se contabilizó como cooperación internacional financiera.
Es decir, en términos financieros, el PRI ha apoyado más a Cuba que hasta hoy en día con López Obrador. Los gobiernos del PAN fueron los únicos que no se sumaron a este esquema de relacionamiento, pese a que Calderón quiso sanar las heridas.
La llegada de López Obrador y su base de apoyo de izquierda, ¿es un regreso al apoyo social mexicano a Cuba?
Se trata de una parte de la sociedad que sí tiene esa visión.
La política exterior en todo país, pero sobre todo en el gobierno de López Obrador, es un instrumento de la política interior.
Hablemos de la visibilidad del presidente. Lo que hace en su primer viaje al sur es, en primer término, enviar un mensaje nacional erigiéndose como un líder regional en Centroamérica y en Cuba, y en segundo término, efectivamente, ejercer su papel de liderazgo en la región.
Un viaje para reforzar su peso, su presencia, su influencia, su raiting, a nivel nacional entre sus allegados y hasta donde pueda llegar. Se recurre a esa identificación ideológica entre el gobierno cubano y el mexicano con el que coincide en algunos -no en todos- aspectos.
México se intenta mostrar como un país solidario, un país valiente, que promueve los intereses de Cuba o sus necesidades históricas, en términos del embargo estadounidense, pero es sobre todo un ejercicio de visibilidad a favor del presidente López Obrador recurriendo a Cuba.
Esto no es nuevo, esto es normal en cualquier país. Pero en el caso mexicano, recurrir a Cuba vía nuestra política exterior, para que el gobierno en curso gane visibilidad, gane fuerza, gane protagonismo, gane legitimidad, en los círculos de izquierda, progresistas y en más sectores sociales, es histórico y es eficaz.
Cuba es un as bajo la manga del presidente mexicano que esté en turno. Y es un as exitoso, independientemente del gobierno que se trate.
¿Y López Obrador esperaría un éxito porque en la sociedad mexicana hay una mayoría que recibe ese mensaje?
Es relativamente exitoso, porque el mensaje va dirigido a sus seguidores y potenciales seguidores.
Pero una parte importante de la sociedad de México no esta de acuerdo con este viaje, lo critica e incluso lo rechaza.
Todo viaje internacional significa de facto un respaldo político, diplomático, económico, en materia de cooperación con el gobierno contraparte, de facto, independientemente de lo que realmente se firme y se ponga en marcha y lo que se acuerde en términos de cooperación.
Pero México, reitero, es muy distinto al de antes.
Antes el mexicano común viajaba y se sentía más identificado con Cuba y abrazaba la idea de que el presidente de México en turno viajara a La Habana. Ahora hay un México más abierto, más cosmopolita, más crítico, pues a ese sector este viaje no lo avala, lo rechaza, lo critica.
Para este sector de la población mexicana con una visión más internacional, el viaje del presidente López Obrador a la isla no es adecuado.
La oposición critica que este viaje significa respaldar a un país que no es democrático, que no respeta derechos humanos, en donde hay enormes rezagos en términos de libertades políticas, sociales, que nos dividen todavía más como país.
Con base en su bono democrático (30 millones de votos a su favor en las elecciones presidenciales), López Obrador podría ser un referente en materia democrática en la región. Pero eso no está en el interés del presidente mexicano y este viaje lo debilita en ese aspecto.
¿Los mexicanos que sostienen una empatía por Cuba pasan por alto los problemas sociales por su afinidad ideológica?
La izquierda mexicana es muy romántica e idealista. Aquí tenemos más de 100 años sin una revolución y es muy fácil desde la estabilidad política mirar con buenos ojos una revolución como acto bélico y como proceso.
Los mexicanos van a la isla, van a Varadero y cierran un ojo respecto al límite de libertades humanas, mientras que abren el otro ojo para disfrutar de ese paraíso caribeño.
Pero ciertamente no miran lo que realmente acontece en el país desde hace más de seis décadas en términos democráticos y de derechos humanos, lo cual, a la luz de la evolución mexicana a ese respecto (con varias experiencias de alternancia en el gobierno), es una incoherencia.
La izquierda mexicana es muy parcial en su valoración respecto a la Revolución, pero es que es fácil aplaudirla desde un país donde hay más libertades, no absolutas, hay más democracia, no absoluta, se respetan los derechos humanos, de manera insuficiente, pero se procura.
Es incluso es un acto heroico y antiimperialista apoyar a Cuba sin aceptar que nuestro mayor vínculo social, económico, cultural, financiero, político es con Estados Unidos y otros países liberales en lo económico y, como se dice aquí, conservadores en lo político.
México está muchísimo más involucrado en todos esos aspectos con Estados Unidos, infinitamente más, que con Cuba., el cual en términos prácticos, en años recientes se encuentra cada vez más lejos de los mexicanos.
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