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En México sí hay libertad de expresión , pero cada sexenio tiene su asterisco y el del gobierno de Andrés Manuel López Obrador es que no hay un diálogo constructivo con los medios y no se reconoce el derecho del otro a criticar, afirma el director editorial de El Economista , Luis Miguel González.
“Y si me apuras, también le falta esa obligación de ejercer la autocrítica. Al gobierno y al Presidente les falta mucha autocrítica”, asegura durante una entrevista en las oficinas del periódico, en San Jerónimo.
Al reflexionar sobre la libertad de expresión y el periodismo, pone de relieve que los medios de comunicación no pueden ser amplificadores de la propaganda oficial, como tampoco lo deben ser de la oposición.
Toma más relevancia esta circunstancia cuando en términos económicos va a haber una cuota de notas negativas mayor que la de positivas, porque el país lleva seis trimestres sin que el Producto Interno Bruto (PIB) crezca.
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Y ejemplifica: “Si fuéramos periodistas deportivos cubriendo un equipo que está peleando por no irse a la segunda división, no podemos hacer una crónica como si habláramos del Liverpool, el Bayer Múnich o del Real Madrid”.
Este punto es el que ha vuelto frecuente la frase “tengo otros datos” del Presidente de México, quien la utiliza para evadir las críticas que hace la prensa por el desempeño de su gestión.
“No es un tema de ganarle en el debate al Presidente, pero no hay un diálogo constructivo. Muchas veces la crítica de López Obrador se queda en algo superficial”, detalla González.
Borrón y cuenta nueva
Si Luis Miguel González fuera el vocero presidencial, le recomendaría que en la relación con los medios de comunicación y en pro de que se ejerza una libertad de expresión totalmente abierta, se hiciera un borrón y cuenta nueva: “Hay que hacerle entender que hay temas en los que los medios no van a dejar de ser críticos, pero que en algunos asuntos podemos ser aliados.
“Erradicar la corrupción, cómo hacer al país más transparente o cómo hacer que los poderosos rindan cuentas son sólo algunos ejemplos de que podemos ir como aliados”, indica.
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Esa es la razón, comenta, por la que López Obrador no puede ver a los medios como amigos o enemigos, en todo caso tiene derecho a exigir que hagan un trabajo profesional, señala.
Mañanera, dañina
Economista y periodista con 30 años de experiencia, el director del medio especializado dice que la mañanera hace mucho daño.
En primer lugar, considera que el periodismo mexicano está demasiado centrado en el Presidente y que este ejercicio de las conferencias diarias lo ejemplifica.
El segundo punto es que hay una adicción a las declaraciones y en las mañaneras hay una sobredosis de éstas, la cual llega al punto de atrofiar: “Siento que el problema con la mañanera es que magnifica uno de los vicios del periodismo mexicano, que es la adicción por las declaraciones en oposición a un ejercicio más completo que debe hacer, como la búsqueda de hechos, de datos y de personajes.
“En algún sentido parece que si tenemos una gran declaración del Presidente tenemos la chamba hecha y nos faltan más voces y personajes”, explica.
Además, se ha vuelto una tribuna para que López Obrador descalifique a los medios críticos con apodos como “neoliberales”, “pasquines” o “adversarios”, los cuales no contribuyen a explicar el tema que se discute.
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“No ayuda que el Presidente de la República utilice una tribuna tan prominente y privilegiada para criticar. Sin embargo, si nos vamos a la sustancia, la crítica que hace dista mucho de serlo”, subraya.
Mandatario atacado
Sobre la percepción que tiene Andrés Manuel López Obrador acerca de que es el presidente más atacado por la prensa, el director editorial de El Economista precisa: “No usaría un verbo que suena a adjetivo. Lo que pienso es que es un Presidente muy cuestionado, pero tiene que ver con que tiene un proyecto muy ambicioso de cambios y con frecuencia tenemos los qué y los por qué, pero no los cómo, y por eso es que se le cuestiona sin que dé respuestas satisfactorias a los temas”.
Un ejemplo fue cuando decidió la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco, tema en el que sólo le bastó decir que había corrupción, pero cuando se le cuestionó por particularidades sobre casos o denuncias no dio respuestas exhaustivas ni que justificaran la medida de política pública.
“No me parece adecuado el uso de un verbo como atacado, cuando el trabajo del periodista es hacer preguntas y la labor de quien toma decisiones es ofrecer respuestas. Cuando hablamos de libertad de expresión tenemos que considerar que los periodistas debemos hacer preguntas impertinentes a los poderosos”, detalla.
Retos del periodismo
González admite que un ejercicio completo de libertad de expresión también involucra el respeto mutuo y la obligación de que los medios de comunicación sean autocríticos: “A nosotros nos toca prepararnos más. Estamos frente al reto de la transformación tecnológica y en medio de una crisis de la industria sin precedentes.
“En el futuro hay espacio para medios de información profesionales, para medios que hacen los procedimientos de construcción de una noticia, de reportaje, que los hacen con rigor.
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“Esperaría que en el futuro haya una especie de darwinismo mediático en el que desaparezcan los que no están haciendo las cosas bien”, expone.
Considera que los medios de comunicación deben aprender y colaborar más para unirse no frente al Presidente, sino en tareas comunes: formación profesional, defensa de la libertad de expresión y proteger la vida de los colegas más vulnerables.
“El Presidente ha aprovechado dos debilidades del periodismo como colectivo. Una es la adicción por las declaraciones, de ahí que le vaya tan bien en la mañanera, y la segunda es la desunión”, advierte.
Privilegios del oficio
Como economista de formación, González argumenta que el privilegio y la obligación de hacer periodismo especializado es tratar de que la cobertura de los temas financieros ayude a no polarizar a la población, basándose en datos y hechos, a diferencia de otros temas en los que puede haber mucho más subjetividad.
“Siendo autocríticos, en el periodismo económico algunas veces no estamos siendo tan técnicos como deberíamos por miedo a ser aburridos o porque nos queremos meter a un lector más político”, reconoce.
“Cuando decimos que la economía no genera empleos o no crece, en la medida de lo posible nos corresponde explicar por qué pasa eso y cómo se construye el dato, además, tenemos que apostar a que el lector tiene su criterio y va a leerlo en su propio contexto. Tenemos que apostar a la inteligencia de los lectores, tratarlos como adultos y, en ese sentido, es un privilegio estar en un periodismo especializado”.