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Para algunas mujeres marchar no sólo es prevenir la violencia de género, también es reivindicar la memoria de las víctimas de feminicidio y “traerlas de vuelta”, dice Araceli Osorio, madre de Lesvy Berlín, asesinada el 3 de mayo de 2017 en las instalaciones de la UNAM.
“Las marchas son una forma de intervenir el espacio público, lo que hacemos es nombrarlas, plasmar sus nombres, darles otra vez esa humanidad y decir que no debieron ser asesinadas. Son para prevenir la violencia, sobre todo que las mujeres sepan que no están solas”, expresa en entrevista.
Ella es una de las miles de madres de víctimas de feminicidio que buscan día y noche justicia para sus hijas.
La violencia física, emocional y familiar, hostigamiento sexual en ámbitos laborales y escolares son algunas de las situaciones que en muchos casos desembocan en feminicidios, lo que une a cientos de mujeres que se acompañan cada 8 de marzo.
“Las marchas son una forma de prevención de violencia y de delitos porque salimos a gritar:
‘¡Mujer, hermana, si te pega no te ama!, ¡No es un hecho ais- lado, los feminicidios son crímenes de Estado!, ¡Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente!, ¡Yo sí te creo!’”.
Cuenta que en algunas ocasiones, luego de recorrer las calles, algunas mujeres se acercan para pedirle ayuda porque están en una situación de violencia y no saben cómo salir.
Adueñarse en colectivo de los espacios públicos, intervenirlos y manifestarse ha servido para modificar leyes y exigir que los casos sean juzgados con perspectiva de género, como en el caso de Jorge Luis “N”, que pasó de ser condenado por homicidio culposo a feminicidio agravado en 2020.
“Lo que hemos conseguido no ha sido una concesión, ha sido todo gracias a una lucha al salir a las calles, incendiarlo todo, porque lo que hacen los servidores públicos no nos alcanza, nos entregan una verdad a medias y quieren que la agradezcamos, por eso tenemos que arrebatárselas”, denuncia.
Araceli trabaja para que las nuevas generaciones puedan vivir con dignidad, libertad y en “alegre rebeldía”.
Asegura que es importante manifestarse, unirse en colectivo para construir la justicia, generar una cultura de paz, conectar con otras mujeres, acompañar y tejer redes, pues la desigualdad y la discriminación son los ejes principales de esta violencia sistemática.
Araceli se reconoce, y a sus compañeras, como defensora de derechos humanos: “Defendemos la vida de diferentes formas, saliendo a las calles, no dejando de nombrarlas.