México enfrentará una de las mayores crisis de salud mental en su historia debido al confinamiento, falta de convivencia personal con familiares y amigos, miedo e incertidumbre, pérdida de seres queridos, del empleo y de la salud que ha dejado la pandemia por Covid-19, alertan especialistas.
Consultados por EL UNIVERSAL, María Elena Medina-Mora Icaza, directora de la Facultad de Psicología de la UNAM, y Luis Daniel Alviso de la Serna, especialista en neuropsiquiatría de Ávalon Vinculación Médica en Salud Mental, advierten un recrudecimiento de las enfermedades mentales en la población.
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Coinciden en que el problema, que según sus estimaciones afecta a 30% de mexicanos, no está recibiendo la atención gubernamental, situación que se suma al bajo presupuesto destinado a este tipo de padecimientos, de apenas 2.2% de los recursos de la Secretaría de Salud (Ssa).
Sin presupuesto
En México, aun cuando se sabe que una de cada cuatro personas, entre 18 y 65 años, ha padecido en algún momento de su vida un trastorno mental, sólo uno de cada cinco recibe atención médica, de acuerdo con datos de autoridades sanitarias.
De acuerdo con la Encuesta de Seguimiento de los Efectos del Covid-19 en el Bienestar de los Hogares Mexicanos (EnCovid-19) realizada por el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana (Equide), 27.3% de las personas mayores de 18 años han presentado síntomas depresivos y 32.4% síntomas severos de ansiedad.
Al respecto, Medina-Mora Icaza indica que en México 5% de la población tiene depresión, pero que desde que inició la pandemia de Covid-19 a la fecha se han detectado síntomas depresivos y casos graves en 30%.
“Antes de la pandemia existía una alerta constante porque, aproximadamente, 75% de las personas que enferman en el rubro mental no reciben tratamiento adecuado, el diagnóstico es muy tardío y la brecha de atención es muy elevada. Con la crisis vemos estrés postraumático y un crecimiento significativo de la depresión.
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“No podemos perder de vista la salud mental, se deben realizar esfuerzos mayúsculos y porque la sociedad pueda acceder a un diagnóstico temprano y a los tratamientos adecuados.
“Factores como el confinamiento, la falta de convivencia personal con familiares y amigos, miedo e incertidumbre, así como la pérdida de seres queridos, el empleo y la propia salud, han llevado a numerosas familias y personas a la catástrofe financiera y emocional”, dice Luis Daniel Alviso de la Serna, especialista en neuropsiquiatría.
Alviso de la Serna agrega que la depresión es el trastorno del estado de ánimo más discapacitante y que, tras la pandemia de Covid-19, se deben sumar esfuerzos para atender debidamente los padecimientos mentales.
“La depresión se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración, es un problema de salud serio.
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“Se calcula que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo y más de 260 millones tienen trastornos de ansiedad. Más mujeres que hombres sufren depresión. En su forma más grave, puede llevar al suicidio, y lo alarmante es que en el mundo se suicidan cerca de 800 mil personas cada año”, detalla.
Medina-Mora Icaza lamenta que exista un gran estigma alrededor de las enfermedades mentales, y resalta que la falta de recursos, infraestructura hospitalaria, atención médica especializada en salud mental, discriminación contra las personas que viven con esta condición, así como la falta de acceso a los medicamentos adecuados son aspectos que en la actualidad obstaculizan la integración a la sociedad de este sector de la población.
“En este sentido, lograr que la población conserve la salud mental, además de la física, depende, en gran parte, de la realización exitosa de acciones de salud pública, para prevenir las enfermedades, tratar y lograr que los pacientes puedan reintegrarse a la sociedad”, puntualiza.
Llaman a la empatía
En mayo de 2019, Karen se quedó sin voz. En ese momento no lo asoció al cansancio, apatía y tristeza que sintió durante años, creyó que sólo era resultado de la carga laboral y académica a las que se enfrentaba todos los días, pero en junio del mismo año fue internada en una institución de salud mental; tenía depresión.
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La joven, de 29 años, permaneció seis meses en el hospital siquiátrico y fue dada de alta con un tratamiento médico y sicoterapéutico, pero en marzo de 2020, con el confinamiento derivado por la pandemia de Covid-19, sus terapias presenciales se convirtieron en virtuales y, con el temor constante de contraer el nuevo virus, no pudo contra la falta de sueño, de apetito, la fatiga, así como las ganas de llorar todo el tiempo.
“Aunque mis terapias eran virtuales, el proceso por el que pasé de nuevo me afectó de tal manera que no me conectaba, no contestaba las llamadas, sólo quería dormir y que nadie entrara a mi habitación, por miedo a contagiarme de Covid-19.
“La cosa empeoró cuando un familiar cercano fue hospitalizado por el virus, eso me hundió más y fue cuando mis papás convencieron a mi terapeuta de darme atención en casa, sólo así he podido sobrellevar esta enfermedad que a veces se romantiza o sataniza al nombrarla locura”, cuenta a EL UNIVERSAL.
El 1 de junio, a un año de que México levantó la Jornada Nacional de Sana Distancia e implementó un sistema basado en un semáforo epidemiológico de riesgo, Karen cumple 12 meses de que regresó a sus terapias.
Los momentos más difíciles fueron la segunda ola de contagios y la muerte de otro ser querido por el virus.
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“Cuando murió mi tía fue muy doloroso, todavía no era el primer pico y para mí fue muy difícil pasar por ello, pero la segunda ola, con todo y que reanudé mis terapias, que mi familia me arropó y apoyó en todo momento, tuve un bajó muy cañón, las noticias eran de repunte, cifras récord, colegas que trabajan en hospitales me decían lo duro que la estaban pasando, la desesperación por no tener camas.
“La gota que derramó el vaso fue cuando me informaron que mi mejor amigo falleció en la primera semana de enero; se contagió en área Covid, me dio rabia, coraje, tristeza, creí que no saldría, por eso es bien importante tener redes de apoyo, buscar especialistas en salud mental, no es que sólo estemos tristes y ya”.
Para Karen es importante hacer un llamado a la sociedad a fin de derribar los estigmas que existen alrededor de las enfermedades de salud mental.
“La gente piensa que uno está triste y que con decirnos ‘échale ganas’ vamos a estar bien, muchas veces me han preguntado si me gusta sentirme así, me dicen que me pare, que me bañe y me arregle, que salga a la calle, claro que tengo apodos, como ‘loca’, ‘loquita’, ‘lurias’, he escuchado que dicen: ‘Ahí viene tristeza’, ojalá la sociedad fuera más empática, porque es bien difícil estar de este lado, tener el valor de buscar ayuda y encontrarla”.