“En la contingencia tenemos que buscar la manera de levantar la voz y ésta es una de ellas (...) Nosotras, como víctimas colaterales de feminicidio, no nos vamos a detener”, afirma Sandra Soto desde una sala virtual, uno de los escenarios en los que sigue combatiendo la violencia de género; “tenemos una lucha”, dice.
Cuando el Covid-19 llegó a México, la violencia machista no entró en cuarentena y tampoco las luchas sociales.
El pasado 9 de junio, víctimas y activistas presentaron en una videoconferencia titulada #BastaDeContarHasta10, una respuesta a la del gobierno federal que solicitaba a las personas respirar y “contar hasta 10” para evitar la violencia durante el confinamiento.
“Estoy cansada de contar hasta 10 feminicidios diarios”, manifiesta Mayra G. mientras sostiene la fotografía de Gloria Sintia Saldaña, quien fue asesinada en 2016.
Sin embargo, la misoginia las alcanzó incluso en espacios virtuales: “Se merecen los feminicidios”, escribió un usuario anónimo en la plataforma. “Pinches mujeres, sólo sirven para la cocina”, redactó otro. Además de irrumpir con sonidos de eructos, los intrusos hackearon las cuentas de las activistas.
En entrevista, la abogada Ximena Ugarte explica: “La situación de emergencia sanitaria mermó mucho la capacidad de activismo en las calles.
“Pero poco a poco muchas compañeras activistas, organizaciones y colectivas han vuelto a ocupar al menos las redes sociales para volver a poner en la agenda el tema de la violencia de género”.
Acompañar a la distancia
En la antigua normalidad, el dolor de las familiares de las víctimas de violencia de género encontraba eco en las tamboras de la colectiva Lesbo Batukada Feminista Radical.
Durante las marchas, sus integrantes avanzaban detrás de ellas, pero con el rostro cubierto y el paso firme, como si fueran a la guerra; están en ella.
“Acompañamos. Estamos donde generalmente muchas personas no quieren estar: en el dolor y en la rabia, en la exigencia de justicia”, explica Ana “N”, quien forma parte de la organización.
Hay activistas, comunicólogas, diseñadoras, abogadas, peritos y demás personas capacitadas en derechos humanos, a veces actúan juntas, otras individualmente.
“El confinamiento ha desarticulado muchas cosas”, expresa Ana. A su parecer, la situación sanitaria ha limitado la actividad de la Lesbo Batukada. Así, el virus las llevó a espacios digitales: “Aunque no estamos en las calles, seguimos en las redes”, comenta Edith “N”, también integrante de la colectiva.
Además de #BastaDeContarHasta10, desde plataformas digitales han realizado otras actividades colaborativas y manifestaciones virtuales, como #NosotrasTenemosOtrosDatos, con la cual se pretendía visibilizar la violencia que viven las mujeres en el confinamiento. Ana cuenta que han mantenido comunicación con familiares de víctimas. Gestionan con otras compañeras para ayudar a refugiar mujeres; las apoyan con trámites electrónicos como denuncias o actas, y realizan conversatorios virtuales, mesas de análisis y posicionamientos políticos. “Somos una red de asistencia. Tejemos solidaridad con otras organizaciones para ellas”, dice.
Hay otras formas de organización, como páginas feministas de trueques o colectivas que han estado entregando alimentos a las mujeres que lo necesitan.
Edith detalla que también difunden información, canalizan a las víctimas para la obtención de apoyo sicológico o, en el caso de la interrupción del embarazo, las acompañan legal y médicamente.
Hace un mes, a Mezcalina, artista que forma parte de la Lesbo Batukada, la buscó una amiga porque había encontrado a una mujer embarazada en Tlatelolco, quien no se pudo quedar en casa porque fue golpeada por su esposo. Después de llevarla al médico la acompañaron con su mamá, luego hicieron una colecta de dinero y víveres.
“Nos necesitamos vivas, nos cuidamos entre nosotras. Si a alguien le falta algo de comer, se lo hacemos llegar a su casa”, afirma Edith.
Lo que sucedió, dice, es que el virus visibilizó y complejizó una situación previa. “No hay mecanismos adecuados de atención inmediata y de emergencia cuando las mujeres están siendo víctimas”.
Según el Mapa de Feminicidios, de la investigadora María Salguero, en plena pandemia (del 16 de marzo al 30 de abril), 405 mujeres murieron violentamente en México. Además, de acuerdo con la Red Nacional de Refugios, aumentaron 80% las solicitudes de apoyo por violencia de género.
Ugarte comenta que durante la emergencia sanitaria también hubo un incremento en el hostigamiento y acoso sexual por redes sociales: “Es muy importante sacar las mejores lecciones, que no se vuelva a repetir una situación en la que las mujeres, por una emergencia social, sean las que tengan que pagar.
“Se profundizó la violencia contra nosotras, no hubo mecanismos adecuados del Estado para responder a este incremento de violencia”.
En ese sentido, Ana considera que después de la emergencia no va a existir una normalidad, pues el reto, afirma, será buscar nuevas formas de posicionar sus derechos.
“Van a volver las tamboras, nos van a volver a ver, porque por eso nos cuidamos en este confinamiento, por eso nos ‘acuerpamos’. No va a faltar ninguna, vamos a volver a salir todas juntas”, concluye Edith.