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En el municipio de Acolman, Estado de México, la Feria de la Piñata es una tradición decembrina que tiene 35 años. En esta época, 50 artesanos, en su mayoría mujeres, se dedican a vender coloridas y puntiagudas estrellas, así como otras figuras hechas de ollas de barro o periódico.
Las piñatas en México tienen un antecedente prehispánico: los mayas acostumbraban colgar una olla llena de chocolates amargos y trataban de romperla con los ojos vendados. Los mexicas, por su parte, festejaban el solsticio de invierno durante 20 días y dedicaban una ceremonia a Huitzilopochtli, narra para este diario Simón Allende Cuadra, cronista del municipio de Acolman.
El cronista de Acolman dice que estas artesanías son una mezcla mestiza que retomaron los españoles para juntarlas con las tradiciones de aquella península.
Allende Cuadra afirma que los Agustinos celebrarían las primeras posadas en el año de 1587, creando la primera piñata en el municipio de Acolman, la cual se rompió, según la tradición, nueve días antes de la celebración del nacimiento de Jesús.
Al principio, las piñatas se hacían con olla de barro, la cual fue despareciendo por los accidentes que se presentaban entre los niños y sustituida por papel periódico o cartón, señala Ángela Campos Ortiz, una de las 50 artesanas de Acolman.
En el convento de San Agustín de esta región, que data del siglo XVI, fue donde se dieron las primeras misas de aguinaldo. Después, Fray Diego de Soria impulsó que se generara el documento llamado la bula papal, en el que la Iglesia decretó el inicio de las posadas y que la creación de la primera piñata fuera reconocida en Acolman, argumenta en entrevista la historiadora de la UNAM y Directora de Fomento Turístico de este municipio, Sacnité Zarco Roldán.
De acuerdo con una nota publicada en EL UNIVERSAL en 2007, para este 2019 la tradición cumple 431 años y se ha declarado a Acolman como la cuna de las piñatas, coinciden cronista e historiadora.
Desde el inicio, las principales elaboradoras fueron mujeres, ya que “los hombres acostumbraban irse a trabajar, entonces ellas, para que no salieran de casa, se quedaban a hacer piñatas”, cuenta el cronista.
Añade que actualmente esta tradición perdura entre las féminas, pues esta actividad se les da más que a los varones.
Zarco Roldán las nombra “artesanas de la piñata”, ya que 95% de este grupo son mujeres. A las artesanías las llama así porque tienen más técnica en su elaboración e inversión, en comparación con las meramente comerciales.
Estas artesanas encuentran en las piñatas otra manera de vivir. Hay quienes trabajan los moldes desde enero, otras en abril y máximo en junio para tener una cantidad grande y así venderlas en la feria. Así, de octubre en adelante es cuando empiezan a forrarlas con papeles de colores.
Ángela Campos Ortiz, exenfermera y pensionada de 64 años, tiene un año haciendo piñatas. Inició cuando entró al curso impulsado por el municipio para conservar la presencia de artesanos.
Ella diseña cerca de 400 piñatas al año; antes su principal actividad era atender a su familia y el hogar.
Agustina Blanca Nava, de 55 años de edad, practica las artes plásticas y elabora 100 piñatas en 12 meses. Ella lleva 10 años trabajando e innovando a nivel artesanal, pero con el tiempo ha logrado su propio estilo.
Dice que le gustan los colores del arcoíris, y en cuanto a las formas prefiere plasmar flores grandes de Nochebuena.
Otro caso excepcional es el de Laura Guadalupe Nava Pérez, quien además de artesana se dedica al asesoramiento para pensionados. A sus 50 años, y con familia que siempre la espera en casa, ha encontrado la manera de dividir sus tiempos entre su profesión y el arte de hacer piñatas. Lleva seis años en el oficio, dominando las técnicas de olla de barro, cartón y papel periódico.
Laura dijo que durante todo el año hace piñatas de cartón, pero estas siempre son por solicitud por tratarse de personajes especiales de películas y cuentos, o bien, logos diseñados para una empresa. Sin embargo, las artesanas siempre optan por lo tradicional, pero variando en los picos, que pueden ser cinco, siete y hasta nueve.
Las personas entrevistadas durante la primera preventa de la feria coinciden en que para la elaboración de la piñata artesanal las habilidades de la mujer superan a las de los hombres. Las artesanas se comparan con los pocos artesanos: aseguran que su trabajo destaca en los detalles que agregan. Pero Ángela, Laura y Agustina argumentan que cualquiera puede hacer una piñata mientras exista un interés de por medio.
En la artista plástica Agustina Blanca influyó su abuela, dice, quien desde los seis años le enseñó a trabajar la base de olla. Y cuando tomó el taller, impartido por el municipio, mejoró su técnica, pero ahora con la piñata de papel.
Para las profesionistas Ángela y Laura, a quienes no les inculcaron desde pequeñas la creación de la piñata, su gusto nació por ser habitantes de este municipio.
Las dos piensan heredar la tradición a sus nietos, en el caso de la pensionada Campos; mientras que Laura Guadalupe y su esposo enseñan a su hijo, y ambos le ayudan a ella cuando saben que la venta será grande, como en temporada navideña.