Señor Director:
En su artículo del viernes 7 de septiembre el señor Hernán Gómez Bruera cita tres opiniones mías, las sustrae del contexto en el que se difundieron y se toma la licencia de sugerir que las preocupaciones que he expresado, en coincidencia con otros comentaristas, se deben a la restricción de la publicidad oficial anunciada por el presidente electo. Se equivoca.
Cuando Andrés Manuel López Obrador se opuso a que fuera transmitida una serie de televisión sobre el populismo latinoamericano consideré que promovía la censura previa. Aunque no se trataba de una autoridad, al inhibir la transmisión de ese programa impedía que la sociedad conociera mensajes que podían ser de interés público.
Cuando varios periodistas fueron despedidos en algunos medios, en Twitter circularon comentarios que atribuían esas decisiones a presiones del equipo de López Obrador. Escribí entonces, en efecto, que sería muy grave si esas destituciones se debían a tal circunstancia. Allí hay una conjunción condicional o, como dice el Diccionario de la RAE, “una condición o suposición en virtud de la cual un concepto depende de otro”. Mantengo esa presunción.
Más recientemente, con motivo de la salida de varios colaboradores de Reforma, estimé que la causa principal no era financiera sino política “por temor a la intolerancia del nuevo gobierno”. Las descalificaciones del presidente electo a ese y otros periódicos son parte de tal actitud. Me parece que la ausencia de voces críticas en la prensa no amerita justificaciones ni circunloquios, sino una reflexión muy seria acerca del papel del periodismo como fuente de contrapesos y de versiones distintas a las del poder político.
Gómez Bruera sugiere que opiniones como las mías se deben a que próximo gobierno “recortará los sueldos de un buen número de directores, editores y columnistas”. Si cuenta con evidencias de funcionarios editoriales a sueldo del gobierno, haría un gran servicio a la transparencia y a la democracia publicando esos datos.
Desde hace años he considerado que la publicidad oficial, fuente de una insalubre subordinación de la prensa al poder político, debiera desaparecer por completo. A cambio el Estado podría crear un fondo para el sostenimiento del periodismo de calidad con recursos equivalentes a una pequeña porción del actual gasto publicitario y que se asignarían sólo de manera temporal.
No es la ausencia de dinero público lo que me preocupa, sino la intolerancia del presidente electo con los medios que no se dedican a aplaudirle y la respuesta, entonces, de empresas de comunicación que atemperan o modifican sus políticas editoriales para no incomodar al nuevo gobierno.
En su ahínco para disculpar y justificar al presidente electo, Gómez Bruera se empeña en etiquetar y descalificar, pero no en comprender apreciaciones críticas como las mías y las de muchos otros comentaristas. El licenciado López Obrador merece mejores intercesores.
Atentamente
Raúl Trejo Delarbre
Respuesta del articulista
Apreciable Sr. Trejo: Si no le gusta que me refiera a un periodismo de “presunción”, que escribe usted en condicional, considere abocarse a un periodismo de hechos, que escasea y buena falta hace al país. Gracias por su atención.
Hernán Gómez Bruera