nacion@eluniversal.com.mx
Carmen enseña los expedientes de los niños que ha atendido durante once años en la estancia infantil que dirige. Como una madre que presume los regalos que sus hijos le han dado, muestra fotografías, dibujos y tarjetas obsequiados por sus alumnos.
“Nos somos improvisadas, tenemos preparación”, asegura al abrir un expediente con la fotografía de un niño con síndrome de Down. Carmen, quien prefiere omitir sus datos por miedo a represalias, es directora de una estancia infantil ubicada en la colonia Guerrero, en la Ciudad de México.
Desde diciembre no recibe el apoyo otorgado por la Secretaría de Bienestar como parte del Programa de Estancias Infantiles para Madres Trabajadoras. Ante la disminución del apoyo, despidió a dos auxiliares educativas y a una persona de intendencia, porque no tenía dinero para costear sus sueldos.
La estancia infantil de Carmen es una de las 9 mil 300 guarderías que forma parte de este programa, el cual tuvo una disminución de 50% en su presupuesto, recorte por el cual desde diciembre del año pasado estos lugares no reciben el subsidio, debido a que la Secretaría de Bienestar no ha emitido las reglas de operación para este programa que brinda servicios de guardería para padres de familia que no tienen acceso a instituciones de seguridad social.
“Esto no es un negocio, lo hago por vocación”, señala la mujer de 60 años, mientras muestra las instalaciones de la guardería en la que atiende a 23 menores, de los cuales cuatro son lactantes y dos tienen alguna discapacidad.
Los niños llegan antes de las ocho de la mañana y se van a las cuatro de la tarde, se les sirve desayuno, así como una colación de frutas y comida. Durante el tiempo que permanecen en la estancia realizan actividades: dibujan, aprenden los colores, el alfabeto, incluso reciben clases de inglés.
Comenta que los padres de los niños que cuida son, en su mayoría, vendedores ambulantes, aunque otros no cuentan con un trabajo ni ingreso fijo. Drogadicción, alcoholismo y hacinamiento son algunas de las problemáticas a las que los menores están expuestos en sus hogares.
“Están mejor aquí que en sus casas. Dice el gobierno que los abuelos cuiden a los niños, pero ellos no pueden con los niños, necesitan atención especializada, sobre todo los que tienen alguna discapacidad”, enfatiza.
Carmen teme que de continuar sin el apoyo gubernamental, dejará de recibir niños y despedirá más personal, porque “el dinero no alcanza”.
“Tan sólo de comida me gasto 4 mil pesos a la semana, hay que darles una dieta balanceada, porque es parte de la atención que brindamos, son 2 mil 500 pesos de predio, 2 mil de luz, otros 2 mil de agua, ¿de dónde saco el dinero?”, lamenta.