Un año y ocho meses después de que Rusia invadiera Ucrania, el cansancio frente al conflicto y las grietas son ya visibles. El anuncio, por parte de Polonia, de que dejaría de proveer ayuda militar a Ucrania es la muestra más reciente.
Polonia ha sido el aliado más firme de Ucrania desde el inicio de la guerra, pero el veto a las importaciones de cereal ucraniano por parte de algunos países europeos, junto con la decisión de Rusia de poner fin al acuerdo que permitía a Ucrania exportar sus cereales a través del Mar Negro, ha puesto en jaque a Kiev y llevado al presidente Volodimir Zelensky a denunciar en Naciones Unidas lo que considera “hipocresía” de países que se dicen aliados de Ucrania, pero prohíben la compra de cereal ucraniano. El enojo polaco por lo que llama una actitud “desagradecida” de Zelensky terminó con éste en Polonia, agradeciendo la ayuda invaluable del país.
La tormenta perfecta se le junta a Zelensky: el hartazgo frente a la guerra y la petición de ayuda de Ucrania crece, como dejaron ver los republicanos durante su reunión con el líder ucraniano. Cada vez resulta más difícil al presidente Joe Biden lograr la aprobación de los paquetes de ayuda a Ucrania, sin importar cuánto hablen él y el ucraniano de que una victoria de Rusia en Ucrania no sólo es la derrota de este país, sino una amenaza para la seguridad mundial.
El invierno se acerca y con él, la subida de precios de cereal. Frente a los reclamos ciudadanos y del sector campesino que critican que no pueden competir con los precios ucranianos, países europeos no han visto otra solución que poner por encima la producción nacional, frente a la ucraniana. La prohibición rusa impide a Ucrania sacar su grano también por el mar Negro. Considerando que Ucrania representa 10% del mercado mundial de trigo, 15% de maíz y 13% de cebada, estos factores implican, por un lado, la amenaza de hambruna, de aumento de precios y, para Ucrania, perder una fuente gigantesca de ingresos.
Estados Unidos está ya metido más que de lleno en las elecciones de 2024, y eso vuelve a los políticos estadounidenses menos generosos y más preocupados por satisfacer a los estadounidenses que por ayudar a un país en guerra, sin importar lo que el triunfo de Rusia les pueda representar. No es el único. Polonia misma enfrenta elecciones parlamentarias el 15 de octubre y el panorama no es muy alentador para el partido en el gobierno. La oposición avanza, con un discurso centrado, en parte, en el impacto negativo que está teniendo para el país la ayuda a Ucrania.
Cansar al enemigo es un juego que se le da bien a Vladimir Putin, que sabe que la proximidad del invierno le representa una ventaja y comienza a arreciar sus ataques en suelo ucraniano. Después de los retrocesos que ha sufrido, del doloroso golpe a su orgullo que ha representado la resistencia ucraniana, quiere la revancha. La situación política europea, con países enfrentando crisis migratorias, o gobiernos inestables, está jugando a su favor.
Los aliados de Zelensky saben que mantener el apoyo a Kiev y evitar que Ucrania sea aplastada es en su propio beneficio. Pero en medio de la incertidumbre, del enojo ciudadano, la llegada de miles de migrantes, apremia lo nacional y están apostando a ello. Para Zelensky no son buenas noticias. Entre más se extienda el conflicto, más difícil será mantener la unidad y la ayuda extranjeras. La amarga noche se viene sobre el ucraniano.