“Finalmente, Ucrania está unida… Esta es nuestra victoria”. Aquel discurso, que Volodimir Zelensky pronunciara al final de la sátira televisiva que protagonizó en 2019, donde representaba a un maestro que terminó convertido en presidente, se convirtió en el presagio de lo que vendría para él, y para el pueblo ucraniano.
En abril de 2019, transcurrido apenas un mes del final de la serie “Servidor del Pueblo” que lo impulsó a la fama, Zelensky llegó a la presidencia de Ucrania, con más de 73% de los votos, con la misma promesa que hiciera en el programa: combatir la corrupción.
En un país agobiado por, y cansado de la corrupción, el discurso de Zelensky, su popularidad, y el ser una figura totalmente a la política fueron la combinación perfecta que los ucranianos prefirieron antes de votar por los políticos de siempre.
Incluso antes de anunciar su candidatura, ya era el favorito en todas las encuestas. Y su programa le sirvió de perfecta plataforma de campaña, con sus reflexiones sobre la crisis de credibilidad en el país y las acusaciones contra el liderazgo político, incluyendo el mismo presidente, Petro Poroshenko.
Nacido en 1978, hijo de padres judíos, el “profesor”, como se le llamó por su papel en la serie, el Zelensky de la vida real se graduó en Derecho, pero nunca ejerció la profesión porque descubrió que su verdadera pasión era la comedia.
Al ver el éxito que tenía la serie lanzada en 2015, allegados a la productora Kvartal 95 creada por Zelensky decidiera crear un partido político con el mismo nombre que el programa: “Servidor del Pueblo”.
Tras anunciar su candidatura, Zelensky aseguró que su intención era “limpiar la política”, llevar “personas decentes al poder”, transformar a fondo el establishment político. Las palabras que los ucranianos querían oír.
Pero saltar de la comedia a la presidencia tenía sus riesgos. A nivel interno, se enfrentó con el rechazo del Parlamento a varias de sus propuestas, entre ellas la de reintroducir la responsabilidad penal por enriquecimiento ilegal.
A nivel exterior, Zelensky, casado, padre de dos hijos, se enfrentó con la realidad de no ser tomado muy en serio por los demás líderes políticos europeos.
La transcripción de una llamada con el entonces presidente estadounidense, Donald Trump, lo sumió en un escándalo cuando se reveló que Trump lo había presionado para que investigara los negocios de Hunter Biden, hijo del exvicepresidente Joe Biden, con una compañía de gas natural ucraniana, y si éste último había influido para remover al fiscal ucraniano que investigaba a la compañía de gas. Zelensky aseguró no haber cedido.
Su mayor desafío vino del lado del conflicto con Rusia. Además de la crisis en los territorios separatistas de Donetsk y Lugansk, que declararon su independencia en 2014, tras la anexión de Crimea por parte de Rusia y desde entonces se han enfrentado con las fuerzas ucranianas -con saldo de más de 14 mil muertos hasta ahora-, el gobierno de Vladimir Putin desconfiaba de él por su apoyo al movimiento nacionalista Euromaidán, que culminó con el derrocamiento, en 2014, del presidente Víctor Yanukovich, del prorruso Partido de las Regiones.
Aunque algunos llegaron a tacharlo de ser prorruso por negarse a atacar el idioma ruso (que él domina a la perfección) en Ucrania, o a prohibir artistas por sus opiniones, políticas, en abril de 2019 se pronunció a favor de la “descomunización” de Ucrania y apenas dos meses después de iniciada su presidencia, Ucrania aprobó en julio de 2019 la controvertida Ley de Idiomas, que prioriza el ucraniano en la vida pública.
El rompimiento se volvió total con la solicitud de Ucrania de unirse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), algo que Putin considera una “amenaza a la seguridad nacional”.
Putin acusó a Zelensky de ser un “títere de Estados Unidos y la OTAN”; el ucraniano tachó al líder ruso de “enemigo”.
La estatura de los líderes se mide en los momentos de crisis. Y la invasión rusa en Ucrania ha sido el punto de inflexión para Zelensky. Quienes por meses se quejaron de la elección de un cómico como presidente hoy elogian su liderazgo de guerra.
Horas antes del inicio de la invasión, se dirigía a los rusos en su idioma para subrayar que Ucrania “quiere la paz”, pero que el país “sabría defenderse”.
El mandatario ucraniano decidió quedarse en Kiev, desde donde no ha parado de tuitear, de enviar mensajes a la nación. Tampoco ha dudado en presionar a los gobiernos occidentales por más apoyo. Del “nos dejaron solos” al “necesito municiones, no un aventón” ante la oferta de evacuación de Estados Unidos, ha logrado el envío de más apoyo militar y sanciones que hoy incluyeron cortar el acceso de algunos bancos rusos al sistema SWIFT.
El otro efecto ha sido elevar la moral de los ucranianos. Del “aquí me quedo” al “no depondremos las armas”, su llamado a defender la capital caló hondo entre los ucranianos, que salieron a defender las calles a cualquier precio, en una lucha que ha sido descrita como la de David contra Goliat.