Ya pasaron cinco meses de aquel día del horror, y , de 90 años, todavía lo recuerda a la perfección y con dolor. Esa mañana, dos atacantes de entraron a su casa en el kibutz Nir Oz durante el asalto feroz del grupo terrorista contra del 7 de octubre. Durante toda la recorrida por esa comunidad, se llevaron a ocho de sus familiares como rehenes; dos de ellos, sus nietos, siguen cautivos en Gaza.

Aquella mañana, los atacantes tocaron la puerta, entraron y le preguntaron a Ester dónde estaba su familia, a lo que ella respondió: “Yo no tengo familia. ¿No ves? Andá y chequeá la casa”. La mujer no hizo ninguna alusión a la cena grupal que había tenido horas antes en ese kibbutz junto a 19 familiares, un grupo de argentinos radicados en Israel en la década de 1980.

“Vos venís conmigo, acá no va a quedar gente. Todo esto va a ser fuego”, la amenazaron. Ella mantuvo la calma y le dijo que era difícil comunicarse porque hablaban distintos idiomas; ellos, árabe y ella un hebreo muy básico. “Yo hablo en argentino, en castellano”, les dijo.

“¿Qué es Argentina?”, le respondió uno de los atacantes. “¿Vos mirás fútbol? Yo soy de donde es Messi”, dijo Esther.

“¡Messi! ¡A mí me gusta Messi!”, fue la reacción eufórica del joven, y cambió el clima en la casa.

Entonces sucedió una escena surreal. El atacante la agarró del hombro, le dio su rifle y se sacaron una foto. En la imagen se la ve a Ester sentada, su pelo canoso, con un vestido blanco y negro, la escopa sobre su regazo sostenida por una mano y dedos en V en la otra. Él, encapuchado, con una bandera palestina bordada en su remera, y un dedo levantado.

“Entonces se fueron”, rememora Esther en un nuevo documental sobre la masacre, Voces del 7 de octubre, enfocado en sobrevivientes de habla hispana, producido por la organización Fuente Latina y dirigido por Tony Hernández.

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“Ahora espero que si él [Messi] sabe que yo lo mencioné y por él me salvé, ahora pediría por mis nietos que están encerrados, le pediría que por favor ruegue por Dios que se lo mande a él. Que trate de sacarlos, porque son chicos que valen oro”, pide Esther.

Ocho de los 20 familiares que cenaron juntos el 6 de octubre fueron secuestrados a la mañana siguiente, igual que otras 232 personas en el sur de Israel. Y de los ocho rehenes, dos siguen cautivos en Gaza cinco meses después: David y Ariel Cunio, esos nietos que “valen oro”.

David fue secuestrado junto con su esposa, Sharon Alony Cunio, y sus hijas gemelas, Yuli y Emma, de tres años, quienes luego fueron liberadas a cambio de prisioneros palestinos. A Ariel, su hermano, se lo llevaron junto a su novia, Arbel Iud.

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“Pelea por mí. No te rindas”, contó una vez liberada Sharon Alony Cunio sobre las últimas palabras que escuchó de parte de su marido. “Por favor, grita lo que yo no puedo gritar. Estoy aterrorizado”, le dijo. Según recordó, él estaba delgado y frágil, además de herido en una pierna.

Según Israel, 130 rehenes siguen cautivos en Gaza, de los que 31 habrían fallecido. La liberación de estas personas forma parte de las negociaciones por un acuerdo entre el gobierno de y Hamas, que incluiría además un cese al fuego, la excarcelación de palestinos detenidos en Israel, así como la entrada de más ayuda humanitaria.

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