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Odessa, Ucrania.— Los cadáveres de los niños yacen en una fosa larga y estrecha cavada en la tierra fría de Mariupol, con el sonido constante de bombardeos de fondo. Está Kirill, de 18 meses, quien no sobrevivió a heridas de metralla en la cabeza. También Iliya, un chico de 16 años a quien una explosión durante un partido de futbol en una escuela le voló las piernas. Hay una pequeña de no más de seis años en pijama, quien fue una de las primeras niñas fallecidas por los bombardeos rusos en esta región.
La destrucción en Mariupol, bajo asedio ruso desde hace 16 días, es “colosal” y se calcula que 80% de las viviendas han quedado destruidas, mientras 30 mil personas han logrado abandonar la ciudad los dos últimos días con su propio transporte, de acuerdo con el ayuntamiento.
Los ucranianos que han podido huir de ahí afirman que se trata de un verdadero “infierno” en la Tierra.
Mientras las fuerzas rusas atacan la ciudad, familias cuentan que tuvieron que derretir nieve para beber agua mientras escaseaba la comida y no había suministro eléctrico.
“Cuando llegó la nieve, la recolectamos y la derretimos para el agua. Cuando no, hervimos agua del río para beberla”, dijo Tamara Kavunenko, de 58 años. “En las calles están los cuerpos de muchos civiles muertos”, agregó, antes de sentenciar: “Ya no es Mariupol. Es el infierno”.
Dima narró que no se ha bañado dos semanas. En su tercer intento, llegó el martes a Zaporizhia con su mujer y dos hijos, explicó a la AFP. Para alimentar a los niños y a sus abuelos, dijo que tuvo que saquear tiendas en busca de comida. “Vivíamos bajo tierra y si hacía -4º era una buena temperatura”, dijo, mientras alza su pierna para mostrar que lleva tres pantalones para tener calor: “A veces, había cuerpos en la calle durante tres días”.
De acuerdo con la BBC, en diferentes sitios de la ciudad hay escondidas unas 400 mil personas. La medicina escasea. “Algunos desarrollaron sepsis por los trozos de metralla en su cuerpo”, dijo a la cadena británica Anastasiya Ponomareva, una maestra de 39 años, sobre un refugio en el que estaban hacinadas cientos de personas, que casi no tenían para comer.
La situación es desesperada y una muestra de la devastación que la invasión rusa está dejando en el país. Mariupol está rodeada de soldados rusos, que lentamente exprimen toda la vida de la urbe a fuerza de bombardeos.
Marina, una voluntaria de la Cruz Roja de Zaporizhia, declaró que los evacuados llegaban en muy mal estado. “Estaban cansados, enfermos, llorando”, dijo. El centro comercial les brinda ahora un techo y la posibilidad de bañarse. “Nos ocupamos de ellos (...) Todo está listo para ellos”.
La única manera de escapar era con un coche privado. Muchos de los que llegaron narraron que no podían salir de los refugios por los bombardeos y que encontraron la manera de viajar, por suerte, porque tampoco había señal de teléfono o de internet.
Fue en esta ciudad donde el miércoles fue atacado un teatro donde según autoridades ucranianas se refugiaban más de mil civiles. El refugio antiaéreo resistió el ataque y gracias a eso, sobrevivieron. Otros no han tenido tanta suerte.
Un padre de dos niños declaró que logró captar la señal tras encender la radio, por lo que tuvo información sobre el corredor humanitario. Mientras abrazaba a su hijo pequeño, Dmitry dijo que pasaron “nueve o 10 días” escondidos en el teatro de Mariupol, que fue bombardeado según Kiev por las fuerzas rusas.
Durante 10 días, el sótano del teatro fue un refugio para Kate, una nativa de Mariupol de 38 años, y su hijo, de 17, indicó la BBC. Mientras continuaba el ataque implacable de Rusia, Kate dijo que los edificios alrededor del teatro habían sido dañados o destruidos. “Sabíamos que teníamos que huir porque pronto sucedería algo terrible”, dijo.
Según el embajador ruso ante la ONU, Vasili Nebenzia, todas las informaciones aparecidas en medios occidentales sobre el bombardeo a edificios civiles de Mariupol ocultan el hecho de que en ellos se habían supuestamente atrincherado miembros del ultraderechista Batallón Azov.
Los ataques en Mariupol también alcanzaron una maternidad, el departamento de bomberos, casas, una iglesia y un terreno junto a una escuela.
Quedan en la ciudad cientos de miles de personas que no tienen a dónde ir. Las carreteras de la zona han sido minadas y los puertos están bloqueados. Se acaba la comida y los rusos impiden la llegada de alimentos. Algunos padres dejaron sus hijos en el hospital, tal vez con la esperanza de que tengan más probabilidades de sobrevivir en el único sitio que queda con suministro decente de luz y agua.
Hay muertos por todos lados. Las autoridades locales llevan contabilizados 2 mil 500, pero la cifra no incluye los que no han podido ser contados por los bombardeos. “Claramente tienen la orden de mantener a Mariupol como rehén”, declaró el presidente Volodimir Zelensky el 10 de marzo.
Serhiy Orlov, vicealcalde de Mariupol, teme que lo peor está por venir: “Nuestros soldados lucharán hasta la última bala (...) pero la gente se está muriendo por falta de agua y de comida. Sospecho que en los próximos días habrá cientos de muertos, si no miles”.