La candidata presidencial demócrata, Kamala Harris, estuvo en el programa de Oprah Winfrey el jueves pasado y la actriz Meryl Streep le hizo una pregunta clave que en realidad Harris no respondió: “¿Qué va a pasar si [el candidato presidencial republicano, Donald] Trump pierde y no acepta su derrota?”.

En cualquier otro momento en la historia de Estados Unidos, se podría considerar una pregunta fuera de lugar. Hasta las elecciones de 2016, el candidato o la candidata perdedora podía reclamar si consideraba que había habido errores en algún estado, o en algunos estados, pero resueltos los reclamos, si perdía, reconocía su derrota y a lo que sigue. No desde 2020. A pesar de que uno tras otro tribunal ratificaron la victoria del demócrata Joe Biden, Trump no lo aceptó —sigue sin aceptarlo—, alegó un fraude inexistente e hizo lo que hasta ese momento era impensable en EU: arengar, como presidente, a una multitud, que terminó irrumpiendo en el Capitolio el 6 de enero de 2021, amenazando con asesinar a legisladores, al vicepresidente republicano Mike Pence, convencida de que le estaban arrebatando el triunfo a Trump.

La policía del Capitolio intervino para sacar a la gente y el asalto terminó con cinco personas muertas. La democracia y las instituciones prevalecieron, pero la imagen del recinto legislativo del país más poderoso del mundo bajo ataque permanece, como un recordatorio de que cualquier democracia puede caer, atizada por la gente en el poder, por aquellos que, se supone, juraron defenderla. Es el caso de Trump.

Por eso, la pregunta de Streep es más que válida. ¿Qué pasará si Harris gana y él no lo reconoce? La sociedad estadounidense está profundamente dividida. Las encuestas colocan a los candidatos en empate técnico. Así, si llegara a perder el republicano, la mitad de los estadounidenses podría convencerse, animada por Trump, en que le hicieron fraude para impedirle regresar a la Casa Blanca. Las acusaciones de Trump sobre que el voto por correo es fraudulento, y sus advertencias de que si no gana puede haber un “baño de sangre”, atizan un fuego que puede arder una vez se anuncien los resultados.

Biden asumió la presidencia el 20 de enero de 2021 consciente del polvorín que dejaron Trump y el asalto al Capitolio, con la promesa de defender la democracia y sanar las heridas de la división.

Sin embargo, tres años después, la división se mantiene. Millones de estadounidenses lo siguen y creen ciegamente lo que él les dice. Para esos estadounidenses, los dos intentos de asesinato que ha sufrido Trump son la prueba de que es un “candidato incómodo” del que el poder quiere deshacerse a como dé lugar, y al que hay que defender a cualquier precio.

“Estaremos listos”, respondió Harris. Alegó que muchos estadounidenses que votaron por Trump consideraron que éste cruzó la línea roja con el asalto al Capitolio y no están dispuestos a seguirlo apoyando.

Ojalá tenga razón, y la democracia prevalezca, por sobre la ira de Trump y de todos sus fanáticos. Por el bien de la democracia, por el bien de todos los países que ven a Estados Unidos como un ejemplo, ojalá tenga razón.

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