Madrid.- El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, decidió este lunes convocar elecciones generales para el próximo 23 de julio, en pleno verano y con el semestre de presidencia española de la Unión Europea (UE) recién estrenado, lo que supone una decisión inesperada tras el severo correctivo que han sufrido los socialistas en las elecciones municipales y autonómicas de ayer.
El momento en el que Sánchez ha decidido la convocatoria de elecciones generales está plagado de circunstancias sin precedentes en España: primera vez que se convocan unas generales en plenas vacaciones de verano -nunca las ha habido en julio o agosto-; primera vez que unas elecciones municipales y regionales provocan un adelanto electoral tan rápido; primera vez que España va a presidir la UE en pleno proceso electoral...
El primer efecto del anuncio de adelanto electoral ha sido inmediato, ya que, en el debate político y periodístico, ha quedado relegada a segundo plano la amplia victoria de los conservadores del Partidos Popular (PP) en municipales y autonómicas, el hundimiento de los socialistas y de Unidas Podemos, socios del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en el Gobierno nacional de izquierdas. También el papel de la formación Sumar, liderada por la vicepresidenta segunda del Ejecutivo español, Yolanda Díaz, y el crecimiento de la ultraderecha de Vox... Sánchez cambia el paso a todos, pero con una estrategia de altísimo riesgo.
El 1 de julio España asume por quinta vez la presidencia de la Unión Europea y lo hará con un gobierno de coalición liderado por un socialista. Tras el anuncio de adelanto electoral, las instituciones europeas tendrán que esperar al menos hasta agosto para saber quién dirige el Consejo de la Unión al final de ese semestre, de qué color será ese gobierno, qué prioridades tendrá...
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El primer descolocado por la decisión de Sánchez será el propio partido socialista que, tras salir malparado de la cita electoral de este domingo, con algunos de sus líderes fuera de juego y otros responsabilizando directamente a Sánchez de sus derrotas, deberá poner en marcha contra reloj una maquinaría electoral que no parece precisamente engrasada. La confección de las listas, proceso siempre complicado dentro de los partidos, promete ser en esta ocasión especialmente complicada, con territorios en los que, vistos los resultados de ayer, no será fácil que se acepten pacíficamente las órdenes de la Ejecutiva del PSOE.
En cuanto al PP, sus dirigentes dan por hecho desde que se conocieron los resultados de ayer que el tiempo de Pedro Sánchez en el Gobierno se ha acabado y creen que el presidente actúa a la desesperada ante lo inevitable. Es muy probable que una de las ideas de Sánchez al jugar así con los tiempos haya sido que los españoles, en plena campaña electoral, tengan muy fresca -y la izquierda se esforzará en que así sea- la imagen de los dirigentes locales y autonómicos del PP llegando a acuerdos con Vox para poder gobernar ayuntamientos y comunidades.
Si Sánchez ha llamado la atención a todos, la primera en aceptarlo ha sido Yolanda Díaz, quien ha respondido que asume el reto que supone concurrir a unas elecciones generales con un proyecto sin cerrar y con sus aliados debilitados en autonómicas y municipales. Las tensiones con Unidas Podemos deberán solucionarse en tiempo récord, los diez días que da la ley electoral para formalizar las coaliciones que concurrirán a los comicios.
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