Tiflis, 23 abr (EFE).- El pequeño patio de un hotel en el centro de Tiflis se ha convertido estos días en uno de los pocos lugares de entendimiento y solidaridad entre rusos y ucranianos, cuyos lazos centenarios fueron rotos por la ofensiva de Moscú en el vecino país.
"Mi novio es ucraniano y amo ese país, no podíamos quedarnos indiferentes y no ayudar a esa pobre gente", cuenta a Efe la joven rusa María Bélkina, propietaria junto con sus padres de "Gvino Minda!" (“¡Quiero vino!”).
Decenas de los miles de refugiados que llegaron a Georgia huyendo de los combates en Ucrania acuden a este hotel cada día en busca de ayuda, que reparten unos 15 voluntarios, la mayoría de ellos rusos.
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La fachada de "Gvino Minda!" está presidida por dos banderas, una de Ucrania y otra de Georgia.
Esta combinación es desde hace semanas muy habitual en el país caucasiano, que acoge a cerca de 30.000 refugiados ucranianos y también a aquellos rusos que han decidido abandonar su país tras el comienzo de la guerra en Ucrania.
Y es que Georgia, que ha sufrido en carne propia las consecuencias de una guerra con Rusia, la que estalló en 2008 y acabó con la pérdida de control de Tiflis sobre las regiones de Abjasia y Osetia del Sur, se solidariza con Kiev en todas las plataformas internacionales y envió cientos de toneladas de ayuda humanitaria al país eslavo.
A la vez, Tiflis ha evitado sumarse a sanciones económicas contra Rusia por temor a las consecuencias a largo plazo que puedan tener estas para su economía y seguridad nacional.
"Llegué con mis padres a Georgia hace cuatro años. Vinimos como turistas y nos gustó tanto que decidimos mudarnos a este país", dice Bélkina, que forma parte de la organización "Voluntarios de Tiflis", con miles de seguidores en redes sociales.
La otrora moscovita recuerda que cuando comenzó la ofensiva rusa, varias familias de ucranianas se encontraban de vacaciones en su hotel.
"Se quedaron, pues ya no tenían adonde volver", cuenta la muchacha.
Al principio, los dueños del hotel solo ayudaban a las familias que ya estaban bajo su techo, pero ante el creciente número de refugiados que comenzaron a llegar a Tiflis, comprendieron que había que ampliar la iniciativa.
Iván, uno de los voluntarios rusos que ayudan ahora a refugiados ucranianos, cuenta a Efe que llegó a Tiflis después del inicio de la operación militar rusa en Ucrania.
"El Gobierno georgiano ayuda mucho a los refugiados, pero nosotros decidimos poner nuestro granito de arena también", dice.
Cada día los georgianos donan fondos a Voluntarios de Tiflis y ofrecen ayuda en forma de alimentos, medicamentos y productos de primera necesidad.
Bélkina sube a diario a un gran todoterreno conducido por su padre y juntos van al mercado para comprar alimentos que después de las tres de la tarde reparten entre los refugiados.
Para entonces, cerca de 40 o 50 personas se reúnen ya en el improvisado centro de ayuda en el centro de Tiflis.
"Me he tomado muy a pecho esta guerra. No me quedan lágrimas ya de lo mucho que lloré, pero ahora lo importante es seguir ayudando a los ucranianos todo lo que podamos", dice.
Aparte de alimentos, los voluntarios rusos ayudan a los ucranianos con asesoría jurídica y les dan consejos acerca de la posibilidad de alquiler de una vivienda o recibir un subsidio estatal.
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Una de las refugiadas que ha acudido en busca de ayuda es Svetlana, quien llegó a Tiflis de la devastada ciudad ucraniana de Mariúpol junto con su hijo.
"Tuvimos suerte, nuestra casa no fue destruida, pero estuvimos un mes sin agua, luz o gas", cuenta con una voz silenciosa.
Svetlana dice que salió de Mariupol por un corredor humanitario organizado por las tropas rusas al territorio controlado por separatistas prorrusos del Donbás y de ahí, a Rusia.
"Nos estuvieron interrogando mucho, tomaron nuestras huellas dactilares, verificaron si teníamos relación con autoridades ucranianas o militares", recuerda y se alegra de que finalmente pudieran seguir su camino para llegar primero a Krasnodar, luego a Vladikavkaz, en el sur de Rusia, y de ahí, a Georgia.
Reconoce que se sienten a gusto en Georgia ahora, donde planean quedarse "al menos medio año".
A su vez, Olga, de 27 años, dice que espera poder volver pronto a Kiev , "cuando termine toda esa locura".
Los voluntarios rusos dicen que en Georgia no tienen impedimento alguno para pronunciarse abiertamente contra las acciones militares en Ucrania.
"Aquí en Georgia no tenemos malentendidos (con los ucranianos), pues yo digo abiertamente que estoy en contra de la guerra", señala Iván, oriundo de la ciudad siberiana de Tiumén.
El joven asegura que muchos conocidos suyos comparten esa opinión, pero los que viven en Rusia no se atreven a reconocerlo públicamente.
Mientras, Bélkina, la impulsora de la iniciativa, dice que ha reducido los contactos con sus conocidos de Moscú, porque no son capaces de "juzgar bien" al estar "sometidos a la propaganda".
ayef