El presidente ruso, Vladimir Putin , anunció este miércoles su decisión de movilizar “parcialmente” a 300 mil reservistas rusos para la guerra en Ucrania . Según él, se trata de una respuesta a lo que llamó “chantaje nuclear” de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El presidente de Rusia dijo en undiscurso que existe un chantaje nuclear de la OTAN para “destruir” a Rusia y bajo la doctrina rusa, eso abre la posibilidad al uso de armas nucleares. El mandatario sabe perfectamente lo que significaría el uso de un arma nuclear.
Pocas veces Rusia ha movilizado a sus reservistas: en la guerra contra Afganistán -en la década de los 80-, en Chechenia, en la Segunda Guerra Mundial.
Pero por lo pronto, Putin y el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, dijeron que los reservistas no serán enviados a combatir en territorio ucraniano, sino a la frontera rusa con Ucrania, que se extiende por mil kilómetros.
Se trata, a una primera vista, de un mensaje, frente a las fanfarrias de países de Occidente ante la avanzada ucraniana, que en las últimas semanas recuperó territorios como el de Kharkiv, es un modo de decir: aquí estamos, no hemos usado la mayoría de nuestras fuerzas y estamos dispuestos a mantenernos, y fortalecer la ofensiva, el tiempo que sea necesario.
Sin duda, la fuerza militar rusa es mucho más poderosa que la ucraniana. Por esa misma razón, no sienta bien entre el liderazgo ruso que se diga que los ucranianos han resultado ser el David frente al Goliat y que se considere el avance de las fuerzas de Kiev como señal de debilidad rusa. Lo cierto es que, si bien la guerra no ha salido como Putin habría querido, en gran medida por el apoyo que Occidente ha dado a Ucrania en armas, tampoco está, ni de lejos, Rusia cerca de una derrota.
Más preocupante, de momento, son los referéndums que los prorrusos anunciaron el martes en cuatro regiones ucranianas: Donetsk, Lugansk -territorios separatistas-, Khersón y Zaporiyia. Sobre todo con el antecedente de Crimea.
La comunidad internacional de inmediato condenó los anuncios. Pero terminadas las consultas, dirigidas a que la gente diga si quieren anexionarse a Rusia , Moscú podrá anunciar esos territorios como suyos, escalando el conflicto a un nivel crítico.
En ese momento, la pelota quedará del lado de Occidente. ¿Serán esas anexiones motivo para que eleve la apuesta militar contra Rusia? Está por verse.
Tampoco es fácil para Occidente tomar una decisión que escale el conflicto. Tanto Europa, como Estados Unidos, tienen problemas graves y urgentes qué resolver: de la inflación a los problemas del gas, en suelo europeo; de los elevados precios a las elecciones intermedias, en Washington, la atención está concentrada en esos ámbitos, y será difícil que se desvíe a otros. A menos, que no haya más remedio.
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agv