Madrid.— Juan Díez Nicolás tiene 80 años, está jubilado y vive solo. Pero eso no significa que se sienta aislado o inactivo. “Tengo amigos en 70 países y tanto trabajo que debo renunciar a algunos compromisos”, explica a EL UNIVERSAL.

Este investigador español, premio Nacional de Sociología y con infinidad de cargos académicos y políticos a sus espaldas, encarna a la perfección la conclusión de sus estudios: “Vivir solo no es sentirse solo. Una soledad productiva y voluntaria puede ser enriquecedora”.

Díez es, junto con María Morenos Páez, autor de La soledad en España (2015), el mayor estudio sobre el tema en el país. “Me interesaba porque cada vez más gente estaba viviendo sola”, explica.

Su conclusión es que la soledad no es una epidemia, como se ha vuelto recurrente señalar, sino una circunstancia de las sociedades contemporáneas con la que los seres humanos deben acostumbrarse a convivir.

Su trabajo reveló que 20% de los españoles viven solos, pero 60% de ellos asegura hacerlo por voluntad propia.

“La sensación de soledad no es fruto directo de vivir solo. Puede ser una consecuencia, pero en el estudio documentamos que se siente sola también mucha gente que vive acompañada”, explica.

Esa sensación de aislamiento puede deberse a las grandes responsabilidades, por ejemplo en familias con problemas económicos, o en individuos con profesiones en entornos competitivos, caso de los ejecutivos o los políticos.

A pesar de no querer relacionar soledad con infelicidad, Díez sí reconoce que existen algunos grupos vulnerables al sentimiento. Entre ellos, los inmigrantes, las personas con alguna discapacidad, los ancianos y los jóvenes.

“Con la mayor esperanza de vida, aumentan las posibilidades de vivir solo. Una razón es la viudez y la pérdida de los amigos, y otra muy importante es la jubilación. El trabajo es una de las grandes fuentes de socialización”, explica.

Respecto a los jóvenes, el sociólogo lamenta que la precariedad económica “les hace ser más precavidos a la hora de asumir la responsabilidad de mantener a alguien”. Eso retrasa la edad de tener familia, lo que puede generar malestar.

“El problema de la soledad es complejo por tratarse de un sentimiento”, argumenta Díez: “La soledad no es como el cáncer, que es una dolencia crónica. El sentimiento de soledad puedes tenerlo por la mañana, pero no por la tarde. Un rato puedes vivirla como positiva y luego como negativa”.

Por eso duda de iniciativas como el anuncio del gobierno británico de crear una secretaría de Estado de la Soledad. “Sigo esa idea con curiosidad. Yo he trabajado, planteando políticas sociales, y no se me ocurre cómo funcionaría un ministerio para combatir un sentimiento. Sería como crear un ministerio de la frustración o de la tristeza. Creo que se pueden impulsar algunas iniciativas, como grupos para acompañar a ancianos solos, pero no hacer leyes”.

Para Díez, la soledad es un rasgo inevitable de la experiencia humana. “Como decía Erich Fromm: ‘Nacemos solos y morimos solos y, en el paréntesis, la soledad es tan grande que necesitamos compartir la vida para olvidarla’”, cita.

Sus estudios muestran que la mayor productora de personas solas es la vida en la ciudad, donde la libertad es mayor que en las poblaciones pequeñas, pero se pierden nexos sociales. “El fenómeno continuará creciendo porque los jóvenes seguirán pasando estrecheces y la longevidad aumentará. Lo vemos en las estadísticas: aumenta el número de personas solas y el porcentaje de hogares con un solo habitante”, explica.

Ante una tendencia difícil de detener, Díez apela a la capacidad de adaptación humana. “Cada vez deberemos aprender a estar mejor solos y combatir los sentimientos negativos que puedan derivar de ello”, dice, “el ser humano es capaz de enseñarse a todo, y tendremos que asumir que la configuración de la sociedad empuja a que cada vez más gente pase por etapas en las que viva sola”.

Si la sociedad no es capaz de gestionar estas situaciones, los problemas pueden ser graves. “Se ve, por ejemplo, en los casos de vulnerabilidad, cuando la persona tiene problemas económicos o no encuentra trabajo. Eso debilita la autoimagen y lleva al aislamiento, lo que puede llevar a situaciones como el aumento en el consumo de drogas”, opina.

El experto también valora la ayuda de las nuevas tecnologías. “Por supuesto, tener 2 mil seguidores no los hace tus amigos, y encerrarte en el mundo digital puede llevar al aislamiento de tu círculo más cercano. Todo tiene su lado negativo, pero hay que ser positivo con la aportación de la tecnología a la lucha contra el sentimiento de soledad”, dice. Pone como ejemplo el viejo transistor radiofónico: “Eso le cambió la vida a muchas personas que dejaron de irse solos a la cama. Ponían el transistor bajo la almohada y los acompañaba hasta dormirse. Eso luego ha ocurrido con la televisión, y ahora con Instagram”.

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