Madrid.— Las enfermedades de tipo infeccioso, incluidas las que se transmiten sexualmente, y las provenientes de la zoonosis, afectarán de forma más intensa a la población en años venideros, por lo que los expertos estiman que seguirán constituyendo uno de los mayores problemas de salud en el año 2050.
La influenza y los virus respiratorios, las infecciones de transmisión sexual como el VIH-sida, la malaria y las enfermedades transmitidas por insectos, las zoonosis emergentes, las fiebres hemorrágicas virales (Ébola, Marburgo y Crimea-Congo, entre otras) y, de manera destacada, las infecciones por bacterias multirresistentes, son algunos de los padecimientos que previsiblemente alcanzarán un mayor impacto global a medio y largo plazo.
El informe sobre Las enfermedades infecciosas en 2050, en el que han participado más de 30 expertos de diferentes hospitales españoles, señala que la elevada variabilidad genética del virus de la gripe, la falta de predicción de los cambios genéticos y la existencia de reservorios animales sugieren que la aparición de futuras pandemias es una amenaza real.
“El mantenimiento de la endemicidad de la infección por el VIH provocará que la atención a personas con VIH siga siendo muy relevante en 2050. El incremento de la población expuesta a infecciones de transmisión sexual provocará una alta morbilidad”, detalla el informe, luego de precisar que la aparición de nuevos agentes responsables de producir hepatitis de curso grave puede suponer también un problema relevante a mediados de siglo.
“En 2050, el incremento continuado de las infecciones causadas por bacterias y hongos resistentes a los antimicrobianos, pondrá en riesgo la medicina moderna”, advierten los responsables del informe.
Las autoridades sanitarias del Reino Unido detectaron recientemente el virus de la polio en aguas residuales de Londres, mientras han brotado nuevas afecciones como la hepatitis aguda infantil o la viruela del mono, además de las subvariantes de ómicron que siguen cobrándose víctimas a nivel mundial. Otros virus letales como el Ébola y el Marburgo continúan causando estragos.
“Las crisis de salud pública se generan con mucha frecuencia a partir de enfermedades infecciosas. El problema que hemos tenido los que hemos trabajado estos temas es que históricamente se decía que con la transición epidemiológica las enfermedades infecciosas perdían poder y tendrían más importancia las enfermedades crónicas. Pero el hecho real es que el Covid ha tenido un impacto brutal, por lo que hay que ser conscientes de la importancia de las enfermedades transmisibles y formar más a gente experta en salud pública, especializada en enfermedades infecciosas. Este es un problema que comparten México y España”, señala a EL UNIVERSAL Joan Caylá, epidemiólogo y médico especialista en medicina preventiva y salud pública.
Sobre el previsible incremento de las enfermedades de transmisión sexual, como la sífilis, la gonorrea o el VIH, los expertos señalan como factores desencadenantes la frecuencia con que se producen las relaciones sexuales, una mayor promiscuidad y el incremento de los desplazamientos a nivel internacional, lo que aumenta exponencialmente las posibilidades de contagio.
También las zoonosis (enfermedades que se transmiten de los animales al ser humano) presentan un perfil preocupante.
“Muchas de las infecciones que han generado crisis de salud pública son zoonosis y es previsible que la tendencia al alza se mantenga. Por esto se aboga mucho por la estrategia one health, que implicaría que los que trabajen en sanidad veterinaria y sanidad humana lo hagan de forma conjunta”, agrega el miembro de la Sociedad Española de Epidemiología y director de la revista Enfermedades Emergentes.
Otro motivo de preocupación es el posible regreso de enfermedades que se consideran desaparecidas, como la peste negra o bubónica, que en el siglo XIV asoló Eurasia y que rebrotó hace tres años en Madagascar (África).
“Se trata de enfermedades reemergentes. En un momento dado, por problemas de higiene, el virus o la bacteria reemergen y si las personas no están protegidas los contagios pueden ser fáciles. El virus puede estar acantonado durante años en animales y en un momento dado pasar a las personas, ocasionando brotes epidémicos”, asegura Caylá.
A la luz de las estadísticas, el especialista no cree que se repita a corto plazo una pandemia como el Covid-19, porque para encontrar una similar habría que remontarse más de 100 años atrás, cuando surgió la llamada gripe española. “Está claro que tendremos que acostumbrarnos a convivir con virus de alta peligrosidad. El listado podría ser larguísimo y novedades las seguirá habiendo, con brotes epidémicos, enfermedades emergentes y antiguas infecciones que vuelven a cobrar importancia”, alerta el especialista.
Los expertos advierten que los hechos han puesto en evidencia la falsa percepción de que los sistemas asistenciales y el potente arsenal terapéutico antiinfeccioso eran herramientas suficientes para resolver cualquier enfermedad transmisible, algo que la realidad se ha encargado de desmentir repetidamente, como ha demostrado la pandemia del Covid-19.
“A pesar de los extraordinarios logros, las enfermedades infecciosas se han convertido, sin haberlo visto venir, en uno de los mayores problemas para la salud pública mundial y se estima que, de seguir así, lo serán aún más en 2050, pasando a ser la primera causa de muerte por enfermedad”, señala José Miguel Cisneros, director de la Unidad Clínica de Enfermedades Infecciosas, Microbiología y Parasitología del Hospital Universitario Virgen del Rocío. “[Esta situación] es tan paradójica como preocupante (...) demuestra que la estrategia actual de respuesta frente a las enfermedades infecciosas no sirve, porque no evita pandemias como el Covid-19. Necesitamos cambiar a una estrategia de anticipación”, concluye.
La mayoría de los virus proceden de África y Asia; una de las causas es la urbanización extrema en ciertas zonas. La deforestación para crear áreas residenciales con las que hacer frente a la expansión demográfica está propiciando que aquellos animales salvajes que albergan virus establezcan contacto más fácilmente con mascotas y seres humanos. Este cambio radical del paisaje provoca también la desaparición o el desplazamiento de muchos depredadores, incluidos los que se alimentan de animales potencialmente infecciosos.
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