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Septiembre de 2017
fue un mes duro para Grecia Solis. En una consulta de rutina, y con los resultados de sus exámenes en la mano, el doctor dio su diagnóstico: un cáncer en su seno izquierdo tenía que ser atendido de inmediato. En cuestión de segundos vio pasar toda su vida. Más allá de la enfermedad, su mayor preocupación era el no poder tener acceso al tratamiento. Los casos de pacientes con este mismo padecimiento cercanos a su entorno no eran nada alentadores. Y no podía ser distinto, esta mujer sabía que en una Venezuela golpeada por una profunda crisis económica, política y social, los enfermos oncológicos -o con cualquier otra condición de salud- no son prioridad para el gobierno de ese país.
“Cuando me dieron la noticia supe que lo que me venía no era fácil. La falta de medicamentos en las farmacias y lo costoso del tratamiento complicaba aún más la enfermedad, y es peor si no se cuenta con los recursos económicos para atenderse”, contó Solis.
Aún con unos ingresos de 200 mil bolívares, cinco veces el salario mínimo venezolano, que es de 40 mil bolívares (1.84 de dólar al cambio del 17 de septiembre), se le hacía imposible cubrir los costos de la enfermedad. “Con casi 9 dólares al mes apenas me alcanza para mis pasajes, sin ayuda no hubiese podido iniciar mi tratamiento ”, dijo Solis.
Son pocas las pacientes oncológicas que pueden pagar los precios, cobrados en dólares, de una mamografía en clínicas privadas venezolanas. Foto/CORTESÍA RAFAEL BRICEÑO SIERRALTA
El viacrucis de esta venezolana de 49 años de edad inició en los hospitales públicos, era urgente que se realizara varios exámenes de sangre, una radiografía, eco mamario, placa de tórax y una biopsia. Para ninguno de estos requerimientos había material ni reactivos en los centros hospitalarios que visitó, por lo menos no hasta nuevo aviso.
“El cáncer no espera”.
Con esta convicción Solis decidió tocar la puerta de sus familiares que viven en Ecuador. Contarles sobre su condición de salud era la esperanza más cercana para recibir una ayuda que le permitiera iniciar su tratamiento .
El médico oncológo Joel Pantoja explica que la inexistencia de centros especializados en el interior del país, hace que los únicos cuatro centros de atención a pacientes con cáncer ubicados en Caracas colapsen y que sean insuficientes para atender a la alta demanda. Además, se le suma el hecho de la falta de personal debido al éxodo de especialistas, que emigraron por los bajos salarios y pésimas condiciones de trabajo.
De acuerdo al estudio de la Sociedad Anticancerosa de Venezuela (SAV), publicado en junio de 2018, en 2017 se registraron 52 mil 855 nuevos casos en el país, y unos 26 mil 510 decesos a causa de la enfermedad, que representa un incremento de 15% en comparación al año 2013.
Pantoja también confirma que el stock de insumos médicos en los hospitales es inexistente, los enfermos padecen la falta de dotación de los centros hospitalarios por parte del Estado.
“Los pacientes deben acarrear con todo. Los exámenes de laboratorio , la compra de una gran cantidad de insumos medico quirúrgicos necesarios para el inicio del tratamiento, salen de sus bolsillos. Los estudios más especializados son en particulares, las instituciones públicas no pueden ofrecer el servicio”, señaló el galeno.
En Caracas existen cuatro centros de atención para pacientes con cáncer; sin embargo, no tienen los insumos necesarios para auxiliar a los enfermos. Foto/CORTESÍA RAFAEL BRICEÑO SIERRALTA
Solis se realizó sus exámenes en una clínica privada. El dinero salió del bolsillo de su esposo, familiares y el de ella propio. Su intención era cumplir con este primer paso para atender la recomendación de su médico tratante y operarse. La opción siempre fue realizarse la intervención quirúrgica de manera gratuita, pero no tuvo la suerte de lograrlo. Le tocó acudir a un centro de salud particular en Caracas. Su operación , en mayo de 2018, salió en 500 dólares americanos. Este sería el primer desembolso en moneda extranjera que realizaría a lo largo de su tratamiento.
Luego de pasar por el quirófano, el siguiente paso era comenzar con ocho ciclos de quimioterapia. En la Farmacia de Medicamentos de Alto Costo del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) -el único sistema de salud pública que garantiza el acceso a este tipo de tratamientos- no los encontró. Su nombre quedó registrado en una larga lista de espera.
Desde Ecuador, su familia reunió el dinero para enviarle cuatro ciclos de la quimioterapia , con precios que oscilan entre los 540 y 650 dólares cada uno. Iniciado su tratamiento, y durante este proceso, “el milagro ocurrió”: una donación al IVSS permitió que Solis recibiera sin costo alguno la otra mitad de su terapia que pudo culminar en diciembre de 2018.
“Mi temor es que la enfermedad vuelva a aparecer”
Pese haber concluido sus ciclos de quimioterapia, y sin rastros aparentes de cáncer en su cuerpo, a Solis aún le falta un paso para completar el protocolo. Desde enero de 2019, tenía que haber iniciado con las radioterapias; a la fecha no lo ha hecho por razones económicas. En las pocas clínicas privadas en Caracas que cuentan con el tratamiento, su costo es de 5 mil dólares. En hospitales públicos no lo hay.
“Esta vez mi familia en Ecuador no cuenta con esa alta suma de dinero. He tocado las puertas de todas las instituciones públicas en Venezuela y no tengo suerte. Mi temor es que la enfermedad vuelva a aparecer, y es lo que podría pasar si no se toma el tratamiento como es. Vivo en una constante zozobra”, dijo Solis en medio de llantos, pues “en las salas de espera es común escuchar recaídas de compañeros que te quebrantan porque no sabes cuándo te puede tocar a ti por no cumplir con la medicación completa”.
Trimestralmente Solis debe realizarse varios estudios médicos de control que le cuestan cerca de 100 dólares. Acudir a las consultas médicas de manera mensual le representa un gasto de 91 mil bolívares (más de dos salarios mínimos). A la lista de gastos se le suma 400 mil bolívares por cada caja de Tamoxifeno, pastillas que debe tomar por 10 años.
“Esta enfermedad es dura y más en un país con condiciones tan difíciles. Yo ya me deshice de mis ahorros, de prendas de oro y electrodomésticos para poder costear el tratamiento. La ayuda de mi familia me ha servido de mucho, pero va a llegar el momento en el que no voy a poder cubrir ni estudios ni consultas. Sólo me queda llamar a Dios para que se apiade de nosotros los pacientes en Venezuela”, consideró Solis.
“El tener a mis hijos fuera del país me ayudó a salvar mi vida”
Al igual que Solis, Melany Manrique, paciente oncológica desde finales de 2016, sintió temor al enterarse de que tenía cáncer. Estaba dispuesta a luchar con su padecimiento, pero su gran preocupación era cómo acceder al tratamiento. “Sabía por las noticias y por allegados que medicinas para pacientes oncológicos en Venezuela, no hay”.
“Tuve negación. Por la situación del país me negaba a aceptar que tenía cáncer . Viví momentos de terror al pensar que, o por no contar con el dinero o por no haber material ni reactivos en los hospitales, no tendría la posibilidad de ni siquiera realizarme un examen”, relató Manrique.
Sus miedos y la crisis en el país retrasaron hasta un año y medio después del diagnóstico el inicio de su tratamiento. Fue en agosto de 2018 que comenzó con la quimioterapia. Su hija que reside en Colombia y su otro hijo que vive en Perú, corrieron con el gasto de 650 dólares por cada uno de los ocho ciclos requeridos, comprados todos en el exterior y enviados a Venezuela por correspondencia.
Culminada su terapia en enero de 2019, el siguiente paso era operarse. Pensó que lograría hacerlo en un hospital público. Compró todos los insumos exigidos para el procedimiento quirúrgico, incluida la inyectadora. Llegado el momento le indicaron que los quirófanos no estaban en condiciones. No tuvo otra opción que acudir a un médico amigo que, usando el material operatorio que ya había comprado, le cobró 700 dólares.
“Yo sé que tuve una oportunidad que no todos tienen. El tener a mis hijos fuera del país me ayudó a salvar mi vida; porque en los hospitales no hay nada”, reflexionó esta mujer de 47 años de edad.
Manrique está a la espera de la inmunohistoquímica (una prueba de control) que tiene un costo de 180 dólares, y de iniciar la radioterapia que está presupuestada en 5 mil dólares. “Ya mis hijos y yo nos quedamos sin dinero. No tengo cómo hacérmelas”, reconoció.
A la fecha la señora Manrique junto a su familia ha gastado cerca de 6 mil dólares en la atención de la enfermedad que, de poderse realizar la radioterapia, ascendería a las 11 mil dólares.
La suerte no es igual para todos
De manera tardía, la señora Maribel Zambrano, de 55 años de edad, fue diagnosticada a principios de 2019 con un cáncer de mama en su seno derecho. El tumor ya estaba avanzado.
Proveniente del interior de Venezuela , del estado andino Trujillo, buscó los recursos para trasladarse a Caracas. Fuera de la capital venezolana el acceso al tratamiento es casi imposible (aún peor) y las posibilidades de sobrevivir a la enfermedad son casi nulas.
Sus ingresos mensuales no superan el salario mínimo . Maribel no cuenta con los recursos para pagar exámenes médicos en clínicas privadas ni tiene familiares en el exterior que la puedan ayudar. Depende al cien por ciento del precario sistema de salud que le ofrece el Estado venezolano y de las donaciones que vaya consiguiendo en el camino.
Hasta el momento ha recibido el apoyo de otros enfermos oncológicos que le han donado inyectadoras, soluciones y entre otros insumos requeridos para recibir la quimioterapia . A la fecha lleva tres terapias, las únicas gratuitas que consiguió en las instituciones sanitarias de su país.
“A mí todo me lo han regalado. Ahora no sé si correré con la suerte de recibir mi cuarta quimioterapia , pues esta vez no tengo los implementos que me exigen en el hospital, y ellos no lo tienen. Buscaré la ayuda por aquí o por allá. Pasaré una cadena de WhatsApp a ver quién me colabora porque no tengo dinero”, dijo preocupada.
La operación de seno de Zambrano está programada para principios del 2020, algo distante a la fecha que concluiría –si con suerte las consigue todos- sus ciclos de quimioterapia, y así “no sirve, debe ser de inmediato que concluya con la terapia, si no se pierde todo el esfuerzo”, explicó.
En medio de su angustia, la señora Maribel no pierde la fe y no deja de agradecer: “Esta enfermedad (el cáncer ) en Venezuela no es para pobres. Lo que vivo es una guerra pero Dios ha metido su mano para darme fuerza y seguir luchando por mi vida”.