Paola Pérez Gallardo, mexicana de 30 años, fue a estudiar un máster en conflictos internacionales a la Universidad de Tel Aviv, hace un año, y le tocó vivir el inicio de la actual: desde la masacre de Hamas hasta el lanzamiento de misiles de Irán sobre Israel, de abril pasado, y más; salió del país en septiembre, pero tiene pensando volver porque, como internacionalista, “yo vi cómo empezó y necesito ver cómo termina. Está en mis planes ver si al principio del próximo año me regreso”.

Paola había llegado al país día y medio antes de que todo iniciara y narra a EL UNIVERSAL cómo vivió los primeros días y meses de la guerra, desde el día del ataque de Hamas, que dejó mil 200 israelíes muertos y cientos de secuestrados: “El 7 de octubre yo, con jet lag, a las 6 y media de la mañana ya estaba súper despierta. Dio la coincidencia que yo estaba rentando un departamento de manera temporal y mi cuarto era el shelter, el refugio antibombas. Afortunadamente estaba el 7 de octubre en mi mamad [cuarto de seguridad] y como me enteré de todo fue porque mi roomie llegó a mi cuarto, a las 6 de la mañana, y yo pensé: ‘¿por qué te paras aquí en mi cuarto?’, y yo tenía de conocerla 12 horas. Dije: ‘¿está pasando algo, verdad?’, en este momento no teníamos sirenas de donde yo estaba en Tel Aviv, no tuvimos sirenas inmediatamente, pero me dijo: ‘Acabo de recibir llamadas y sirenas en todo el país y no es normal’.

“Cinco minutos después las sirenas sonaron afuera de nuestro edificio y ahí fue cuando cerró la puerta del mamad y me dijo que están llegando videos, esto no es normal, hay terroristas infiltrándose en el país”.

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Destaca que “sabía que había riesgos, es un país en conflicto justamente por eso me fui para allá, pero no me esperaba una guerra, que tuviera que ir a correr a un shelter. Mi máster empezaba como cinco días después de que llegué”, añade. Ella arribó del 5 al 6 de octubre.

Sobre los primeros momentos tras enterarse del ataque terrorista, dice que “tenía menos de dos días de haber llegado; sé que Israel es un país muy pequeño, entonces no dimensionaba qué tan cerca o lejos estaba la frontera con Gaza, para nosotros fue en cuestión de minutos, horas, [pensar que] vamos a tener lo mismo aquí en Tel Aviv, escuchábamos los ruidos afuera, en las escaleras, y para nosotros eran como de vienen por nosotras, también aquí. Fue mucha paranoia en ese momento (...) Y teníamos sirenas cada cinco o 10 minutos y escuchabas los booms”.

“Yo nunca había escuchado una intercepción, entonces los primeros booms que escuchaba, pensaba si estaban cayendo en edificios o si están destruyendo algo y ella [su compañera de cuarto] me explicó que eran intercepciones, que es algo normal, ‘sólo con que no salgamos porque nos caen los pedazos de misiles’”.

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Recuerda que “más tarde nos llegó un correo de la universidad, de que para empezar vamos a cancelar las clases unos días y estas son las medidas de seguridad”.

Sobre la primera reacción tras el ataque de Hamas, indica que “lo que veíamos era que el ejército no respondía. Estuve en mi shelter desde las seis y media que empezó todo hasta las 12, 12 y media, que salí a la cocina, a bañarme. Luego el ejército comenzó a contraatacar. Fue cuando comenzaron a sentirse las cosas más tranquilas y pensamos: ‘Los terroristas no llegaron hasta Tel Aviv’, pero el miedo estuvo ahí como por seis horas (...) todo fue de un momento a otro, nadie se esperaba un ataque así y luego estaban en fiestas judías y era Shabat (...) Eso fue el 7”.

La salida a los días

Paola narra que con otra mexicana, Mariana Salas, “me empecé a escribir porque era mi único contacto, bueno, también con un amigo israelí, pero él me dijo, me llamaron de reservista a irme al ejército, se fue; a Mariana le escribí y ella me recogió como a las 2 de la tarde y me dijo: ‘te vienes conmigo, llevas dos días aquí, no puede ser que pases por esto sola’. Afortunadamente tuve su apoyo, estuve con ella y su familia hasta que vimos que las cosas no se calmaban y mi familia si me comenzó a decir: ‘salte del país, no es seguro’. En donde me encontraba con Mariana era más al norte de Tel Aviv, entonces afortunadamente allá no llegaban tantos misiles como en el sur por la distancia con Gaza”.

Después, indica, vino un poco de presión de su familia por su seguridad: “Me salí como a los cuatro días de que empezó todo, pero regresé en noviembre”.

“Como a los cuatro días salí, compré un vuelo a Atenas. En el aeropuerto tuvimos sirenas”.

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De los meses siguientes añade que “más que acostumbrarte ya sabes cómo actuar, las primeras sirenas me daba un pánico de que corría y me encerraba y yo temblando, pero ya las últimas bueno, ya sé qué va a pasar, que no estoy en peligro mientras esté refugiada”.

“Desde que estaba afuera, las clases las tuvimos híbridas, los que estaban en Israel y estaban seguros para salir a las calles, lo hacían, y los que no, las tomábamos por Zoom. Yo veía el Zoom todos los días y en medio de alguna clase se escuchaba cómo las sirenas sonaban y mis compañeros se tenían que salir: todos viendo la cámara y el salón vacío, como 15 minutos después regresaban. Desde ahí fue prepararnos que eso va a pasar, que una vez cuando regrese, tenga mis actividades diarias, y que en algún punto voy a tener que parar y correr a un refugio, de ahí fue un poco la preparación. Ya llegando a Israel vivirla la experiencia no es lo mismo”. En la cotidianidad, dice, por ejemplo, “en la playa siempre estaba viendo por si hay alguna sirena a dónde corro, a dónde es el espacio protegido más cercano. Como que te acostumbras a estar alerta de alguna forma, que es muy raro y nadie tendría que vivir así, volteando para ver dónde hay un potencial refugio.

“Tuve que acoplarme como un israelí más, y entender en Google Maps que te enseña dónde están los refugios antibombas más cercanos, ese tipo de cosas, más locales”. Destaca que “al final los sistemas de intercepción, como el Iron Dome, son altamente seguros”.

“En abril me tocó el lanzamiento de Irán, ahí ya teníamos unos días, como una semana que se rumoraba del ataque (...) estábamos preparados (...) La verdad esperábamos estar toda la noche ahí [en el refugio], pero empezó como a las 11 y como a las 2 de la mañana pudimos salir, no fue mucho tiempo”.

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