“Ni luz ni agua ni teléfono”. Las constantes fallas de servicios básicos en Venezuela afectan el día a día de todos sus ciudadanos por igual, la crisis en este sector no distingue de clases sociales.

En la avenida Fuerzas Armadas, una zona de clase media del centro de Caracas, contar con los principales servicios públicos se convirtió en algo fuera de lo común, al menos, así lo aseguran sus residentes.

“Aquí pasamos días sin agua y largas horas sin luz que, cuando se va, enseguida fallan las telecomunicaciones e internet, nos quedamos incomunicados. Son todas las desgracias juntas”, contó Marilu.

Los cortes eléctricos en este sector de la capital venezolana son seguidos y sus vecinos los tienen medidos: entre 12:00 pm y 03:00 pm y luego de 08:00 pm y 10:00 pm la normalidad es estar a oscuras.

El no tener luz desencadena otros males en los hogares. “En mi casa se nos echó a perder la nevera, el aire acondicionado y un televisor a consecuencia de las idas y venidas de la electricidad”, lamentó Jorge Maldonado, quien es residente de la lujosa urbanización Bello Monte, ubicada al este caraqueño.

Con una economía que dejó de ser inflacionaria para pasar a hiperinflación, para finales de este 2019, el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica una inflación de 10.000.000 por ciento, un dólar que sube todos los días y un sueldo mínimo situado en 150 mil bolívares (sólo un poco más de 3 dólares al cambio del martes 10 de diciembre que era de 46,850.32 bolívares por cada divisa) el hecho que se deteriore cualquiera de los electrodomésticos en el hogar representa una perdida casi irrecuperable.

El pasado 7 de marzo, los venezolanos fueron testigo del apagón más grande y largo de toda su historia. La falta del suministro eléctrico afectó a la mayoría de sus 23 estados y al Distrito Capital.

Venezuela, toda las desgracias juntas: sin luz, ni agua, ni teléfono
Venezuela, toda las desgracias juntas: sin luz, ni agua, ni teléfono

Para el 25 de marzo, un nuevo corte de energía dejó sin luz a 16 estados. Un tercer apagón, que duró cuatro días, ocurrió el 29 de marzo en 23 estados. Días después, el 9 de abril, todo el territorio venezolano se quedó de nuevo sin el servicio. “Caminé por tres horas de mi trabajo a mi casa, puesto que no había Metro y las pocas unidades públicas que circulan estaban abarrotadas”, recuerda Carmen Arismendi de aquel martes 9 de abril.

Además de la caminata de ese día, Arismendi hizo frente a otra realidad: la falta de agua. En su apartamento, ubicado en la urbanización La California, en Caracas, pasa hasta cinco días sin que salga ni una gota por su grifo.

En distintos puntos de la capital venezolana, residentes reportan sequías desde cinco hasta 15 días.

Para los venezolanos contar con los servicios públicos se convirtió en una especie de lujo y suerte. La cotidianidad es no contar con ellos.

El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) registró 245 protestas hasta septiembre en rechazo a la falta de agua, electricidad, gas, combustible y transporte público.

Algunos expertos y políticos opositores señalan a la improvisación, corrupción y falta de mantenimiento como las razones de la emergencia en el sector hidroeléctrico y en el resto de principales servicios.

Luis Parra, presidente de la Comisión de Ambiente del Parlamento venezolano, ha insistido en varias ocasiones que el origen del tema es por no dar el debido “mantenimiento, falta de una política de reinversión en la ingeniería, pero también por no contar con un manejo adecuado por parte del personal a cargo”. El gobierno de Nicolás Maduro atribuye a sabotajes de la oposición venezolana y a Estados Unidos las constantes fallas en los principales servicios públicos.

Para darle fuerza a su argumento, el 16 de marzo de este 2019, creó el Cuerpo Especial de Aseguramiento de los Servicios Básicos y designó a militares activos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Su objetivo será reforzar el funcionamiento de los servicios públicos.

Hasta este diciembre 2019, los venezolanos no ven los resultados de los planes del gobierno de Maduro. En cambio, siguen haciendo frente a la intermitencia de la luz y el agua en sus hogares y trabajos. “Seguimos a oscuras y a secas. No merecemos tantas humillaciones por parte del gobierno de Maduro. El mejor plan sería que dejaran la politiquería y sirvieran al pueblo, que se pongan a trabajar, porque para eso están”, expresó la caraqueña Carmen Hernández.

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