San José
Luis Parra ganó ayer la presidencia de la Asamblea Nacional de Venezuela con el mismo ropaje con el que Juan Guaidó la obtuvo el 5 de enero de 2019: como un perfecto desconocido.
Pero a diferencia del proceso que, en sesión ordenada, quórum necesario y votos requeridos, llevó hace un año a Guaidó a la presidencia de la única institución venezolana que, a partir de enero de 2016 y aparentemente hasta ayer, estuvo bajo dominio opositor, Parra quedó impregnado de ilegalidad al obtener el puesto máximo del aparato legislativo supeditado al chavismo y en un lío de legitimidad.
La Asamblea Nacional tiene 167 escaños: cualquier diputado que pretenda alcanzar la presidencia debe recibir un mínimo de la mitad de votos más uno, en una ceremonia ante la directiva saliente para facilitar la transferencia. El número mágico es 84, pero Parra logró 81, con 49 del oficialismo y el resto de opositores que abandonaron a Guaidó en una componenda con el régimen del cuestionado presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
Por un prolongado asedio oficialista desde 2016, entre los 109 diputados opositores hay algunos presos, otros en la clandestinidad y en el exterior en el exilio o más de 20 en arreglos con el “chavismo”.
“Guaidó es el pasado”, proclamó Parra como flamante jefe legislativo desde la misma tribuna que ocupó su predecesor. Parra saltó a una dudosa fama a inicios de diciembre anterior, al revelarse en Armando.info —medio digital venezolano— que estaría involucrado en una aparente trama de corrupción para beneficiar a empresarios que se favorecieron con negocios turbios con Maduro.
Con el despliegue de fuerzas de seguridad, Maduro selló ayer la sede parlamentaria, solo permitió el ingreso al salón plenario a los legisladores oficialistas y a los supuestos opositores e impidió la entrada a Guaidó y demás diputados de la denominada verdadera oposición.
Guaidó y sus aliados sesionaron en las instalaciones del periódico El Nacional, de Caracas. Guaidó fue reconfirmado allí como mandatario legislativo, por lo que mantendrá el cargo de presidente interino o encargado por el que se juramentó el 23 de enero de 2019 y reunió el reconocimiento de más de 50 países.
Venezuela tiene así dos jerarcas legislativos —Guaidó y Parra— y dos presidentes —Guaidó y Maduro—, en una caótica situación agravada por la existencia, desde agosto de 2017, de una Asamblea Nacional Constituyente electa y controlada por el oficialismo y cuestionada o desconocida, dentro y fuera del rico país petrolero.
Aunque fue rechazado por más 50 naciones como presidente a partir del 10 de enero de 2019, con el alegato de que se reeligió en 2018 en comicios antidemocráticos para un segundo sexenio consecutivo hasta enero de 2025, Maduro consiguió con Parra arrinconar a sus rivales. Pese al asedio político y económico de Estados Unidos, la Organización de los Estados Americanos y la Unión Europea (UE), el régimen chavista parece inamovible, sólido y empoderado en vías de cumplir, el próximo 2 de febrero, 21 años.
Convencido de su legitimidad, Guaidó perseguirá una meta que se impuso el 23 de enero de 2019: terminar con la “usurpación” de la presidencia por parte de Maduro, asumir un gobierno de transición y convocar a elecciones democráticas.
“El demócrata si no tiene oposición, debe crearla”, recordó el expresidente costarricense Óscar Arias en una declaración para EL UNIVERSAL. Acotó: “El dictador si tiene oposición, debe destruirla”.