San José.— En las elecciones presidenciales más importantes de Venezuela en el siglo XXI, un total de 21 millones 392 mil 464 venezolanos podrán acudir hoy a votar por uno de los 10 candidatos en 30 mil 26 mesas electorales de 15 mil 700 centros de votación.
Las dos palabras claves—elección y votación—entrarán a una fuerte disputa política interna que tendrá intenso seguimiento externo, de Washington a Ciudad de México, La Habana, Bogotá, Brasilia o Buenos Aires o de Managua, La Paz o Tegucigalpa a Bruselas, Moscú, Beijing, Madrid o Berlín.
En un país de más de 916 mil kilómetros cuadrados que, al menos en los últimos 100 años y entre gobiernos de facto, constitucionales o de dudosa legitimidad, siempre fue apetecido por su riqueza petrolera más que por sus enseñanzas democráticas o de irradiación de libertad, la ilusión de democracia iluminará un confuso panorama político. La pugna venezolana se reducirá a un debate en las urnas entre continuidad o cambio, una ruta o fórmula que ya impactó este siglo en el resto de América Latina y el Caribe.
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La duda de hoy ya emergió claramente definida: los venezolanos podrán acudir a votar desde las 06:00 a las 18:00 horas locales (04:00 a 1600 en el centro de México), pero… ¿podrán realmente elegir?
“Este proceso en Venezuela sólo se sostiene por un aspecto: por la necesidad de cambio que ha demostrado tener el pueblo venezolano”, afirmó el politólogo argentino Leandro Querido, presidente de Transparencia Electoral, organismo no estatal de Argentina que promociona la democracia en América.
“Los venezolanos que están en Venezuela están muy movilizados, quieren un cambio y tratan de defenderse de todas las arbitrariedades y avasallamientos institucionales. Pero solo se sostiene por esa necesidad de cambio de los venezolanos”, dijo Querido a EL UNIVERSAL.
“No hay condición mínima de seguridad. El Consejo Nacional Electoral (CNE) (árbitro de los comicios) es un apéndice del gobierno, está cooptado por el gobierno. Hay abusos de todo tipo a la normativa electoral y hay dificultades para acreditar a los representantes de los partidos opositores en cada una de las mesas. La situación es muy preocupante”, recalcó.
“El régimen hará todo difícil a la oposición, en un contexto de violación a los derechos humanos, represión y sin Estado de Derecho. Las elecciones de Venezuela no tienen una sola garantía ni una sola condición de integridad electoral. Se sostienen por el ímpetu de cambio. ¿Elegir o votar? Todo dependerá de la fuerza del pueblo rumbo a este domingo”, planteó.
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Nadie cuestionó, dentro o fuera de Venezuela, que “una cosa” será poder votar, lo cual se conseguirá, a pesar de obstáculos, amenazas y acciones represivas del oficialismo para alejar a los sufragantes opositores de las mesas de sufragio.
Por eso, la eterna puja, que acompañó al electorado venezolano en las contiendas del siglo XXI, seguirá siendo si el votante podrá elegir y lograr que su sufragio, junto con el resto de los inscritos en el padrón electoral, permanecerá pulcro como ejercicio de su voluntad y de la libre autodeterminación del pueblo de Venezuela.
Los venezolanos quedaron notificados de que, quizás, podrán votar. ¿Podrán elegir libremente, con transparencia, sin trampas del régimen gobernante en su país, a la persona que, entre 10 aspirantes presidenciales (todos hombres), escogieron como el presidente de Venezuela del 10 de enero de 2025 al 10 de enero de 2031? ¿O habrá fraude?
En posiciones ideológicas opuestas, el cuestionado presidente venezolano, el izquierdista Nicolás Maduro, competirá hoy como candidato del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) para una segunda reelección consecutiva a un sexenio. Del otro lado, el diplomático Edmundo González Urrutia, de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), aparece como el gran favorito para ganar las elecciones.
Maduro ratificó la estructura electoral venezolana como la más perfecta del mundo.
Cuando en marzo de 2013 falleció el fundador del régimen venezolano, el autoproclamado socialista Hugo Chávez (1954-2013), Maduro fue designado por su predecesor como heredero. En unos comicios también de dudosa transparencia en abril de 2013, Maduro derrotó al opositor derechista Henrique Capriles y se posicionó ese mes para completar el sexenio de Chávez, que debió concluir en enero de 2019.
Con las fuerzas opositoras arrinconadas y sin reacción en Venezuela, presa en ese país o exiliada, Maduro realizó en mayo de 2018 unas elecciones a las que, interna y externamente, se tildó de ilegítimas.
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El dilema entre la continuidad de un sistema presuntamente socialista, hundido en una profunda crisis socioeconómica e institucional, generador de una masiva y forzada migración de sus ciudadanos al exterior, con presos políticos y acusado de violar los derechos humanos e irrespetar los conceptos democráticos americanos de separación de poderes y elecciones libres, creíbles, secretas y universales fue sepultado en 2018. Maduro negó todas esas acusaciones y el chavismo cumplió 25 años de gobiernos consecutivo en febrero de 2024.
La propuesta de una vía del cambio a un aparato de democracia con libertad y justicia, separación de poderes, tolerancia y respeto al multipartidismo, a la propiedad y a la empresa privada y al libre albedrío de sus habitantes en sindicatos, cooperativas y otros movimientos sociales debió en 2018 seguir a la espera de otros tiempos.
Como lógico y seguro triunfador, sin rivales y sin presencia de observadores internacionales creíbles, asumió en enero de 2019 para un primer mandato completo de seis años. Sin embargo, y en una reacción mundial en cadena, Maduro fue desconocido en ese mes como presidente legítimo de Venezuela por más de medio centenar de países de América, Europa, Asia y Oceanía.
En una inmediata movida de la oposición, el entonces presidente de turno de la Asamblea Nacional, el opositor derechista venezolano Juan Guaidó, al amparo de los términos constitucionales de ese país, se proclamó como presidente interino y encargado y recibió el reconocimiento progresivo del más de medio centenar de naciones que desconoció a Maduro.
Guaidó juró cumplir tres mandatos también constitucionales: finalizar con la usurpación de la presidencia por parte de Maduro, dirigir un gobierno de transición y llamar a elecciones libres y democráticas para restablecer la democracia.
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El experimento Guaidó fracasó por varios factores y se disolvió en enero de 2023, lo que envalentonó a Maduro ante una oposición en ese momento dividida, frágil y debilitada.
En la actual carrera por la Presidencia, las encuestas de mayor credibilidad en Venezuela reconfirmaron este mes el pronóstico: Maduro perderá ante el opositor Edmundo González Urrutia, candidato presidencial de la (opositora) Plataforma Unitaria Democrática (PUD), y por al menos una diferencia de 30 puntos.
Más allá de izquierda o derecha, la batalla venezolana seguirá marcada por cambio y continuidad. González se convirtió en marzo anterior en figura emergente de la PUD al introducir su candidatura al Consejo Nacional Electoral (CNE), dominado por Maduro, y luego de que el chavismo impidió, por numerosos trillos, que la lideresa opositora derechista, María Corina Machado, se registrara como aspirante presidencial.
De la mano de Machado, impedida por Maduro de aspirar a cargos de elección popular de 2015 a 2036 por supuestamente pretender violentar la soberanía de Venezuela, González recorrió los más remotos rincones de Venezuela y se afianzó como favorito para triunfar hoy, arrasar con Maduro y abrir un sendero de cambio en ese país.
Sin posibilidad de victoria, los otros candidatos son minoritarios y rellenaron una papeleta en la que el rostro de Maduro aparece 13 veces, por representar a partidos afines al PSUV. El de González figura en tres casillas entre un total de 38 espacios.
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“¿Hay verdadera elección en Venezuela? Tengo mis dudas. Elecciones en democracia presumen que la gente tiene libertad de escoger una opción. La última elección democrática en Venezuela fue la que en 1998 permitió a Chávez llegar al poder”, afirmó el analista e investigador independiente brasileño Leonardo Coutinho, presidente de Inbrain Consultants, consultora privada de Washington.
“Los venezolanos tienen desconfianza en el sistema electoral y en la libertad de opción. El chavismo ha usado la violencia política para controlar el voto. El fraude no es solo meter la mano a las urnas. En Venezuela hay otras formas, como combinar el voto electrónico con el impreso”, precisó.
“Esto permitió al régimen usar a sus paramilitares para presionar a la gente para que vote a su favor. La gente va a votar con miedo. Soy pesimista de lo que pasará (hoy). No habrá elección, será un simulacro. No tengo esperanza de que sea un proceso limpio ni que el candidato opositor pueda vencer. A Maduro y a su régimen no les interesa la libertad de voto ni elecciones limpias”, puntualizó.
En numerosas elecciones en este siglo y en el pasado, los latinoamericanos y caribeños sufrieron la realidad de que su voluntad en las urnas fue irrespetada por dictaduras de izquierda y de derecha que, simplemente, permitieron votar… pero sin elegir.