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San José. – El libreto de la vida cotidiana de millones de venezolanos en un día de elecciones está cargado de episodios de complicada subsistencia: el agua casi siempre escasea y la electricidad falta con frecuencia, mientras los combustibles nunca abundan y el transporte público falla a diario.
Las carteras o bolsillos de los venezolanos están repletos de montañas de billetes sin valor y las ollas están vacías por la generalizada y aguda carencia alimentaria. La Organización para de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) informó que el número de personas desnutridas en Venezuela subió de 900 mil en 2013 a 7,8 millones en 2020, en una nación de 32 millones de habitantes.
Atrapados en una espiral de incesante aumento del costo de la vida, megadevaluación y escasez de bienes de sobrevivencia fundamental, los venezolanos retornarán este domingo a las urnas y ahora para elegir a los 23 gobernadores de los 23 estados, 253 legisladores regionales, 335 alcaldes de igual número de municipios y 2 mil 471 concejales.
Los 3 mil 82 electos asumirán en diciembre próximo y ejercerán por cuatro años, en un país de unos 21,1 millones de electores, pero con numerosos votantes entre los seis millones de migrantes al exterior y que también están sometidos a líos socioeconómicos, mientras sus compatriotas se quedaron en Venezuela a intentar vivir en la debacle interna.
Aunque los conflictos socioeconómicos recrudecieron en 2014, el cuestionado presidente venezolano, Nicolás Maduro, los atribuyó repetidamente a la “guerra económica” de Estados Unidos contra Venezuela para derribar al autoproclamado sistema socialista que se instaló en 1999 con el triunfo electoral de Hugo Chávez, fallecido en 2013 y líder del proceso revolucionario.
Venezuela “es una democracia fortalecida con libertades públicas totales y amplias enfrentando conspiraciones permanentes, conspiraciones financiadas desde Colombia, desde EU Unidos, conspiraciones permanentes”, insistió Maduro en un discurso esta semana.
No obstante, las sanciones financieras de Washington a Caracas comenzaron a regir en 2017 y bajo el alegato de que el régimen de Maduro violó los derechos humanos, rompió el orden democrático y recurrió a la represión política.
“El 80% de la población en Venezuela está pasando hambre”, describió la opositora y ex—prisionera política venezolana Lizbeth Añez, dirigente de la (no estatal) Fundación Mamá Lis, de ayuda humanitaria.
“Obligadas por el régimen o víctimas de chantaje, muchas personas irán a votar, pero saben que eso no les provocará ningún beneficio porque la realidad seguirá siendo la misma al retornar a sus casas: la olla seguirá vacía, aunque para ir a votar por la papeleta del gobierno recibirá un pan con jamón”, describió Añez a EL UNIVERSAL.
“Muchas personas van a votar porque son manipuladas, ya que dependen de sus sueldos en empleos estatales. Muchas otras van a votar quizás por ingenuidad. No voy a votar porque sencillamente para mí sería seguir en el juego que ha tenido este régimen durante más de 20 años”, agregó.
Con un salario base mensual de 7 bolívares (moneda venezolana) a octubre de 2021, que equivalió a un dólar y 62 centavos, en octubre de 2021, a un costo de 820 dólares, se necesitaron 504 salarios mínimos para comprar la canasta básica familiar (alimentos, higiene, limpieza, electricidad, agua, gas, transporte público y teléfono).
Los datos, todavía parciales y enviados a este diario por el (no estatal) Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros, de Caracas, mostraron la gravedad de la crisis socioeconómica porque, en octubre de 2020, la canasta costó 569 dólares o el correspondiente a 712 sueldos mínimos.
La variación anual del aumento del valor de alimentos, artículos esenciales y servicios públicos con respecto al mismo mes de 2020 fue de mil 138,9%, mientras que la hiperinflación, que empezó en junio de 2015, se ubicó en enero de 2019 en 394 mil 482,7%, puntualizó el Centro.
Deterioro
Con unos 309 mil millones barriles, Venezuela se confirmó como el país con las mayores reservas petroleras mundiales—más que Arabia Saudita, con unos 266 mil millones—y disfrutó en los primeros 15 años del siglo XXI de una bonanza económica, pero sus rangos sociales ahora se comparan con los de las más pobres de África.
Venezuela evidenció en 2020 que se “africanizó”: el 96% de los hogares en la miseria, el 79,3% en la pobreza extrema, más de 22 millones de personas sin poder cubrir el costo de una mínima nutrición y 7 de cada 10 familias amenazadas por la inseguridad alimentaria.
Las cifras de ese deterioro, reveladas en informes de 2020 y 2021 de las universidades venezolanas Central y Simón Bolívar (públicas) y Andrés Bello (privada), exhibieron que “los niveles de pobreza en Venezuela se comparan con los países más pobres del mundo y que tienen mayor inestabilidad política”.
El abismo nutrió un éxodo incesante al exterior que creció en la década de 2010 y llegó a unos seis millones de venezolanos que huyeron de la represión y del caos por la aguda escasez o encarecimiento de medicinas, alimentos y artículos esenciales y un desplome salarial por hiperinflación y megadevaluación.
Las investigaciones universitarias demostraron, con indicadores del Banco Mundial, que Venezuela está en un segundo puesto después de Nigeria y en peor condición que Chad, Congo y Zimbabue, en África, Yemen, en Asia, y Haití, que por más de 60 años fue catalogado como el más pobre de América.
Los registros históricos oficiales precisaron que, en 1989, con un país de sistema capitalista y sin que Chávez hubiera irrumpido en la escena política venezolana, la pobreza azotó al 70% y subió al 80% en 1996.
Precipicio
Un reporte de 0ctubre de 2021 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), del sistema de la Organización de Naciones Unidas (ONU), pronosticó que Venezuela volverá a sufrir este año un desplome de su Producto Interno Bruto (PIB), con un decrecimiento o comportamiento negativo del 4%, el peor del continente y más grave que Haití y Surinam. La caída de 2020 fue del 30%, según CEPAL.
Al panorama se sumó en 2020 el implacable golpe del coronavirus, en una nación en la que la escasez también golpeó a los suministros médicos.
Desde que el 13 de marzo de 2020 se anunciaron los dos primeros casos confirmados de Covid—19 en Venezuela, el acumulado oficial a ayer continuó en 423 mil 663 contagiados y 5 mil 66 decesos, con una vacunación de 23 millones 156 mil 914 dosis aplicadas contra la enfermedad.
La emergencia sanitaria se agravó por las dificultades permanentes en los servicios públicos. Caracas registra de cinco a diez apagones diarios.
“A esto le aunamos los constantes problemas con el agua o el transporte, que es precario y horrible y todo está abarrotado”, narró la médica venezolana Geraldyne Aular Franco, madre, maestra y trabajadora de un centro de salud en Venezuela.
“Estos factores de aglomeración en el transporte público o falta de agua poco a poco van agregando más toxicidad en el contagio del virus. La falta de agua, de luz y, por lo caro o las dificultades para conseguirlas, de medicinas y no se diga de exámenes de laboratorio, cada uno en 35 dólares promedio” o más de 21 salarios mínimos, relató Aular a este periódico.
Con las ollas vacías por la insuficiencia o el encarecimiento de productos alimentarios, las billeteras con billetes devaluados y las penurias con agua, electricidad, combustibles y transporte, la epidemia, advirtió Aular, “está lejos de ser controlada”.
Sin que se vislumbre una salida, el calvario de todos los días de los millones de venezolanos sigue un mismo libreto… y ahora con otras elecciones.