Era la primera vez que la familia Santiago hacía un viaje a Italia y estaba de visita en la ciudad de Venecia. Las expectativas por viajar en góndola y disfrutar de sus paisajes y canales eran grandes; sin embargo, fueron testigos de la segunda inundación más grande que esta pequeña ciudad al norte de Italia ha vivido en los últimos 50 años.

Originarios de la Ciudad de México, una de las integrantes de la familia, Fernanda, explicó en entrevista telefónica con EL UNIVERSAL que ellos llegaron a la ciudad italiana el pasado martes por la mañana y que al ver la situación en la que se encontraba la zona, dudaron si podrían quedarse como lo tenían programado o tendrían que modificar su plan de viaje, porque de entrada no encontraban ningún restaurante funcionando donde pudieran desayunar: “Al llegar vimos mucha agua, aunque ya no estaba a su máximo, puesto que según nos explicaron el agua sube por las noches y baja un poco en la mañana, pero inmediatamente tuvimos que comprarnos unas botas de plástico; las vendían en cada esquina”, comentó la joven.

La marea del martes, combinada con fuertes ráfagas de viento y copiosa lluvia, prácticamente sumergió a 80% de la ciudad. Se trató de la segunda Acqua alta más importante registrada en Venecia desde 1923, después de la del 4 de noviembre de 1966 (1.94 metros).

“Fue una noche terrible”, contó uno de los locales a la familia Santiago, al recordar lo que ocurrió la madrugada del martes: el agua alcanzó tal nivel que la gente en vez de dormir se dedicó a cuidar sus pertenencias. Salim Santiago dijo que el lugareño les explicó que “las casas que están en la primera planta se inundaron por completo, sus muebles flotaban y como la marea superaba los muelles, los gondoleros nos contaron que muchos de ellos y otros dueños de embarcaciones tuvieron que dormir ahí para cuidar que sus barcos no se rompieran o perdieran”.

El agua, que alcanzó un nivel de 1.90 metros, inundó residencias, negocios, hoteles, calles y plazas, según los turistas mexicanos. “Pasamos por una biblioteca y todos los libros estaban mojados. Había tiendas en las que estaban rematando la ropa porque toda estaba mojada y en una calle en la que había tiendas de lujo, vimos a empleados de la tienda llorar mientras veían su mercancía mojada y arruinada”, relató Fernanda.

A pesar de que los habitantes están acostumbrados a lidiar con pequeñas inundaciones, no habían visto una inundación como la del martes desde 1966. Los venecianos, notaron los turistas mexicanos, estaban muy consternados y hubo dos detalles que llamaron la atención de la familia Santiago.

El primero, según lo relatado por Salim, fue la solidaridad. “Se veía cómo entre ellos se ayudaban a levantar sus negocios o recuperar lo que pudieran de su mercancía, o intentaban salvar los muebles de las casas inundadas (…) Había un espíritu de gran ayuda mutua”. Incluso, según el mexicano, los taxistas ofrecían viajes gratis para facilitar el traslado de la gente que iba a ayudar.

El segundo hecho que la familia recalcó fue que las autoridades locales hicieron un trabajo que Fernanda calificó de “extraordinario”, puesto que fue cuestión de horas para que las áreas turísticas volvieran a funcionar a la normalidad. “Había zonas que estaban bloqueadas porque el agua había arrastrado lanchas ahí y al poco tiempo que volvimos a pasar, ya lo habían quitado. Todo en general lo resolvieron de volada”.

A eso de las cinco de la tarde, tanto la familia mexicana como el resto de turistas que se encontraban ahí, pudieron gozar de un tradicional paseo en góndola, comer en la Plaza de San Marcos y caminar por las calles, en algunas de las cuales el nivel del agua les llegaba todavía a la mitad de la pantorrilla; en otras, “sólo eran charcos”, afirmó la joven mexicana.

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