San José. – Las apuestas políticas en Perú se mecen entre dos opciones.

De un lado de cualquier mesa imaginaria de juego, nadie se atreve a apostar cuándo caerá el gobierno del presidente peruano, Pedro Castillo, ni si el desplome está cerca o todavía falta recorrer un largo calvario político e institucional para que se produzca el colapso final.

Del otro lado del péndulo, nadie tampoco se arriesga a garantizar que el cuestionado mandatario logrará completar su gestión y, en un convulso escenario de acelerada tirantez política, llegar como Jefe de Estado al 28 de julio de 2026 para entregar el poder a su sucesor.

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Castillo asumió el 28 de julio de 2021 y, contra todos los pronósticos dentro y fuera de Perú y de su mismo entorno de confianza o anillo de cercanía, el jueves de la semana pasada cumplió el primero de sus cinco años de gestión.

Aunque pudo cubrir—y con dificultades—los 12 meses iniciales de administración, el gobernante avanzó en los días posteriores bajo una tormenta con vaticinios de huracán y sin que ningún jugador ose negarse a apostar por alguna de las alternativas de Castillo: accidentada continuidad del mandato, abrupto desenlace del gobierno, renuncia voluntaria, destitución vía legislativa, exilio forzado o negociado o… cárcel.

El presidente está acusado de los supuestos delitos de presunto encubrimiento, plagio de su tesis, ascensos irregulares en las Fuerzas Armadas de Perú y organización criminal, lavado de dinero, tráfico de influencias y colusión agravada en el Ministerio de Transporte y Comunicaciones. En este contexto, Castillo ganó, en noviembre de 2021 y en marzo de 2022, dos procesos de vacancia o sustitución en el Congreso por “incapacidad moral”.

Con ese entarimado judicial, con un reducido respaldo legislativo y ante un masivo ataque mediático, las interrogantes son gigantescas sobre el futuro del gobernante que también es educador (maestro o profesor), sindicalista magisterial y rondero o vigilante campesino.

Elevado sorpresivamente a político y a candidato presidencial y cuestionado por sus reales capacidades para gobernar, Castillo ganó en 2021—el 11 de abril y el 6 de junio—la primera y la segunda ronda de las elecciones presidenciales, en otra demostración del deterioro generalizado de la clase política tradicional de Perú.

“La salida de Castillo se puede dar en cuestión de una o dos semanas o menos. No lo sabemos. Puede ser más. Pero el presidente es insostenible”, afirmó el abogado y politólogo peruano Josef Zielinski, profesor de Ciencias Políticas de la (no estatal) Universidad de Lima.

“Todos los días hay algo nuevo en contra del presidente. Cualquier gobernante con dos dedos de frente ya habría renunciado”, dijo Zielinski a EL UNIVERSAL.

Al describir que el escenario se asemeja al juego de azar de ruleta rusa con varias municiones en el tambor de un revólver colocado sobre la sien para desafiar a la suerte al girar el cilindro sin saber la posición de los proyectiles, Zielinski narró que en la situación política de Castillo “parece que hay cada vez menos posibilidad de que no haya balas en el arma”.

“Es cierto que en un año de gobierno Castillo ha aguantado mucho ataque y todavía parece favorecerse de la suerte del principiante. ¿Pero hasta cuándo aguantará? La lógica dice que no va a poder aguantar más bajo esta situación de ataque permanente durante los próximos cuatro años”, pronosticó.

“Si Castillo renuncia hoy, por ejemplo, en un mes máximo estará sometido a una medida de prisión preventiva. El manejo que Castillo y sus abogados han hecho de estos casos ha sido muy torpe. Pero recordemos que Perú es impredecible en política. Es como las novelas policiacas famosas en las que no se sabe qué va a ocurrir en la siguiente página”, relató.

Ruptura

Castillo se alzó con la victoria en las urnas como candidato del izquierdista y entonces opositor partido Perú Libre… sin ser él de izquierda. Por eso es que, en otro escenario de choque y distanciamiento que ahondó su soledad, rompió con Perú Libre varios meses después de instalarse en el Palacio de Gobierno, uno de los centros tradicionales de poder en Lima.

“Discurso presidencial vacío”, tuiteó el médico y político peruano Vladimir Cerrón, secretario general de Perú Libre, al reafirmar el distanciamiento con Castillo y fustigarlo el 28 del mes pasado por el mensaje que pronunció ante el Congreso por el primer aniversario. “Sin la energía moral necesaria, sin compromiso de un real cambio, sin anuncios de reestructurar el Estado”, agregó.

El panorama de Castillo siguió complicándose esta semana.

El miércoles, el abogado Aníbal Torres renunció al puesto de primer ministro, el cuarto de Castillo desde julio de 2021 y en otra exhibición de la profunda y prolongada inestabilidad de más de 12 meses en el Consejo de Ministros. En un anuncio esperado, Castillo tuiteó anoche que, al no aceptarle la renuncia, Torres se comprometió a seguir "trabajando por nuestro país".

El jueves, el Congreso de Perú le negó permiso para viajar de hoy al lunes a Bogotá como invitado a la toma de posesión mañana de Gustavo Petro como presidente de Colombia. En reacción, el gobernante tuiteó: “Lamento que, de forma inusual y prepotente (el congreso) me impida asistir” a Colombia.

Ese mismo día compareció a la Fiscalía de la Nación por uno de los procesos en su contra y argumentó que “no soy parte de ninguna red criminal”, anunció que demostrará su inocencia y reiteró que “a nadie he robado, a nadie he matado y no lo haré”.

“Acá me ha puesto el pueblo y voy a responder siempre por el pueblo”, insistió.

Pero la tempestad política recrudeció.

La diputada peruana Patricia Chirinos, del opositor partido Avanza País, anticipó a la prensa de su país que “probablemente este gobierno acabe antes. Estamos siendo testigos de este hombre moribundo que está saliendo del poder. Ya es un cadáver, es un muerto viviente que sigue caminando y creo que todos estamos esperando el día que por fin caiga este gobierno”.