San José.— El jogo bonito, famosa etiqueta que se usó en múltiples rincones del mundo para describir la magia del futbol de Brasil, podría mutar a jogo fatal para dibujar la realidad brasileña de desastre sanitario y de conmoción por el persistente e incontenible azote mortal del coronavirus, con inestabilidad política y dudas acerca de si el presidente Jair Bolsonaro podrá concluir sus 48 meses de mandato.

Con el mismo ejemplo futbolístico, el futuro de la principal potencia económica de América Latina y el Caribe está marcado por la vacilación con Bolsonaro entre el odio y la simpatía de los 210.8 millones de brasileños: ya se jugaron los 90 minutos iniciales, los 30 complementarios y empezó la ronda de penales, siempre definida como una ruleta rusa de incierto desenlace.

“No sabemos si [Bolsonaro] estará en la presidencia” en los próximos meses y en los comicios presidenciales y legislativos de octubre de 2022, afirmó el sociólogo e historiador brasileño Marco Antonio Villa, profesor de Historia de la (estatal) Universidad de Sao Paulo.

“No es insignificante esta hipótesis”, pronosticó Villa a EL UNIVERSAL, en referencia a que la próxima semana será clave porque el Congreso Nacional (Senado y Cámara de Diputados) podría decidir abrir un juicio político al presidente por “dejación de funciones y no salvaguardar la vida de los brasileños” por el Covid-19 y, eventualmente, ordenar destituirle.

“Esto se debe a que puede ocurrir el enjuiciamiento político de Bolsonaro. Si Bolsonaro llega a octubre de 2022, tendrá que defender un gobierno que tiene poco o nada que presentar al electorado”, agregó.

Tras asumir un primer cuatrienio en enero de 2019 con opción de reelegirse a partir de enero de 2023, el mandatario ignoró, rechazó y se burló del alud de críticas por su política negacionista ante lo que repetidamente tildó de “gripecita”, en alusión al coronavirus.

Pese a los ataques, el excapitán ultraderechista en retiro de las Fuerzas Armadas de Brasil nunca aceptó imponer cuarentenas y otras reglas para controlar la pandemia.

Brasil, que el 25 de febrero de 2020 fue el primer país de América Latina y el Caribe en confirmar un caso de la enfermedad, pasó de un millón 88 mil pacientes y 50 mil 591 fallecidos al 22 de junio de 2020, a un acumulado de 14 millones 167 mil 973 casos y 383 mil 502 decesos para ayer, según datos oficiales. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) expresó el 16 de este mes su preocupación al plantear que autoridades brasileñas boicotearon el plan de contención de la crisis sanitaria e incentivaron la aglomeración humana, por lo que sus actitudes “indicarían intentos de propagación intencional del virus”.

El retorno

El panorama se caldeó luego de que el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, presidente por dos cuatrienios consecutivos de 2003 a 2010, resurgió para incomodar a Bolsonaro y acariciar la opción de postularse en 2022.

Declarado culpable de corrupción, Lula estuvo preso de abril de 2018 a noviembre de 2019, pero el Supremo Tribunal Federal de Brasil anuló en marzo anterior las sentencias en su contra. El expresidente eludió confirmar o negar si se postulará.

“Las personas que votan a un tipo así (…) merecen sufrir”, advirtió Bolsonaro esta semana sobre los votantes de Lula.

Veja, una de las principales revistas de Brasil, ilustró la portada de su edición del 21 al 28 de este mes con una fotografía de Lula y un sugerente titular sobre su regreso al juego en tierra futbolera: De volta ao jogo.

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