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Los Ángeles
“La historia podría repetirse, pero esta vez en proporciones bastante más grandes”, dice a EL UNIVERSAL Joe N., un oficial retirado de la Armada de Estados Unidos quien pidió omitir su nombre real por motivos personales. “Donald Trump planea recurrir a instalaciones militares para tratar de controlar mejor la llegada a este país de tantos extranjeros sin documentos, pero especialmente para los menores o quienes vienen con ellos”, explica en relación al estudio que el presidente Trump pidió al secretario de Defensa, James Mattis, para albergar en bases de las fuerzas armadas a miles de migrantes.
“No sería la primera vez —en la historia reciente de Estados Unidos— que un presidente recurre a este tipo de medidas”, comenta el ex marino; “Barack Obama lo hizo en 2014 y preparamos alrededor de 575 espacios en la base donde yo prestaba mis servicios, en Port Hueneme —en el condado de Ventura, California—, ahí recibimos a estos menores y los atendimos por menos de seis meses”, recuerda.
Port Hueneme fue uno de los tres albergues que se prepararon en la administración Obama para hacer frente a parte de lo que el ex presidente calificó como una “crisis humanitaria”, refiriéndose a los más de 60 mil centroamericanos llegados ese año fiscal y, que sumados a cuatro años anteriores, llegaron a ser más de 200 mil. Pero el gran reto eran los miles de menores que llegaban solos. La Base Lackland de la Fuerza Aérea de EU, en San Antonio, Texas, y la Base Naval Fort Sill, en Oklahoma, fueron las otras dos que albergaron a menores en 2014.
Se calcula que alrededor de 7 mil menores pasaron por estas instalaciones en áreas acondicionadas especialmente para ellos. En el caso concreto de Port Hueneme, un edificio que había funcionado para reservistas antes de partir a Irak y Afganistán, fue reacondicionado con las 575 camas, un amplio comedor, aulas y diversas áreas de diversión en exteriores y en el interior; así como suficientes regaderas y sanitarios.
“Los organizábamos por edades y, sin ser lo estricto que supone estar en una instalación militar, sí se les daban distintos horarios para levantarse, asearse, vestirse, desayunar y de ahí las actividades que cada uno escogiera durante el día. Contábamos con personal del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), quienes se encargaban de la organización del día a día y de resolver sus dudas; nosotros proveíamos seguridad y orden”, describe el oficial retirado.
“Por supuesto contaban con alimentación saludable, agua para beber y tenían a su disposición día y noche atención médica en caso de requerirla”, comenta el ex marino.
La suma de miles de niños y niñas pasando por las instalaciones militares se debía a que, si bien en el caso de Port Hueneme por ejemplo, sólo había 575 camas, cada tres o cinco días se colocaba a los menores con familiares o amigos y el espacio libre era de inmediato cubierto por un nuevo menor y así en los tres albergues militares.
Es muy probable que la historia se repita. Trump pidió hace días a su Secretario de Defensa que le informe sobre la posibilidad de hacer lo mismo que en 2014.
El lunes, Mattis anunció que se usarán dos instalaciones militares en Texas para albergar a los migrantes que cruzan la frontera sur, se trata de la base de Fort Bliss, ubicada en las afueras de El Paso, y la base de la Fuerza Aérea Goodfellow, en el centro de Texas.
“Sí, es verdad que el presidente —Trump— ha solicitado el apoyo de las fuerzas armadas en esta tarea”, confirmó a EL UNIVERSAL el oficial retirado Joe N. Para tal efecto. Hay otras dos bases que también podrían utilizarse: la de la Fuerza Aérea Dyess, en Abinele, y la de la Fuerza Aérea en Little Rock, Arkansas.
Esta vez se estima que la cantidad de indocumentados que pasarán por estas áreas sumarán alrededor de 20 a 25 mil a lo largo de seis a 12 meses. En cada caso, los recursos saldrán del Departamento de Salud y Servicios Humanos. Recientemente se hizo un cálculo de lo que podría costar esta medida a EU: 233 millones de dólares en los primeros seis meses. Algunos observadores han indicado que Trump busca también bajar los niveles de crítica negativa por la separación de miles de familias que provocó con su política de “Tolerancia Cero”.
“En 2014 los menores en los espacios militares recibían clases de inglés, manualidades y algo de computación; y aunque algunos pasaban muy poco tiempo como para poder aprender lo suficiente, hay que entender que al menos se les sembró la curiosidad o la intención de hacer algo productivo con su tiempo”, recuerda el ex militar. “Esperemos que les haya servido y seguramente a estos grupos nuevos de migrantes se les podrá sembrar también alguna buena actitud para su futuro. Es parte de la misión de quienes se hacen cargo de ellos y que también es importante que se diga al mundo”.
José Luis Chopin, quien fue camarógrafo de la cadena MundoFox, tuvo la oportunidad de visitar Port Hueneme en 2014 y recuerda parte de lo que vio.
“Fue una experiencia curiosa porque invitaron a los medios pero no nos dejaron grabar nada”, comenta riendo. “Fuimos más como testigos presenciales, aunque ellos nos proporcionaron el video que usamos para nuestra nota y algunas fotografías”, recuerda.
“Los jóvenes y niños que vimos se veían contentos, nos dieron un tour; entramos a las habitaciones, al comedor, a la cocina, a los salones, a todos los lugares donde jugaban o veían tele; afuera había una pequeña canchita de futbol, terracería, pero así estamos acostumbrados”, describe Chopin; “había mucho orden y decenas de personas, casi todas mujeres, atendiéndolos y hablando con ellos, la verdad se veían muy contentos, mi reportero y yo comentábamos que lo más seguro es que ya ni se quisieran ir de ahí”, comenta riendo.
“Yo pienso que ya cuando se involucra a instituciones tan importantes en un tema presidencial tan delicado, todo tiene que salirles perfecto y espero que si ahora vuelven a hacer lo mismo sea igual o mejor, porque los jóvenes se dan cuenta de la diferencia y entienden, se motivan para salir adelante”, señala Chopin.
“Hay una gran diferencia de actitud y de trato entre las jaulas donde los encerraron agentes del ICE —Inmigración y Aduanas—, donde la comida es mala y que ni se vayan a sentir mal porque sólo dan pastillitas para el dolor. Esto es otra cosa, la diferencia es del cielo a la Tierra. Ahora sí los van a tratar como seres humanos. Bueno, a los que pasen por ahí, los demás seguirán sufriéndola”, agrega.