Bruselas.— En el circuito de la delincuencia organizada, las mujeres no son exclusivamente esposas o amantes de los narcos, también son choferes, facilitadoras de contactos, jefas de escuadrones de sicarios, cerebros operativos, blanqueadoras de capitales y líderes de cárteles.
El sexo femenino está presente en todos lados, menos en el radar de los servicios de seguridad, en donde prevalecen ideas preconcebidas sobre el papel y los atributos de la mujer en el mundo criminal. Ese fue el mensaje reiterado que arrojó la Conferencia Global sobre Crimen Organizado que reunió a decenas de expertos en formato virtual y que en esta edición puso particular énfasis en la presencia de la mujer dentro de las estructuras delictivas.
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El evento, estructurado en foros temáticos, fue organizado por el Center for Information and Research on Organized Crime (CIROC), la International Association for the Study of Organized Crime (IASOC) y la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional (GI- TOC). Si bien los estudios son escasos y la información científica disponible es limitada, en parte, porque la narrativa criminal es dominada por el sexo masculino, es un hecho que la mujer “está fuera de los reflectores”. “Las fuerzas del orden no las están vigilando a pesar de desempeñar múltiples papeles”, afirma Carolina Sampó, coordinadora del Centro de Estudios sobre Crimen Organizado Transnacional del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.
“Hoy están más presentes que antes, especialmente en posiciones de medio rango. Y como ocurre con el hombre, hay muy pocos capos, muy pocos hombres en la punta de la pirámide, lo mismo puede estar sucediendo con la mujer. Esto es algo que hay que tener en consideración en análisis del papel de la mujer en organizaciones criminales”.
Teresa Trujillo, investigadora asociada al Centro de Investigaciones Internacionales de Sciences Po, París, asegura que los prejuicios existentes son la combinación perfecta en beneficio de la delincuencia. Sostiene que por un lado es ignorada por las fuerzas de seguridad y por el otro predomina en la opinión pública la imagen machista de que es la chica o víctima del barón criminal. Está el caso de Emma Coronel y la narrativa creada.
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En discusiones los panelistas dijeron que no hay patrones determinados que conduzcan a la mujer a enrolarse en estructuras delictivas. En general estereotipos llevan a pensar en una mujer que entra a una organización criminal como “una extensión del hombre”, siguiendo instrucciones o atendiendo pendientes.
Si bien faltan evidencias que conduzcan a conclusiones que lleven a establecer diferencias de género al interior de una red delictiva, los datos disponibles sugieren que ellas aportan distintas cualidades a la estructura criminal. Sampó afirma que a diferencia del hombre, la mujer es “sumamente discreta”, es capaz de proyectar una vida de madre o abuela y ocultar que en el fondo conduce una organización criminal.
Son buenas en números. A esto se añade su perfil estratégico, están alejadas de los reflectores de las agencias de seguridad.