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Ocurrió en Punta Negra, un distrito de la provincia de Lima , en Perú . Fue allí, a lo largo de una costa rocosa con vista al mar, que Jolie Mejía y su familia conocieron una historia de amor en su máxima expresión. Mientras disfrutaban de la fresca brisa de la tarde sentados en la arena, recibieron la visita de un perro que parecía estar solo.
Sin embargo, el can no mostraba los signos típicos del abandono. Llevaba un collar, su pelaje estaba limpio, a simple vista no tenía heridas ni cicatrices y su peso corporal parecía ser el adecuado a un perro de su porte y tamaño. Jolie lo acarició, esperó unos minutos a que se acercara algún humano responsable, pero pasaba el tiempo y nadie se acercó. En ese lapso, algo le llamó la atención a la joven: el perro parecía disfrutar de las caricias y la cercanía con la familia. Sin embargo, todo el tiempo su mirada permanecía fija en el océano. Algo pasaba, y la muchacha no tardó en enterarse del conmovedor motivo detrás de esa expresión.
Con la mirada perdida
“Un lugareño que pasaba por la playa nos explicó que prácticamente todos en la zona conocen al perro y le tienen mucho cariño. Nos dijo que el animal vivía con un pescador que falleció hace tiempo. Y que, desde entonces. el perro viene todos los días hasta acá y mira al mar”, esperando, al parecer, el regreso de su amigo que no volverá.
Sin embargo, Vaguito no está solo. Según explicó el pescador, entre todos lo cuidan y hay una mujer en cuya casa el lomito ha encontrado refugio.
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agv