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Londres.— La valla humana pareció extenderse de Edimburgo, en Escocia, hasta las puertas del Palacio de Buckingham. El cuerpo de la reina Isabel II llegó ayer a Londres, en una noche lluviosa, igual al día en que se anunció su fallecimiento, el jueves pasado.
La gente se formó a lo largo de la calle que conduce a Buckingham para saludar el paso de la carroza fúnebre, que tenía luces en su interior que iluminaban el ataúd envuelto en una bandera. En la ciudad, las personas se apretaban en la avenida y levantaban sus teléfonos mientras el cortejo pasaba frente a ellas.
Al exterior del palacio, miles de personas vitorearon y gritaron: “¡Dios salve a la reina!” y aplaudieron cuando la carroza fúnebre dio vuelta a una rotonda frente a la residencia oficial de la reina en Londres y atravesaba las puertas de hierro forjado. Su hijo, el rey Carlos III, y otros familiares directos esperaban dentro.
El ataúd viajó a Londres desde Edimburgo, donde 33 mil personas pasaron silenciosamente frente a él en las 24 horas que estuvo en la Catedral de San Gil, después de que fuera llevado allí desde su apreciado refugio de verano, el Castillo de Balmoral, donde la reina murió, a los 96 años de edad, 70 de ellos como monarca de Reino Unido.
“Escocia se ha despedido de nuestra reina de los escoceses con tristeza, pero con cariño”, dijo la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon. “No volveremos a ver a alguien como ella”.
Un avión militar C-17 Globemaster con el féretro de la reina aterrizó en Northolt, una base de la Real Fuerza Aérea ubicada en el oeste de Londres, aproximadamente una hora después de que partió de Edimburgo. La primera ministra británica, Liz Truss; el secretario de Defensa, Ben Wallace, y una guardia militar de honor aguardaban en la base aérea.
Entre las personas que esperó de pie bajo la lluvia el paso de la carroza fúnebre se encontraba David Stringer, un conductor de autobús jubilado de 82 años, quien recordó haber visto la coronación de la reina en un noticiario cuando era niño.
“Es una verdadera lástima”, comentó. “Es decir, no pensaba en ella todos los días, pero siempre sabía que estaba ahí, y ahora mi vida está llegando a su fin y su tiempo ha terminado”.
Este miércoles, el ataúd será llevado en un carruaje tirado por caballos a las Cámaras del Parlamento británico para que repose allí durante cuatro días antes del funeral del lunes en la Abadía de Westminster.
Visita y berrinche en Irlanda del Norte
Por la mañana, el rey Carlos III viajó a Irlanda del Norte, donde su visita causó un inusual momento de unidad entre políticos en una región que tiene una identidad británica e irlandesa disputada y profundamente dividida en torno a la monarquía.
La visita es parte de la Operación Marea de Primavera, en la que el nuevo rey hace una gira por las cuatro naciones que conforman el Reino Unido: Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte.
Cientos de personas se reunieron alrededor del Castillo de Hillsborough, cerca de Belfast y que es la residencia oficial de la familia real en Irlanda del Norte, en la muestra de afecto más reciente luego del deceso de la reina. La zona frente a las puertas del castillo estaba repleta de cientos de arreglos florales.
Carlos y su esposa Camilla, la reina consorte, bajaron de su automóvil para saludar a la multitud, y en ocasiones utilizaron ambas manos para agradecer a los residentes, incluidos niños que vestían uniformes azules. Carlos incluso acarició a un corgi, la famosa raza de perro favorita de su difunta madre, que una persona llevaba cargando, mientras que algunos gritaban “¡Dios salve al rey!”.
“El día de hoy significa mucho para mí y mi familia, tan sólo el estar presente en mi localidad natal con mis hijos para presenciar la llegada del nuevo rey es un momento verdaderamente histórico para todos nosotros”, comentó Robin Campbell, residente de Hillsborough.
Aunque hubo una cálida bienvenida en Hillsborough, la monarquía británica genera sentimientos encontrados en Irlanda del Norte, donde hay dos comunidades principales: Los unionistas, mayoritariamente protestantes, que se consideran británicos, y los nacionalistas, mayoritariamente católicos, que se consideran irlandeses.
El rey, como ha hecho desde que asumió el cargo, intentó mostrarse cercano a la gente, cambiar la imagen que se tiene de él de figura chocante, incluso snob.
“Odio esto”
Sin embargo, como ya ocurrió el sábado, su carácter ayer volvió a traicionarlo.
Durante la firma del libro de visitantes en el Castillo de Hillsborough, el rey se equivocó de día y fechó el 12 de septiembre. Al darse cuenta, se molestó. Y todo empeoró cuando la pluma con que estaba firmando se chorreó.
“Odio esto”, dijo, dándole la pluma a Camilla mientras se limpiaba. “No soporto esta maldita cosa”, añadió.
Los honores a la reina Isabel II llegaron hasta Hong Kong, donde a pesar del sofocante calor, cientos de personas aprovecharon que era día festivo y se formaron para firmar, en el consulado británico, el libro de condolencias, o para dejar flores en honor a la reina.
En Canadá, el primer ministro Justin Trudeau declaró que el 19 de septiembre será feriado para que los empleados del gobierno federal puedan guardar luto por Isabel II. El sábado pasado, Carlos III fue proclamado monarca canadiense.
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