El mayor desafío que enfrentará el próximo presidente de México en el ámbito internacional es la endiabladamente compleja relación bilateral con Estados Unidos y con su presidente Donald Trump.

Enunciados como ‘la patria es primero’, o ‘actuaré con firmeza y dignidad’ carecen de sustancia. Con base en una revisión de documentos, discursos y debates presento al lector mi análisis y algunas pistas para navegar en las turbulentas aguas del trumpismo.

1. Los objetivos: ¿qué hacer? Andrés Manuel López Obrador (AMLO) habla de convencer a Trump de avanzar por el camino de la cooperación y no de la confrontación. Ricardo Anaya plantea la defensa de los intereses nacionales y de los migrantes mexicanos en Estados Unidos. José Antonio Meade postula el diálogo. Empero, Trump es un supremacista blanco que nos ve como inferiores. Sus voladas absurdas en la renegociación del TLCAN confirman que las buenas intenciones no bastarán.

2. La estrategia: ¿cómo moverse? AMLO plantea un acuerdo como la Alianza para el Progreso en los años 1960s. Anaya pone todos los temas sobre la mesa: comercio, frontera, migración, y condiciona la cooperación en seguridad a que cesen los ataques contra los mexicanos. Meade promoverá comercio, turismo e inversión. Sin embargo, Trump toma las decisiones sobre México en función de factores de política interna estadounidense.

3. Los instrumentos: ¿de cuáles dispone? Este esfuerzo diplomático cuesta. Hay que invertirle dinero, mejorar condiciones laborales y remuneraciones de los agentes diplomáticos y consulares. Y trabajar aún más al lado de muchísimos mexicanos talentosos que destacan en Estados Unidos vía los negocios y el ‘poder suave’ de la gastronomía, el cine, la cultura, etc.

4. El territorio: ¿dónde desplegar sus esfuerzos? No sólo en Washington DC, sino en todo el territorio estadounidense. Son cruciales California, Arizona, Nuevo México y Texas como entidades fronterizas, pero también los gobernadores y los alcaldes de las grandes ciudades.

5. Las alianzas: ¿con quiénes? Fortalezcamos a las comunidades mexicanas como actores con agenda de incidencia política propia allá en EU. Son cruciales también las alianzas con empleadores de trabajadores mexicanos, así como exportadores e inversionistas estadounidenses en México.

Ellos son hoy el lobby más influyente ante Trump.

6. Los prejuicios y mitos a vencer: AMLO suele ver las relaciones exteriores como frívolas y dispendiosas; su austeridad republicana no debería erosionar las bases de una acción internacional eficaz y eficiente. Anaya debe explicar cómo la incorporación de México al mundo de la innovación tecnológica con empresas estadounidenses le sirve al ciudadano de a pie en su vida cotidiana —cómo vincular Metlatónoc con Silicon Valley—.

José Antonio Meade ‘yo sé cómo hacerlo porque ya fui canciller’ debe trascender un sexenio donde los intereses del grupo político de Enrique Peña Nieto prevalecieron sobre los de la nación mexicana. ¿Cómo exigir respeto a los trabajadores mexicanos allá si le seguimos apostando a ser competitivos internacionalmente castigando los salarios acá?

Enunciados como ‘actuaré con firmeza y dignidad’ carecen de sustancia. Apostar a la persuasión personal de cara al ‘bully’ en un entorno de fractura (fin del TLCAN, corridas contra el peso) suena temerario e irresponsable. Muchas de estas ideas ya se han puesto en práctica, pero de manera aislada. Nuestro próximo presidente debe definir la sustancia: más allá de la tragedia de deportaciones, confrontación y aislacionismo que está sucediendo ahora, ¿qué vamos a construir con EU para las próximas décadas y con quién? El que no sabe a dónde va corre el riesgo de perderse.

Profesor asociado en el CIDE
@Carlos_Tampico

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