Miami.— En las últimas semanas de la , la dinámica entre Donald Trump y Kamala Harris se ha vuelto intensamente personal, con insultos y ataques incluidos que han marcado un tono de agresividad y confrontación no vista antes.

Los intercambios verbales han dejado de centrarse en temas de política pública para convertirse en descalificaciones directas que reflejan la fuerte división del . Las redes sociales, así como las reacciones dentro de los propios partidos, son un reflejo adicional de esta escalada verbal.

El pasado 22 de octubre, en un evento con líderes latinos en Miami, Florida, Trump se refirió a Harris como una “vaga” y afirmó que Estados Unidos no necesita a alguien de escaso coeficiente en un puesto de poder. Ese mismo día, en un mitin en Greensboro, Carolina del Norte, Trump repitió la idea, describiéndola como lazy as hell (vaga como el infierno) y “lenta”.

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Estos términos, además de descalificar la ética de trabajo de Harris, “tocaron un tema delicado, porque esta palabra: vaga, ha sido históricamente asociada a estereotipos raciales”, explica a EL UNIVERSAL el analista político Hernán Molina desde California. “Trump usa este lenguaje como una estrategia para mantener su imagen de hombre fuerte y decidido ante sus seguidores, quienes interpretan sus palabras como una crítica legítima y como una muestra de su rechazo a lo que consideran ‘la corrección política’ de la izquierda”, asegura.

El 19 de octubre pasado, durante un mitin en Latrobe, Pennsylvania, Trump lanzó uno de sus ataques más vulgares contra Harris, refiriéndose a ella como “una vicepresidenta de mierda”.

“Este insulto no fue un hecho aislado; es parte de una serie de ataques que Trump ha venido repitiendo en otros eventos y que apuntan a tratar de deslegitimizar la intención de Kamala para llegar a la Casa Blanca y desde luego tratar de romper su credibilidad”, dice Molina.

Anteriormente, el 13 de octubre, durante una reunión privada con grandes donantes en Manhattan, Trump hizo otro comentario despectivo, refiriéndose a Harris como “retrasada”. En otros momentos de la campaña, Trump ha seguido atacando a Harris con términos como “no inteligente” y “mentirosa”.

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En respuesta a esta metralla de insultos, Harris no ha dudado en defenderse y contraatacar. Durante una reciente entrevista con CNN, Harris aprovechó una descripción que John Kelly, exjefe de gabinete de Trump durante su presidencia, había hecho alguna vez al The New York Times, comentando que el exmandatario republicano “ciertamente entra en la definición general de los fascistas”, subrayando, además, que Trump era un admirador de personajes como Adolf Hitler y que Trump estaba “cada vez más desquiciado e inestable”.

“Creo que Estados Unidos debe tener un presidente que no admire a los dictadores. Donald Trump dijo que sería un dictador desde el primer día”, subrayó Kamala. Estas declaraciones son de las respuestas más contundentes de Harris.

En otra entrevista reciente con el The New York Times, Harris abordó varios temas clave de su campaña y sus diferencias con Trump. Durante la conversación, Harris se enfocó en su visión para el futuro de la democracia estadounidense, al tiempo que subrayó su preocupación por el impacto de un posible segundo mandato de Trump. Kamala describió el enfoque del republicano como una amenaza a los valores democráticos, especialmente considerando sus comentarios sobre querer tener más control directo del poder.

Además, Harris destacó su apoyo a políticas que promuevan la igualdad y aborden temas de justicia social, criticando lo que ella considera una falta de compromiso por parte de Trump en estos aspectos.

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En un discurso el 22 de octubre pasado, ella condenó las palabras del republicano porque dañan la dignidad de la nación. “Al señalar la vulgaridad en los insultos de Trump, Harris intenta darles la vuelta para atraer a los votantes indecisos”, asegura el analista, sugiriendo que la vicepresidenta quiere mostrar a Trump “como alguien que carece de la estabilidad y el respeto necesarios para liderar al país [Estados Unidos]”.

Harris ha sido aún más contundente en sus respuestas, describiendo a un Trump sin rumbo. Kamala ha afirmado que su contrincante se muestra cada vez “más errático e inestable”, sugiriendo que su comportamiento es una señal de desesperación e insistió en que representa un riesgo para EU. La elección de estos términos no es casual; “Kamala intenta enmarcar a Trump no sólo como un oponente vulgar, sino como alguien emocionalmente inestable”, dice Molina; “busca proyectarse a sí misma como una alternativa más equilibrada y racional”.

“Las palabras de Trump no sólo son insultos hacia mí, sino hacia todos los que creen en una Unión Americana unida y justa. Su autoritarismo es peligroso”, declaró recientemente Kamala. “Con este calificativo, [Harris] intenta retratar a Trump no sólo como un rival en la contienda electoral, sino como una figura que amenaza los principios básicos de la democracia”, señala Molina.

En redes sociales, las reacciones a estos intercambios verbales han sido extremadamente polarizadas. En Truth Social, los seguidores de Trump han elogiado su retórica agresiva, viéndola como una muestra de fuerza y autenticidad.

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En Twitter e Instagram, los seguidores de Harris han condenado los ataques de Trump, calificándolos de sexistas y racistas. Un usuario escribió que “los insultos de Trump muestran lo poco que respeta a las mujeres y a las personas de color. Harris no sólo está enfrentando a Trump, está luchando por todos nosotros”. En el Partido Demócrata, líderes como Nancy Pelosi han condenado la manera de expresarse del republicano, afirmando que “los insultos de Trump son una amenaza no sólo para Kamala, sino para la dignidad del sistema democrático”.

En el Partido Republicano, las reacciones han sido más variadas. Mientras que algunos miembros más moderados han expresado su incomodidad con el tono de los insultos, otros han apoyado la estrategia de Trump, argumentando que sus ataques personales son efectivos para consolidar su base electoral. Un legislador republicano comentó a este medio, bajo condición de anonimato, que “no creo que este tipo de lenguaje sea útil para atraer a los votantes moderados. Trump está jugando con fuego”, pero los sectores más leales a Trump han defendido su estilo.

“Tanto Trump como Harris decidieron sumirse en estos intercambios verbales como una forma de hacer campaña y, quizás, movilizar a sus respectivas bases y atraer la atención de los medios a fin de ganar los votos de los indecisos”, dice Molina. Esa es la pregunta que muchos se hacen: ¿estos insultos lograrán convencer a los votantes indecisos o si simplemente alimentan las divisiones?

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