San José.— Brasil confirmó ayer una tendencia de derrotar en las urnas al oficialismo que comenzó en 2018 en México y que, excepto en Cuba, Nicaragua, Venezuela y Paraguay, proliferó en los comicios presidenciales de 15 países de América, pero el ultraderechista presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quedó con fuerza para tratar de remontar en la segunda fase de la pelea tras salir vencido de la primera.
En jerga boxística, la lucha de ayer finalizó con Bolsonaro contra las cuerdas, aunque con aire suficiente en su pretensión de recuperarse en los asaltos definitivos del combate. “Concuerdo” con esa descripción, explicó el académico brasileño Juliano Corti- nhas, profesor de relaciones internacionales de la (estatal) Universidad de Brasilia. “Creo que ese es el escenario”, dijo Cortinhas a EL UNIVERSAL.
Brasil confirmó la inclinación de otros 15 países americanos: la pérdida de los partidos oficialistas, sean de derecha o de izquierda, en aparente voto de castigo. Fue lo que pasó con las derrotas de los candidatos del oficialismo en 2018 en México, en 2019 en Argentina, Uruguay, Panamá, El Salvador y Guatemala, en 2020 en Bolivia y República Dominicana, en 2021 en Chile, Honduras, Perú y Ecuador y en 2022 en Costa Rica, Colombia y Brasil.
Como presidentes, Donald Trump en Estados Unidos en 2020, y Mauricio Macri en Argentina en 2019, fallaron en sus afanes reeleccionistas.
Bolsonaro, del derechista Partido Liberal (PL) y la coalición Por el bien de Brasi”, y Lula, del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) y la alianza Brasil de Esperanza, captaron ayer la mayor cantidad de votos para avanzar a la segunda y eliminaron a otros nueve candidatos.
Aunque el mandatario recibió 43% y emergió en aparente desventaja ante Lula, con 48%, salió con la contienda abierta en su afán de impedir ser víctima del voto de castigo y superó otra realidad: las encuestas de cierre de campaña previeron que ayer sólo obtendría en el entorno a 33%.
Lula, gobernante de 2003 a 2010, arañó anoche la opción de eludir la segunda vuelta y convertirse en presidente electo, pero necesitaba más de 50% para reinstalarse en la principal silla del Palacio de Planalto en Brasilia, sede del Poder Ejecutivo, por al menos cuatro años de mandato a partir del 1 de enero de 2023.
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