Madrid.- El rechazo tajante de la Iglesia católica a bendecir uniones del mismo sexo pone de relieve el enorme poder del que sigue gozando la curia más tradicional de El Vaticano , que se opone frontalmente a la línea progresista del papa Francisco.

“Todo el mundo sabe que dentro de El Vaticano hay una oposición muy fuerte al papa Francisco y parte de la curia debe gozar de cierta autonomía para seguir sacando temas que ciertamente no van con el estilo del papa, que es muy social, abierto y evangélico en todo lo que no está relacionado con la estructura fundamental y el pensamiento y la doctrina general de la iglesia”, señala a EL UNIVERSAL el teólogo Evaristo Villar, integrante del colectivo Redes Cristianas.

“En ciertos temas el Papa suele ser muy abierto, en una línea muy humanista. Pero dentro de la iglesia hay bastante interrogante sobre si realmente Francisco está atacando en firme a la estructura verticalista de la Iglesia”, agrega el licenciado en Ciencias Religiosas y autor de varios libros sobre espiritualidad y experiencias comunitarias.

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A pesar de que este tipo de decisiones no favorecen al papa Francisco y le impiden potenciar su imagen progresista fuera de la Iglesia, el experto matiza: “No creo que le quite puntos de ese liderazgo mundial que tiene en el aspecto sociopolítico; pero en todo caso es un signo bastante negativo”.

La decisión de El Vaticano de oponerse a la consagración de las uniones homosexuales, afecta negativamente a la institución, pero no necesariamente tiene porqué alejar a los jóvenes creyentes que consideran que la Iglesia debe reciclarse y dejar atrás los prejuicios.

“Como institución no le favorece absolutamente nada, porque confirma a la inmensa mayoría de la gente que la Iglesia necesita un repaso muy fuerte por la modernidad y la actualización. Pero los jóvenes que hoy día se mantienen en la creencia, en la fe, suelen ser en un tanto por ciento significativo bastante críticos, por lo que este tipo de decisiones no les va a suponer ninguna dificultad”, indica el teólogo.

“Muchos jóvenes saben bien que las religiones tienen esa carga de no adaptación al ritmo de los tiempos y saben distinguir perfectamente entre la institución y lo que es el enfoque o marco de la creencia. Entienden que no pueden depositar su fe en las instituciones y las doctrinas que se han quedado en la antigüedad”, recalca el experto en religiones.

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Fue la poderosa Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), que vela por la salvaguarda de los principios dogmáticos de la Iglesia Católica, la que dejó claro este lunes que los sacerdotes no pueden de ninguna manera consagrar la unión de personas del mismo sexo puesto que “Dios no puede bendecir el pecado”.

“Eso de relacionar el amor y el sexo con el pecado está dentro de la lógica propia de la doctrina de la Iglesia. Lo que hay que preguntarse es si esa línea es la correcta. Las personas tienen derechos y cualidades que hay que reconocer; en la vida somos todos muy diversos y en esa distinción de la sexualidad las cosas no son tan matemáticas. Buscar una esencia pura y pensar que eso es lo que Dios ha querido y definido es entrar en un galimatías que no tiene salida”, advierte el teólogo, luego de enfatizar que no se puede valorar la antropología actual con la ética y la moralidad de la edad media.

Con esta decisión adoptada por la CDF, El Vaticano se aleja de la modernización que reclaman los sectores más progresistas de la Iglesia y dificulta la reconciliación con aquellos feligreses que comparten reclamos cada vez más extendidos a nivel planetario, como la aceptación de la diversidad sexual.

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La controvertida decisión tampoco ayuda a la captación de nuevos creyentes, sobre todo entre los más jóvenes que en los últimos tiempos se han ido apartando cada vez más de la Iglesia en países tradicionalmente católicos como España, donde casi 60% de los cristianos practicantes, la mayoría de ellos católicos, se declaran a favor del matrimonio entre homosexuales, según los sondeos.

En el país ibérico, donde las iglesias lucen cada vez más vacías, más de 250 mil creyentes se suman anualmente al creciente abandono de costumbres como acudir a misa, casarse o bautizar a los hijos, según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) .

El porcentaje de los españoles que se definen como católicos se redujo del 83.6% al 66.9% en las dos últimas décadas, en las que casi se triplicó la tasa de ateos e incrédulos, una tendencia que se registra en la mayor parte de Europa. Según una encuesta del Pew Research Center de Washington, apenas 30% de los creyentes europeos llevan a cabo al menos una práctica religiosa mensual, lo que apunta a la progresiva secularización del viejo continente.

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