A punto de terminar el primer mes del 2023, toca ser sincero con uno mismo y hacer balance de cómo van los propósitos hechos para este año. En el 2022, 35% de los estadounidenses aseguró haberse enfrentado al Dry January (Enero Seco), un reto que cada vez suma más adeptos y consiste en no beber ni una gota de alcohol durante los primeros 31 días del nuevo año. Este 2023 posiblemente la cifra de seguidores haya aumentado porque cada vez existen más opciones para mantenerse alejado del alcohol.
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El origen del desafío está en una campaña británica que la organización Alcohol Change UK lanzó hace diez años, retando a su sociedad a reducir el consumo de alcohol que tantos riesgos supone no solo para la salud, también para el bolsillo. Según la revista especializada The Lancet Oncology, más del 4% de los nuevos casos de cáncer detectados en 2020 (740 mil) fueron consecuencia del consumo de alcohol. La Sociedad Americana de Oncología (ASCO por sus siglas en inglés) no se cansa de remarcar la estrecha relación causa- efecto que existe entre el consumo de alcohol y el cáncer. Por no mencionar el azúcar que se esconde detrás de cada bebida alcohólica. Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, una copa de mesa de vino tinto de unos 148 milímetros tiene cerca de 0,9 gramos de azúcar, y la de vino blanco 1.4 gramos. Los vinos dulces digestivos pueden contener hasta 7 gramos de azúcar, una cantidad elevada teniendo en cuenta que lo recomendable para un adulto es no más de 50 gramos de azúcar al día.
Además, muchas personas cuando empiezan a practicar la abstinencia de alcohol se dan cuenta de que están más enganchados de lo que ellos creían, porque su consumo se ha convertido en un hábito social que hay que “desnormalizar cuanto antes”, advierten muchos expertos, que también señalan que no hay que olvidar este mes que los síntomas de abstinencia pueden provocar efectos secundarios (temblores, sudoración, taquicardia y convulsiones).
Las estadísticas apuntan que del 14% de los estadounidenses adultos que padece un trastorno por consumo de alcohol, aproximadamente la mitad sufre síntoma de abstinencia cuando dejan de beber. Según el Centro de Adicciones Americano , cerca de 14 millones de estadounidenses sufren alcoholismo y se enfrentan cada día a retos sociales, personales y culturales que no son fáciles de sortear.
En la ciudad de Nueva York hay cerca de 16 mil bares registrados, pero es difícil encontrar uno donde haya 0% alcohol (es decir, que ni siquiera tengan la licencia de venta de bebidas alcohólicas).
Hekate Bar, que se encuentra en el barrio East Village y está regentado por Abby Ehmann, propietaria del local regular que hay justo enfrente, es uno de ellos. “Tenía muchos clientes en mi otro local que por un motivo u otro tenían que dejar de beber. Uno de ellos hasta tuvo un infarto y el médico le dijo que o dejaba de beber o no lo contaría. Así que decidí crear un lugar donde el ambiente fuera como el de un bar, con bebidas sofisticadas, donde te puedes sentar a hablar y pasar un buen rato”, cuenta a EL UNIVERSAL Abby, apoyada en la barra de su bar de ¨mocktails¨ (un nuevo término para referirse a los cócteles sin alcohol).
Abby inauguró este espacio hace escasos seis meses, pero se ha vuelto muy popular este mes de enero y pinta que seguirá así, aunque termine el reto de permanecer seco –sin alcohol- este martes 31 de enero.
“He estado sin beber durante muchísimos meses”, dice una clienta a Nett, la camarera mixóloga experta en cócteles libres de alcohol que atiende a los clients. “Yo llevo ya 11 años sin probarlo”, le contesta ella. “Felicidades. Qué te pongo, este es el menú, pero si lo necesitas puedo darte sugerencias”. Nett se conoce todas las especias, cremas e ingredientes que hay en el bar y promete que “aquí no hay ni una gota de alcohol, créeme, no hay lugar al error”. Prepara los mocktails con la misma sofisticación y utensilios que se utilizan para un coctel, y las opciones son similares a las clásicas: “Margarita, gin-tonic, caipiriña, el sabor que quieras, pero sin alcohol”. “Yo estoy tomando una piña colada”, cuenta Karen Ladn, que reconoce que es la primera vez que viene a este bar. “Está muy rica, sabe casi igual y es menos densa, además, pero me recuerda mucho a la original”. Su amiga Karla está disfrutando de un coctel llamado Earthbound (terrestre) que está hecho con un “curioso y secreto elixir, zumo de remolacha y agua con gas”.
Abby confiesa que el negocio crece cada día más y más rápido, porque según ella, “son los únicos en Manhattan con esta idea”. No está claro que sean los únicos, pero sí que el negocio está creciendo. “Hemos duplicado los beneficios este mes, yo diría que incluso más que duplicarlos”. Porque a pesar de que las bebidas están libres de alcohol no son baratas: cada una ronda los 12 ó 15 dólares (225 a 281 pesos mexicanos) porque “los ingredientes son incluso más caros que los zumos y sodas de una bebida normal”.
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El mes no ha sido tan redondo para los bares que sí ofrecen bebidas alcohólicas a sus clientes y que han notado una caída considerable en la demanda estos primeros días de 2023. El verdadero negocio para ellos está en la alta rentabilidad que les aporta vender bebidas alcohólicas, que pueden alcanzar hasta los 20 o 30 dólares (375 o 563 pesos) por un coctel. Para compensar y por culpa de la inflación, muchos han subido el precio de las bebidas más básicas, como limonada o soda, algo que al final acaba repercutiendo en el bolsillo del consumidor. Hay locales que venden una Coca-Cola por 9 dólares (169 pesos). “Es un abuso”, dice Tommy H. “Porque saben que, si estás aquí con todos tus amigos, lógicamente no te vas a ir a otro local, y acabas pagando casi lo mismo por un refresco que por un vino, que aquí cuesta 10 dólares (188 pesos)”.
Las tiendas de vinos y licores también han notado la sequía alcohólica del mes de enero. Así lo cuenta a EL UNIVERSAL Anetta Klencer, propietaria de una de las licorerías más antiguas y míticas de Nueva York, Roebling Liquors. “Hemos notado una caída de los ingresos de un 15%”, explica a este diario; “menos mal que colaboramos con muchas empresas de eventos y bodas que nos han permitido salvar el mes de enero”.
Este tipo de tiendas no lo tiene nada fácil para competir con los bares libres de alcohol: la propia ley del estado lo impide, porque en “Nueva York, las licorerías no pueden vender bebidas no alcohólicas así que poco podemos competir en el enero seco”. Anetta K. confiesa a EL UNIVERSAL que sí ha notado un cambio en las preferencias de sus clientes, que “compran más vinos veganos porque la gente intenta cuidarse más”, aunque reconoce que por lo general intentan mantenerse alejados del alcohol. Según los estudios los jóvenes de entre 23 y 38 años, los llamados millenials, son los que menos beben y cada vez buscan más alternativas nocturnas sanas. Ellos tienen mucho que ver con que las ventas de cerveza y vino sin alcohol se hayan disparado un 20% desde el 1 de enero.
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