Durante décadas, África ha visto en México un potencial socio significativo. Su ubicación estratégica como puente entre Oriente y Occidente, entre el Norte y el Sur, ha sido desde el siglo xvi un rasgo distintivo de nuestro país. Sin embargo, es de lamentar la poca relevancia que el continente africano ha representado tradicionalmente para México. Una revisión somera de los informes presidenciales a lo largo de los últimos cien años, revelará su ausencia en casi todos ellos.
Los mexicanos estamos conscientes de nuestras raíces ibérica y mesoamericana. Sin embargo, aún no hemos hecho conciencia de una tercera y fundamental: la árabo-bereber, que nos enlaza de manera directa con dos ámbitos esenciales de la geografía planetaria sin cuyo concurso el Occidente contemporáneo no existiría: el África y el Medio Oriente.
Esta tercera raíz soslayada se encuentra en el origen mismo del proceso histórico de nuestra identidad. Durante ochocientos años, Al Magrib (Marruecos) y Al Andalus (la mitad sur de España y Portugal y parte del sur de Francia) conformaron una unidad económica, política y cultural. La población de esas tierras que en el siglo xvi arribó a lo que hoy es México, haya sido cristiana o judía, necesariamente había interiorizado la cultura árabo-bereber y la sembró. De lo anterior se desprende que el único país además de España que puede reclamar un lugar primigenio en la genética de la identidad nacional mexicana es Marruecos. Acaso sea más que una coincidencia que el nombre de la virgen emblemática de la identidad mexicana, Guadalupe, derive de los vocablos árabes uad, río, y al hub, amor: río de amor.
Según los datos más recientes del Banco Mundial, entre los 50 países de mayor crecimiento económico, el 20%, es decir la quinta parte, son africanos. Y entre estos diez países de África, la menor tasa de crecimiento anual del PIB es del 8.2%. Si en las últimas décadas del siglo xx la Cuenca del Pacífico se constituyó como el principal polo económico del mundo, África lo será hacia mediados del siglo xxi.
Hoy no hay país de relevancia que no esté afirmando su presencia en África. Es urgente que México tome conciencia de la enorme ventana de oportunidad que nuestro vínculo histórico con ese continente podría representarnos en el corto plazo y, en esa lógica, Marruecos es el compañero de viaje ideal.
De cara al siglo xxi, ambas naciones compartimos idénticos desafíos: desertificación, cambio climático, delincuencia transnacional, tráfico de mercancías y personas, energías verdes, educación, combate a la pobreza, amenazas a la democracia, desequilibrios fronterizos, migración, etcétera. Sin embargo, también tenemos ante nosotros valiosas oportunidades compartidas. Nuestros procesos modernizadores guardan semejanzas asombrosas y la privilegiada ubicación geopolítica y geoeconómica de ambos países ofrece enormes posibilidades para el comercio, la cooperación y el desarrollo.
No obstante, la realización de nuestro potencial permanece en un impasse debido al profundo desconocimiento recíproco que nos impide apreciar la modernidad y el potencial que la acción conjunta nos brindaría en el mundo integrado, especialmente de cara al futuro donde el continente africano promete situarse de manera relevante en la reconfiguración de la arquitectura mundial contemporánea.
La complementariedad de las plantas productivas y ventajas geoestratégicas de México y Marruecos son únicas. Desafortunadamente el principal impedimento para el desarrollo de la relación bilateral entre ambos países continúa siendo una falta de actualización de nuestra visión sobre la realidad de ese continente. La posición que mantenemos desde hace cinucenta años sobre un conflicto generado por rivalidades regionales, hoy son ajenas al interés nacional de México. En 1979 Mexico actuó indudablemente en términos de Realpolitik en favor del interés de nuestro país en ese momento. Sin embargo, hoy esa perspectiva se ha convertido en un atavismo de nuestra política exterior que paradójicamente contriubuye al peligro de desestabilización de la región noroccidental de África y de la parte occidental de Europa. Hoy por hoy, la única alternativa real para resolver el conflicto del Antiguo Sáhara español es la propuesta de autónomía que formula Marruecos en el marco de la ONU. El lector interesado en el tema puede descargar de forma gratuita el libro México, Marruecos y el Sahara occidental en la página electrónica de publicaciones de la Unidad de Investigación Sobre Representaciones Culturales y Sociales de la UNAM (UDIR).
En virtud de las profundas transformaciones ocurridas entre 1979 y 2024, así como de las oportunidades que nos plantean el presente y el futuro inmediato, es necesario un ejercicio de evaluación de la relación con Marruecos en el marco de la realidad mundial contemporánea. Hoy Marruecos es nuestro socio estratégico potencial más importante en África y puede serlo también hacia el mundo árabe sin contradicción con nuestro interés en el Estado de Israel. Gracias a su estabilidad política, a la solidez de sus equilibrios macroeconómicos y a los incentivos administrativos y fiscales que ofrece para la inversión extranjera, Marruecos se presenta como plataforma ideal para enriquecer la relación comercial de México con Europa, África y el Medio Oriente. Producir en Marruecos para exportar a esas regiones reduciría de manera radical los costos logísticos y nuestros productos multiplicarían su competitividad en esos mercados. Así lo hace BIMBO desde hace ocho años con magníficos resultados. Otras áreas de enorme beneficio para México serían la producción de energías limpias, la producción conjunta de fertilizantes a escala global y el manejo de recursos hídricos, por mencionar sólo unas cuantas.
Para detonar el potencial de la relación con Marruecos, México no tendría siquiera que romper antiguas alianzas, simplemente tendría que examinar con seriedad la alternativa lanzada por el gobierno de Rabat en las instancias multilaterales y expresar su respaldo a su posible viabilidad. Lo que hace falta es abrir los ojos hacia el continente africano, decidirnos a construir intereses reales y, de una vez por todas, formular una política exterior hacia la región.
Diplomático de carrera durante 30 años; exembajador de México en Marruecos y actual investigador de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM