Miles de ucranianos buscan refugio en las playas y los parques de Kiev en medio de una ola de calor que coincide con apagones provocados por los bombardeos rusos que se extienden durante la mayor parte del día y privan a los ciudadanos de la opción de utilizar aires acondicionados o ventiladores en sus domicilios.
"Hace mucho calor y como no tengo electricidad en mi lugar de trabajo he salido al parque a leer unos documentos en el móvil", dice a EFE sentado en un banco de una de las zonas arboladas más populares de la capital Ígor Yaremchuk, un diseñador gráfico establecido por su cuenta que tiene su oficina en su casa.
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Como el resto de los ucranianos, Yaremchuk debe conformarse en ocasiones con apenas seis horas de electricidad al día repartidas en las distintas franjas horarias elegidas por las empresas eléctricas competentes, según la ubicación geográfica de sus domicilios.
Mientras que muchos negocios continúan funcionando con generadores a combustible que producen electricidad a un precio cuatro veces más alto del que se paga habitualmente por la luz, la mayoría de particulares no pueden permitírselos y han de ingeniárselas para compatibilizar el trabajo con todas las tareas domésticas y pasar lo mejor posible las horas del día de más calor.
"Cuando tienes un par de horas de electricidad tienes que darte prisa para poner la lavadora, planchar, cocinar y aprovechar para hacer todo para lo que se necesita corriente", dice a EFE Alia Dombrovskaya, una madre divorciada de dos hijos que trabaja de gestora de proyectos desde el domicilio que alquila en capital.
Al igual que otros muchos residentes en Kiev, el hijo adolescente de Dombrovskaya pasa las tardes sofocantes de este mes de julio bañándose con sus amigos en una de las muchas playas artificiales que se extienden a orillas del Dnipró, el río que cruza Ucrania y parte en dos la capital.
Con los rascacielos perfilados a lo lejos en el horizonte, los adolescentes se bañan en las aguas del Dnipró bajo la atenta mirada de una socorrista, mientras los adultos toman el sol tumbados en la arena.
En las pistas que llevan al río pedalean los ciclistas y se hacen fotografías grupos de chicas.
Al caer la tarde, sobre el fondo del rumor omnipresente de los generadores de bares, tiendas y otros negocios, muchos salen de sus casas aún sin luz a tomar el fresco en los parques, que también están a oscuras por la interrupción del suministro al alumbrado eléctrico.
Los ucranianos se están adaptando a todas las dificultades traídas por la agresión militar rusa con entereza y naturalidad, sin olvidar por ello la causa de las penalidades adicionales que sufren desde que regresaron en mayo los apagones programados.
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Desde finales de marzo, Rusia ha destruido buena parte de la capacidad de generación de Ucrania con ocho grandes ataques contra sus centrales eléctricas. Muchas de ellas han sufrido graves daños y algunas tardarán años en ser reparadas.
Las altas temperaturas aumentan la presión de un sistema eléctrico que afrontará su mayor reto cuando los termómetros empiecen a bajar de cero este otoño. Las autoridades ucranianas trabajan a contrarreloj para reparar los destrozos y recuperar parte de la capacidad de generación perdida sin bajar la guardia ante posibles nuevos ataques que den al traste con todos los avances.
kicp