Madrid.- El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania ha sentado un precedente en materia digital, ya que se está dirimiendo también al más alto nivel en las redes sociales con un objetivo prioritario: desacreditar al enemigo y ganar el relato de la guerra.

Ya no son solo los usuarios comunes los que se manifiestan a favor o en contra del conflicto. Las máximas autoridades rusas y ucranianas están recurriendo a los soportes tecnológicos para lanzar sus consignas y exhibir material audiovisual con el que granjearse el apoyo popular y descalificar al adversario, ofreciendo en muchas ocasiones versiones contrapuestas de un mismo hecho en lo que es una guerra de propaganda que empaña la verdad, pero que tiene repercusiones inmediatas en el posicionamiento de las respectivas audiencias.

En el caso de Ucrania, y a medida que su desesperación se acentúa, las proclamas buscan también recabar apoyo internacional. Para enaltecer los sacrificios y la resistencia numantina del país, las autoridades ucranianas exageran algunas gestas heroicas, incrementan el número de bajas infligidas al enemigo, o denuncian crímenes de guerra que no pueden ser corroborados, lo que no impide que sus denuncias sean compartidas automáticamente por la inmensa mayoría de los usuarios de los países occidentales.

En un campo abonado para las fake news, muchas de ellas fabricadas por bots creados para intoxicar masivamente, y más allá de la generalizada solidaridad con Ucrania, es necesario actuar con cautela y verificar en la medida de lo posible la autenticidad de los mensajes que uno y otro bando divulgan, indican los analistas.

“Estamos ante la guerra de la desinformación. Y en este contexto tiene gran importancia la irrupción de las redes sociales. Vivimos prácticamente la guerra in situ, a través de nuestros propios dispositivos, en los que ahora recibimos una avalancha informativa que es imposible de contrastar en tiempo real y que viaja mucho más rápido para desinformar que para informar”, señala a EL UNIVERSAL Fernando Ávila, profesor de comunicación audiovisual de la Universidad Europea.

El experto reconoce que todas las partes, en mayor o menor medida, están echando mano de la propaganda en función de sus objetivos, ya que también el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, ha recurrido a la desinformación para contrarrestar la aplastante superioridad del ejército ruso y su maquinaria bélica.

“Parece que todos tenemos en nuestro corazón estar con el pueblo ucraniano. No creo que pueda ser de otra manera. Pero a nivel de las redes sociales se están jugando todo tipo de cartas para conseguir ventajas y los propios dirigentes no son ajenos a esta situación, desde los más a los menos implicados en el conflicto, que están utilizando información tergiversada, sesgada”, agrega el académico.

Las implicaciones de esta guerra de la desinformación no sólo generan confusión; la sobreexposición también puede provocar, como ratifican expertos de distintos ámbitos, hasta problemas mentales, como ansiedad y respuestas violentas, desmedidas.

“Lo que están haciendo ambas partes es un juego de equilibrios en el mundo de la desinformación, en el que Rusia se maneja muy bien y en el que Ucrania está aguantando como gato panza arriba, lo que lleva en ocasiones a este país a propagar un discurso irreal”, puntualiza el docente universitario.

Tenemos que ser muy conscientes de esto y tratar de buscar nuestra voz en los medios serios, con periodistas que contrasten para saber que la información que nos está llegando es absolutamente veraz.

“Las redes sociales están intentando contrarrestar la desinformación, pero es muy difícil frenar los perfiles falsos que están continuamente disparando imágenes creadas a través de grupos de inteligencia artificial que, lo que están haciendo, es intoxicar a la ciudadanía y a la información en general” concluye el analista, luego de subrayar que no tienen nada que ver las empatías con Ucrania con la poca calidad de los mensajes que se están moviendo entre bambalinas.

Como víctima sobresaliente de la guerra, los llamados de Ucrania están teniendo mucho más impacto en las redes sociales que de forma abrumadora arropan al presidente Zelenski, en lo que se considera una agresión injusta y desproporcionada, que se nutre de imágenes descorazonadoras de cientos de miles de ucranianos que abandonan su país.

La masiva solidaridad internacional hacia Ucrania hace que los mensajes de Zelenski circulen más profusamente, multiplicándose de manera exponencial y volviéndose virales, a pesar de que en muchos casos responden a fines propagandísticos y buscan exacerbar la grave crisis humanitaria que vive el país, además de espolear los ánimos antirrusos.

Por el contrario, las alegaciones rusas en las redes despiertan recelo en buena parte del planeta y son puestas sistemáticamente bajo sospecha, más allá de su grado de fiabilidad.

El reciente ataque al hospital materno infantil de la ciudad ucraniana de Mariúpol, ejemplifica la lucha de intereses que libran Kiev y Moscú en redes sociales como Instagram, Facebook, Telegram o Twitter.

Mientras el presidente de Ucrania aseguraba que el bombardeo del hospital en el que murieron tres personas, entre ellas un niño, era "una prueba de que se está produciendo un genocidio de ucranianos" y reiteraba su llamado a la OTAN para que declarara una zona de exclusión aérea, el Ministerio de Defensa ruso alegaba que las dos explosiones que devastaron el edificio fueron causadas por artefactos colocados en las cercanías. Según Moscú, se trató de una “provocación escenificada para incitar la agitación antirrusa en occidente”, ya que el hospital cumplía funciones militares y contaba con posiciones de combate perfectamente equipadas.

Los datos proporcionados por las partes en conflicto sobre el presunto bombardeo del hospital ucraniano no han podido ser contrastados, por lo que resulta imposible esclarecer unos hechos que ambos bandos utilizaron en redes sociales como armas arrojadizas para desprestigiarse mutuamente, algo que sucede cada vez con mayor frecuencia a medida que la situación en Ucrania se vuelve insostenible.

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