Bruselas.— La invasión de Rusia a Ucrania, el 24 de febrero, convirtió 2022 en una pesadilla humanitaria, pero también disparó precios, tensiones y alertas. El año termina, pero al conflicto no se le ve fin y ahora Moscú está decidido a utilizar una nueva arma de guerra: el invierno.
Lo que se consideró en un principio como represalia de Moscú a la destrucción parcial del puente de Crimea, hoy queda claro que aquella lluvia de misiles marcó el inicio de un plan maquiavélico: el uso del invierno como arma contra el pueblo ucraniano.
Desde el sabotaje del puente sobre el estrecho de Kerch el pasado 8 de octubre, Rusia ha lanzado ataques masivos con misiles y drones en toda Ucrania, pero lejos de golpear objetivos militares legítimos, se ha centrado en destruir infraestructuras vitales como el suministro de agua, las centrales eléctricas y sistemas de transporte. Tan sólo en su mensaje del 5 de diciembre, el presidente Volodimir Zelensky habló de 70 misiles lanzados por Rusia el día previo. Si bien algunos fueron interceptados, los que golpearon tierra contribuyeron a seguir con los cortes de energía en múltiples regiones, incluyendo Odesa, Zaporiyia, Khárkov y Kiev.
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“Cuando el terrorismo desestabiliza la vida de todos, detener el terror es tarea colectiva (…) Los trabajadores comenzaron de inmediato con el restablecimiento de energía”, aseguró Zelensky.
De acuerdo con la Comisión Europea, 950 mil personas carecen de electricidad en el país, 600 mil hogares no tienen gas ni servicios de calefacción y 250 mil domicilios no cuentan con suministro de agua. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que la interrupción de los servicios básicos a causa de la destrucción de infraestructura, exacerbará las condiciones preexistentes y la vulnerabilidad de las personas ante enfermedades infecciosas.
En su último boletín sobre la situación humanitaria en Ucrania, sostiene que la exposición directa al frío extremo expondrá a los ucranianos a morir de hipotermia, así como a enfermedades crónicas y respiratorias, particularmente el Covid-19, debido a la baja cobertura de vacunación.
Además, habrá riesgos adicionales para la salud asociados a la calefacción interior, como incendios, envenenamiento por monóxido de carbono o exacerbación de enfermedades respiratorias. Señala que las personas tratarán de calentarse a toda costa frente a la cruda caída de los termómetros. Anticipa una reducción del acceso a la atención médica por la falta de calefacción y electricidad en los centros de salud.
“A medida que la tensión escala y continúa la destrucción de objetivos de infraestructura clave, el duro invierno hace que la vida sea aún más difícil para los ucranianos al carecer de vivienda adecuada y suministros de calefacción”. El Consejo Noruego para los Refugiados (NRC, por sus siglas en inglés) pone el acento en las personas que viven fuera de las zonas controladas por el gobierno de Zelensky o se encuentran en la línea de frente. Afirma que los habitantes de estas comunidades son los que corren el mayor riesgo de perder la vida este invierno.
Señala que muchas comunidades ubicadas en zonas de actividad bélica o bajo control ruso prácticamente no han recibido asistencia desde que comenzó la guerra en febrero, y se sabe de antemano que algunas áreas de la región de Donetsk y Luhansk no tendrán calefacción en los meses de frío.
El Comité Internacional de la Cruz Roja coloca los reflectores en las poblaciones que por falta de calefacción se verán obligadas a aventurarse a buscar leña en bosques que pueden estar repletos de minas, proyectiles de artillería, granadas, morteros, cohetes o municiones de racimo. “Los civiles se exponen al riesgo en aumento de heridas o muerte por las minas terrestres y municiones sin estallar. La nieve y el hielo hacen que estas armas sean más difíciles de detectar”, indica el organismo en un comunicado.
Para Jan Egeland, secretario general del NRC, “en este momento, en todo el país, las personas se enfrentan a una elección sombría: huir o congelarse”. Ucrania depende de sus aliados para superar la brutal campaña rusa, la cual, describe Amanda Paul, analista del European Policy Centre, es como un intento por “arrodillar al pueblo ucraniano frente a la muerte por hambre y frío”.
Para sortear el invierno y conservar la iniciativa militar, Kiev requiere de más sistemas de defensa antiaérea. Hasta el 28 de octubre, Rusia había lanzado más de 4 mil misiles contra Ucrania, según Zelensky. Ucrania se defiende con sistemas de defensa aérea proporcionados por Alemania, Estados Unidos, Canadá, Francia, Reino Unido, Holanda y España, como los SLM IRIS-T, NASAMS y Hawk. Israel se ha resistido a transferir su sistema Iron-Dome, mientras que el Pentágono dialoga con sus socios en Medio Oriente para reubicar equipo.
Reportes periodísticos dieron a conocer en noviembre que Irán se preparaba para entregar a Rusia misiles balísticos Fateh-110 y Zolfaghar, difíciles de interceptar en el aire para los sistemas de defensa, incluso el avanzado NASAMS. Además de material de defensa, Ucrania requiere dinero y equipo. “Ucrania necesita un océano de dinero. Hasta ahora hemos recaudado una gota del apoyo”, declaró recientemente Artur Lorkowski, director de la Energy Community, una organización que coordina el Fondo de Apoyo Energético a Ucrania (USTF, por sus siglas en inglés). La Comisión Europea asignó 25.4 millones de euros para cubrir las necesidades más urgentes contempladas en el fondo.
En materia humanitaria, el país necesita todo tipo de artículos, como ropa de invierno, calentadores, lámparas solares, generadores de energía, equipo de calefacción, vehículos de transporte, refacciones y todo tipo de combustible. La Comisión Europea considera que no sólo deben apoyar los gobiernos europeos, también las compañías privadas, de sectores como el energético y automotriz. A la fecha, a través del USTF se han efectuado 35 envíos con más de 900 toneladas métricas de equipo; unas 72 empresas de 20 países han contribuido.
Amanda Paul afirma que desde que Moscú comenzó a perder la guerra en octubre, cambió de táctica hacia un ataque indiscriminado con misiles contra la infraestructura crítica y civil ucraniana.
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