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Londres.— La primera ministra británica Liz Truss renunció ayer después de un mandato tumultuoso e históricamente breve empañado por políticas económicas que sacudieron los mercados financieros y una rebelión en su partido que destruyó su autoridad.
Truss anunció su dimisión tras 45 días en Downing Street. El Partido Conservador convocó a elecciones primarias urgentes para dejar cerrada su sucesión la próxima semana, proceso en el que el exministro de Economía Rishi Sunak parte como favorito y que ha disparado los rumores sobre un eventual regreso a la primera línea de Boris Johnson.
“No puedo cumplir el mandato por el que fui elegida por el Partido Conservador”, dijo Truss, de 47 años. Adelantó que permanecerá en el cargo hasta que se elija un reemplazo, lo que el Partido Conservador dijo que haría a fines de la próxima semana, un cronograma extremadamente rápido para elegir al próximo líder de una de las economías más grandes del mundo.
Las políticas económicas de bajos impuestos y escasa regulación que hicieron que Truss fuera elegida por su partido resultaron desastrosas en el mundo real en un momento de inflación galopante y crecimiento débil. Su plan económico del 23 de septiembre incluía una serie de recortes de impuestos que a los inversionistas les preocupaba que Reino Unido no pudiera pagar. Golpeó el valor de la libra y elevó el costo de las hipotecas, lo que provocó un dolor económico para las personas y las empresas que ya luchaban en una economía que aún no había salido del dolor de la pandemia.
Su plan fiscal forzó al Banco de Inglaterra a intervenir con una compra de bonos de emergencia para evitar la quiebra de varios fondos de pensiones.
Ese tumulto financiero condujo al reemplazo del jefe del Tesoro de Truss, Kwasi Kwarteng, por uno de los críticos de Truss, Jeremy Hunt; múltiples cambios de política y una ruptura de la disciplina en el gobernante Partido Conservador. Antes de Truss, el primer ministro con menos tiempo en el cargo en Gran Bretaña había sido George Canning, quien murió en el cargo en 1827 después de 119 días.
Graham Brady, presidente del comité que agrupa a los diputados conservadores sin cartera, acudió a Downing Street para comunicarle a Truss que había perdido definitivamente el apoyo de su partido.
La renuncia de Truss llegó tras varios días de caos político en los que trató de aferrarse al cargo pese a los crecientes signos de desintegración de su gobierno.
El miércoles por la tarde, la dimisión de Suella Braverman como ministra del Interior, estrella emergente de la facción más a la derecha de los tories, y su sustitución por Grant Shapps, uno de los cabecillas de la revuelta contra la reforma fiscal de Truss, fue el último síntoma de que la primera ministra ya no sostenía las riendas del poder.
Hunt preveía anunciar el 31 de octubre sus planes a medio plazo para reducir la deuda pública, una intervención clave que determinará si los mercados recuperan la castigada confianza en la economía del Reino Unido.
Se espera que el próximo Ejecutivo mantenga esa fecha para explicar su hoja de ruta financiera, o bien que retrase sólo unos días esa comparecencia, que marcará el futuro del gobierno conservador.
Quien suceda a Truss se convertirá en el tercer primer ministro del país este año. No es necesario convocar elecciones nacionales hasta 2024, pero los partidos de oposición exigieron que se celebren ahora, diciendo que el gobierno carece de legitimidad democrática. El líder opositor del Partido Laborista, Keir Starmer, acusó a los conservadores de presidir un “caos total”.
Para muchos legisladores conservadores, la gota que colmó el vaso fue una votación del miércoles sobre el fracking para el gas de esquisto que produjo escenas caóticas en el Parlamento, con líderes del partido acusados de usar tácticas de mano dura para ganar votos.
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