Washington.— Este miércoles, Donald Trump volvió a hacer historia: es el único presidente de Estados Unidos en haber sido imputado dos veces por la Cámara de Representantes. Dos impeachments en algo más de un año que serán una huella imborrable en un mandatario totalmente sui generis, que tendrá en su legado haber sido acusado en sus últimos días de gobierno de “incitación a la insurrección” tras arengar a sus seguidores para que asaltaran el Congreso, en uno de los momentos más oscuros de la historia estadounidense.
Tras cuatro años de un Trump que nunca tuvo cadenas y siempre desafió lo establecido, finalmente hace una semana cruzó la última frontera espoleando el ataque al Capitolio, y los congresistas tuvieron que actuar de manera expedita para poner remedio a los últimos coletazos de una presidencia que se evaporará en una semana exacta.
“[Trump] tiene que marcharse. Es un peligro claro y presente para esta nación”, dijo la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, en un discurso durante el debate para aprobar la acusación contra Trump. Una vez se hizo evidente que el gabinete no iba a invocar la Enmienda 25 de la Constitución para destituir al mandatario, fue el turno del Congreso de tomar las riendas de un país en caos, con una democracia tiritando.
Era momento de rendir cuentas o hacer borrón del pasado bajo el escudo de la unidad. Y los congresistas, por amplia mayoría (232-197), apostaron por no dejar que la historia recordara que no hicieron nada para condenar la pasividad de un presidente para frenar el asalto al templo de la democracia estadounidense.
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“Ha construido un palacio de cristal de mentiras, instigador de miedo y sedición. El pasado miércoles vimos cómo se hizo trizas”, resumió Steny Hoyer, líder demócrata. “Donald Trump es una ofensa imputable viva. Eso es lo que es”, lo definió el número tres de los demócratas en la cámara, Hakeem Jeffries. “Es capaz de empezar una guerra civil”, aseguró la también demócrata Maxime Waters.
En el otro bando, la mayoría de republicanos se negaron al impeachment, si bien fueron críticos con la respuesta de Trump ante la turba. “El presidente no está libre de culpa”, confesó el líder conservador en la Cámara Baja, Kevin McCarthy, “tiene cierta responsabilidad de los ataques”, añadió. Horas antes había dado a sus colegas libertad de voto.
Él votó en contra del juicio, alegando que no era bueno para la unidad, pero una decena de ellos saltó de bancada y se unió al reclamo de los demócratas. Nunca antes una imputación en la Cámara de Representantes había tenido tanto apoyo de representantes del partido del presidente.
Es un momento extremadamente tenso en el Congreso, con congresistas diciendo que habían recibido amenazas antes de la sesión, algunos confesando estar “paralizados por el miedo”.
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“A los que alguna vez han creído en nuestra agenda, les pido que piensen en formas de rebajar la tensión, calmar los ánimos y ayudar a promover la paz en nuestro país”, dijo. Un mensaje que llega tarde, con el país ya apuntándole como culpable de unos actos que ahora, una semana después, consideró una “calamidad” que lo dejaron “conmocionado y profundamente triste”, a pesar de que horas después del asedio todavía decía a los agresores que eran grandes patriotas y que los “quería”.
Un impeachment no es otra cosa que una imputación formal, y ahora falta que llegue el juicio. Un proceso que no llegará hasta al menos dentro de una semana, ya con Joe Biden como presidente de Estados Unidos: el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, confirmó que no va a organizar sesiones de emergencia para tratar este asunto, y que se lidiará con él a partir del 20 de enero.
Un McConnell que, como tantos otros en su partido, ve el juicio a Trump como una oportunidad de oro para terminar de hacer daño a la fractura creada en el seno de los republicanos y, de rebote, expulsar todo lo que huela a trumpismo del movimiento conservador.
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Los rumores apuntan a que no ha descartado todavía votar a favor de condenar a Trump ni que sea cuando esté fuera del poder. Los demócratas necesitan que al menos 17 senadores apoyen el impeachment y declaren culpable a Trump: la posición de McConnell puede ser clave para determinar si hay opciones de que triunfe o no. Y, de rebote, conseguir inhabilitar al todavía presidente de poder aspirar a cualquier cargo público a futuro.
“Creo que el presidente debe ser sentenciado por el Senado, un remedio constitucional que asegurará que la república estará a salvo de este hombre que está tan decidido a derribar las cosas que apreciamos y que nos mantienen unidos”, advirtió Pelosi.
A todo esto, Washington es un fortín. Miles de efectivos de la Guardia Nacional llegaron a la capital y empezaron a situarse en el Capitolio, convertido en barracón militar, para hacer labores de seguridad: hay más soldados en la ciudad que en Afganistán, por ejemplo.
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La capital se está blindando, y todo el mundo está actuando para intentar evitar destrozos y actos como los de hace una semana. Airbnb ha cancelado todas las reservas hechas en su plataforma para evitar hospedar a seguidores violentos de Trump, y la alcaldesa no descartó imponer limitaciones de entrada y viaje a la ciudad.
Todo ello, en medio de alertas de los servicios de inteligencia de la llegada de milicias armadas de ideología antigobierno y extremadamente racistas la próxima semana, incluyendo miembros del denominado movimiento boogaloo, que busca empezar una segunda guerra civil.