Washington.— Un día después de abandonar el hospital y todavía convaleciente del contagio de coronavirus, Donald Trump regresó a su estado natural de improvisación y toma de decisiones impulsivas para fulminar de forma tajante toda negociación entre la Casa Blanca y el Congreso para una segunda ronda de paquete de rescate de una economía lastrada por los efectos del Covid-19.

Con la decisión, Trump deja claras sus prioridades a tres semanas de las elecciones: antes de inyectar dinero a los bolsillos de las empresas y los estadounidenses, lo más urgente es confirmar a la nueva jueza del Supremo, Amy Coney Barrett, y certificar el viraje ideológico conservador del más alto estamento judicial de EU, con las implicaciones que puede tener en asuntos como el sistema de salud o los derechos de la mujer.

La incongruencia de la política de Trump es notoria, porque tres días antes exigía a los legisladores un esfuerzo para trabajar unidos en pro de conseguir un paquete de estímulo que el país “quiere y necesita”.

Si bien en los pasillos del Capitolio nunca hubo mucha esperanza de llegar a un acuerdo para un nuevo paquete de estímulo, cuatro tuits de Trump enterraron cualquier esperanza. En lo que se supone que es un cálculo político, el presidente de EU ordenaba frenar cualquier negociación hasta después de las elecciones, acusando a los demócratas de no negociar de “buena fe”.

Millones de estadounidenses se quedan sin una ayuda federal indispensable en medio de la oleada de desempleo, el aumento de las demandas de subsidio de alimentos y en riesgo de ser desahuciados de sus viviendas. Otras tantas millones de pequeñas y medianas empresas se verán abocadas al cierre, por ejemplo, según varias encuestas, 40% de los restaurantes se enfrentan a la desaparición en los próximos seis meses.

La decisión tampoco fue bien recibida por las bolsas, que se fueron en picada justo después del mensaje presidencial. Horas antes, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, urgía al Legislativo a acelerar para llegar a un pacto y así ayudar a la recuperación de la economía.

El candidato demócrata Joe Biden dijo que Trump “dio la espalda” a los estadounidenses y declaró que si el gobernante aún tiene Covid no debería haber debate el 15 de este mes.

La presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, una de las que lideraba la negociación entre el Legislativo y la Casa Blanca, sugirió en privado a un grupo de congresistas demócratas que la reacción de Trump podía derivar de los efectos secundarios de los esteroides que está tomando. “Hoy, de nuevo, el presidente Trump muestra sus verdaderas intenciones: ponerse por delante a expensas del país, con toda la complicidad de los miembros republicanos del Congreso”, acusó. “Claramente, la Casa Blanca es un caos”, resumió.

Demócratas y republicanos no coincidían en la cifra necesaria para el paquete de ayuda: los primeros querían una inyección de más de 2.2 billones de dólares; los otros aspiraban a más de un billón. Llegar a un acuerdo era un esfuerzo titánico pero la mesa de negociación seguía puesta. Hasta ayer. “Supongo que su visión [de Trump] era de que no íbamos a producir ningún resultado y tenemos que concentrarnos en lo que es realizable”, dijo el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell.

Trump volvió a encender las alarmas sobre su entendimiento del coronavirus. Ayer lo comparó erróneamente con los efectos de una gripe cualquiera, incluso diciendo que la gripe es más “letal” que la actual pandemia. El escándalo llevó a Twitter a etiquetar la declaración del presidente con un mensaje donde alertaba de tener “información engañosa y potencialmente dañina”. Facebook eliminó la publicación.

El efecto dominó de los contagios sigue imparable en el círculo cercano a Trump: otro portavoz presidencial, Jalen Drummond, y el asesor Stephen Miller dieron positivo. También el representante demócrata Salud Carbajal, quien estuvo en contacto con el senador Mike Lee, otro contagiado.

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