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Washington.— Donde Donald Trump ve un problema de “ley y orden”, Joe Biden ve una necesidad de “justicia racial”. No hay contraste ni división mayor en Estados Unidos como la que representan los dos candidatos a la presidencia del país, visiones del mundo antagónicas y mensajes opuestos que presentan una fractura irreparable y de difícil curación.
En menos de 48 horas, Keno-sha, Wisconsin, ha vivido en primera persona esta divergencia. El martes, Trump paseó por la ciudad con su mensaje de apoyo a las fuerzas de seguridad, los agentes policiales y contra los manifestantes que exigen reformas estructurales. Ayer, Biden visitaba el mismo lugar, pero para reunirse con líderes comunitarios y la familia de Jacob Blake, el negro al que un policía disparó siete balas por la espalda, caso que hizo renacer las protestas en las calles de EU.
Hubo en el viaje del candidato demócrata un deseo y voluntad de presentarse como la antítesis drástica del presidente. La insistencia en impulsar la imagen de empatía de su candidato es una apuesta explícita del partido, algo que se manifiesta de forma orgánica en todo el partido. De hecho, justo ayer sacaron a la luz un nuevo anuncio titulado “nosotros estamos escuchando”, donde Biden dice que “ahora es momento de justicia racial”.
El tono y la retórica del exvicepresidente estuvo en las antípodas del que usó Trump dos días antes. Biden se reunió durante más de una hora con la familia de Blake e incluso habló con él durante 15 minutos por teléfono, todavía postrado en una cama de hospital paralítico de la cintura para abajo. “Hablaron de la necesidad de una reforma sistémica porque el uso excesivo de fuerza por parte de la policía contra las minorías ha durado demasiado”, comentó Ben Crump, el abogado de la familia.
Después del encuentro con los Blake, Biden se desplazó a una iglesia para encontrarse con un grupo diverso de líderes de la comunidad. Un evento en el que, contrariamente a lo que hizo Trump, no rechazó hablar del racismo imperante en el país.
Para el exvicepresidente, el renacido movimiento pro derechos de los afroamericanos puede ser un punto de quiebre, el momento en el que “hacer frente al pecado original del país: la esclavitud, y todos los vestigios derivados”. La referencia tan explícita al racismo sistémico y a la necesidad de reforma para acercarse a algo parecido a la justicia difiere radicalmente con la postura de la Casa Blanca, que critica a los que “vuelven al tema opuesto y [no] hablan sobre la violencia” de las protestas.
Biden se lanzó al cuello del presidente, acusándolo de que con su retórica “legitima un lado oscuro en la naturaleza humana”, con una presidencia que “ha expuesto que no se ha puesto suficiente atención al racismo subyacente e institucionalizado en los Estados Unidos, que todavía existe y ha existido durante 400 años”. Entre la gente que se vio con Biden —una veintena que cumplió la distancia sanitaria y con mascarilla puesta—, destacó Porsche Bennet, organizadora de una asociación local de lucha en favor de los afroamericanos que se mostró hastiada de la situación que vive la comunidad negra en EU. “Estamos extremadamente enojados”, dijo, haciendo énfasis que es este hartazgo el que les hace salir a protestar, única forma de que sus “voces sean escuchadas (...) Quiero los mismos derechos que el resto. Quiero que me traten como los demás”.
Es precisamente este levantamiento actual, en el que se han “abierto las cortinas”, en el que el demócrata tiene esperanza de que algo puede cambiar. “Hay una oportunidad real de un despertar y el punto es que no creo que tengamos otra alternativa que luchar”, dijo. Eso no significa, sin embargo, que Biden defienda los altercados y saqueos: quiso dejar claro que se opone frontalmente a la violencia en las calles. “No puede ser tolerada”, sentenció, rebatiendo la falsedad que dispara Trump sobre un supuesto abrazo a los “radicales” y “anarquistas” que “queman” las calles. Además de consuelo y empatía, Biden también prometió que de llegar a la Casa Blanca establecería una comisión presidencial para estudiar las acciones policiales.
Ayer faltaban dos meses exactos para las elecciones, y las espadas empiezan a afilarse de verdad. No fue casualidad, por tanto, que mientras Biden estaba en Wisconsin, uno de los estados que se prevén clave en noviembre, Trump se desplazara a otro de los territorios en liza, Pennsylvania, para hacer un mitin electoral en el que cargar sin compasión contra sus rivales y seguir difundiendo falsedades e ilegalidades, como la petición a sus seguidores que voten por duplicado para “asegurarse” que su voz es contada.